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El cronista de Mérida Tulio Febres-Cordero

Así como el sabio Arístides Rojas cultivó las historias, leyendas y tradiciones de Caracas, Tulio Febres Cordero, su discípulo, lo hizo para Mérida. No solo se trata de un cronista, fue un hombre de leyes, de letras y de educación, tradicionalista y creador incansable, dedicado a su región de origen y a su vez a Venezuela, dejando una amplia obra de identidad nacional. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí La prensa y la ley Tulio Antonio Febres-Cordero Troconis nació en Mérida el 31 de mayo de 1860, hijo de Foción Febres-Cordero y Georgina Troconis y Andrade, lo que lo hace un hombre de ascendencia mantuana. Sus tíos Favio Febres-Cordero e Indalecia Almarza fueron sus primeros formadores, antes de pasar a la Escuela de varones de Mérida. Estudia en la Universidad de los Andes, continuando sus estudios de Bachiller en Latinidad y Filosofía. Fue muy dado al arte y al oficio artesano, desarrollando la técnica en zapatería, relojería, tipografía, encuadernación, caligrafía, dibujo y pintura. En la universidad andina se va por la carrera de Derecho, graduándose a los 22 años.  A un año de graduarse de la universidad, en 1883, contrae matrimonio con la dama merideña Teresa Carnevali Briceño, hija del italiano José Carnevalli, un comerciante que tras malos momentos de quiebra y ruina, sufrió un ataque cerebral que le acabó el juicio. Con ella tuvo varios hijos.  Aunque su especialidad académica estaba relacionada con las leyes, fueron las letras las que acapararon su atención post universitaria. A los 25 años crea el periódico El Lápiz, y años más tarde, en 1896, funda el Centavo, y en 1902 El Centauro. Su incursión por la prensa no fue casualidad ya que de joven habían incursionado como tipógrafo y tenía conocimientos en aquella industria, al punto de llegar a tener su propia imprenta en la cual ejerció como impresor y tipógrafo. Escribió bajo los seudónimos de Amaury, Roque y Pablo.  Docencia y obra de Febres-Cordero Gracias a sus grandes virtudes, heredadas del sabio Rojas, se convirtió en profesor de la Universidad de los Andes,  catedrático de Historia Universal entre los años 1892 y 1924. Fue nombrado vicerrector interino en 1912 y rector honorario en 1936, por el mismo Presidente de la República de Venezuela, Elezar López Contreras, quien le asignó una pensión, aunque no elevada, bastante justa por sus labores por la nación. Este acto fue criticado por los líderes de los partidos políticos en formación que venían de la generación del 28, como oposición de Juan Vicente Gómez, y repitieron en actos subversivos.  Llegó a recibir múltiples honores gracias a sus múltiples facetas, como: Miembro de la Academia latina de Ciencias, Artes y Bellas Letras de París (1912). Medalla de Instrucción Pública. Orden del Libertador con el grado de Comendador. Gran Cruz de Caballero Pontificio de Su Santidad León XIII. Entre sus obras destacan sus trabajos como cronista de Mérida, su estudio etnográfico sobre una raza matriz de nativos americanos, trabajos sobre Colón, mitos andinos, anéctodas de la independencia recogidas de archivos o por tradición oral, entre otras. Fue uno de los literatos que no llegó a salir nunca del país, sus áreas de conocimiento abarcaron la teología, la literatura, historia, leyes, prensa y lingüística. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí FuentesHistoria de Mérida, Carlos Chalbaud Zerpa. Enciclopedia de Venezuela, Tomo VII, leyendas y tradiciones.  Wikipedia. 

Celestino Peraza

Es curioso que, a pesar de lo que se conoce, muchos de nuestros literatos fueron de origen militar. La misma independencia y formación de nuestra República pasó por la mente de hombres que vivieron y participaron en batalla durante la guerra. Hay que tomar en cuenta que muchos de esos soldados fueron antes civiles y que por necesidades de la época llegaron a portar las armas. También tuvieron la oportunidad de viajar, conocer, explorar y cultivarse, teniendo una memoria nacional que superaría a un hombre estático en una de las ciudades dedicado a la lectura. Celestino Peraza Celestino Peraza Berroeta nació en Caguaramas, estado Guárico, en el año 1850. Se hizo marino, igual que el Cisne del lago, Yepes, y de la misma forma pudo aprovechar el tiempo sobre las olas para nutrirse de largas lecturas. No estuvo de acuerdo con la revolución legalista de Crespo y, posteriormente, llegó a ser ministro de Fomento y Secretario General de la Presidencia de Cipriano Castro, su amigo, contra el cual se levantó refiriéndose a él de «inepto como intolerable…, tiranuelo vulgar sin las más ligeras nociones de gobierno y de administración…» pero fue delatado. Este caso no llegó a mayores gracias al uso del telégrafo. Celestino era poseedor de una extensión de tiera aurífera que llegaba hasta el Cuyuní no llegó a desarrollar. Adquirió una prensa la cual usó para divulgar su posición política y sus relatos, con la revista «Horizontes». Su novela «Los piratas de la sabana» estuvo inspirada en el asalto al Correo del Oro, sobre el cual participó en la captura de los delincuentes, dirigidos por hacendado de Guasipati. Fue Gobernador de los estados Guárico y Táchira. Su muerte A pesar de haber sido dueño de una de territorio minero, Celestino murió arruinado y ciego en Villa de Cura, estado Aragua. Tuvo dos esposas, Rosa Odreman González e  Ysabel Maria Augusta Amalia Villegas Pulido y una hija, Teresa Peraza Odreman. Sus Obras importantes Escribió las «Leyendas del Caroní» donde exploró y dejó información valiosa sobre aquella región. También como indicamos antes, Celestino escribió «Los piratas de la sabana», así como «Carne humana» y «El muerto de la catara». Sus escritos forman parte del acervo cultural venezolano. G.J.Jiménez Fuente Enciclopedia de Venezuela, Tomo VII.

José Ramón Yepes el Cisne del Lago

«Sereno paisaje zuliano, con su cielo de porcelana y su lago sin brumas» Del mar a las letras El 9 de diciembre de 1822, nace José Ramón Yepes, en Maracaibo, quien sería años después, uno de los hombres de letras de nuestra Venezuela. Aunque de niño estudió en el colegio de don Feliciano Montenegro y Colón, donde tuvo una fuerte formación ciudadana y de cultura literaria, es curioso que al crecer no se iría por la rama de humanidades sino que realizó, a partir del año 1837, estudios de matemáticas en su ciudad natal. El 1 de diciembre de 1840 ingresó a la Marina embarcándose en la goleta de guerra «28 de Diciembre» e iniciaría sus estudios en la Escuela Naval de Maracaibo, hasta alcanzar el grado máximo de contralmirante. En 1864, el Mariscal Falcón lo ascendería a general de brigada. Su tiempo y su experiencia lo llevaron a llevar acabo acciones de guerra siendo jefe de escuadra. Llegó a batallar contra José Tadeo Monagas y a vivir en el exilio. Entre sus intervenciones militares destacadas estuvieron: El combate naval del puerto de Capana (1848). Participación como comandante de la goleta Intrépida en el paso de la Barra de Maracaibo. Comandante del bergantín Presidente y del vapor de guerra General Jackson. Comandante del apostadero. Capitán del puerto de Maracaibo en tres ocasiones (1850, 1858 y 1873). Director de marina en el Ministerio de Guerra y Marina (1874 y 1877), ocupando la cartera como ministro de Guerra y Marina, por 21 meses, en ausencia del titular, el general José Gregorio Varela. En su tiempo de ocio, entre mar y cielo, pudo dedicarse a los estudios humanísticos, adentrándose en el mundo de los grafemas. Dos historias de una tragedia No solo fue un militar de gran trayectoria, también tuvo actividad política, como diputado del Congreso Nacional y Senador, Ministro de Guerra y Marina, hasta encargado del Ministerio de Relaciones Exteriores. Sin embargo, hubo un rasgo que lo distinguió y fue su preocupación por la educación, elemento común en muchos venezolanos que han querido algo trascendental para Venezuela. En el año 1878 se retira de la vida pública y funda un Instituto de Enseñanza en Maracaibo, su ciudad natal. Fue director del instituto hasta la trágica noche del 22 de agosto de 1881, donde aún no se sabe cómo llegaría ahogarse aquel que más de una vez navegó sobre las aguas. La primera historia nos la cuenta Felipe Tejera, y dice que el contralmirante, mientras trabajaba en una poesía para el centenario de don Andrés Bello, decidió interrumpir su tarea para despejar la mente paseando por la orilla del Coquivacoa o lago de Maracaibo. Distraído, no divisó que había llegado al final del muelle y cayó, recibiendo un duro golpe que le impediría evitar ahogarse. Otra historia, dice que aquel 22 de agosto, Yepes naufragó de una barca en el lago y en aquel terrible accidente, coincidiendo con el destino narrado por Tejera, se ahogó. En 1949 su cuerpo fue trasladadado al Panteón Nacional.  En su honor fueron realizados dos bustos en la ciudad de Maracaibo, uno en la plaza homónima y otro en el Parque de La Marina. Yepes y su obra póstuma  Fue luego de su muerte, que el marino renació en la poesía, cuando, de forma póstuma, fueron publicadas todas sus obras. Entre los títulos que nos legó están: Poesías completas, Novelas y estudios literarios, Parnaso venezolano y Selección de poemas y leyendas de la Universidad del Zulia. Su prosa era romántica y nativista, inspirada, en gran parte, en su tierra zuliana. Fue conocido por algunos como el «Cisne del lago» y utilizaba en sus escritos el seudónimo de «Guairaratín». Se dice que al morir un cisne levantó en vuelo sobre las aguas del magno Coquivacoa, que según, «era su alma que voló en forma de cisne hacia el cielo». M. de Braganza Fuentes Enciclopedia de Venezuela, Tomo VII, Leyendas, tradiciones y costumbrismos.

La Libertadora del Libertador

Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí Esta es una de las historias más conocidas de la vida del Libertador, y también una de las demostraciones de deslealtad más grave que cualquier hombre grande, como lo fue, haya podido recibir. Se trata de como, Manuela Saenz, su amante, logró impedir el intento de magnicidio contra el fundador de la nación venezolana, y creador del Magno Estado, Colombia, la grande, cuyo nombre fue pensado por el Generalísimo Francisco de Miranda, en honor a Cristobal Colón. El mismo Garibaldi refiere en sus memorias: «Es la eterna historia, la de Sócrates, de Jesucristo, de Colón. Y el mundo ha de continuar siempre presa de estas nulidades que lo engañan». Manuela Saenz Si buscáramos un equivalente en los itos del viejo mundo en lo que simbólicamente representa Manuela Saenz para América, podríamos compararla con Belona, Diosa de la Guerra y esposa de mismo Martes Romano, o Ares Griego.  Puede que se haya desvirtuado su verdadero valor histórico, confundido con la anacronía que distorsiona los hechos, el tiempo y la visión lejana de los hombres. Desde su juventud levanta la voz en contra de la Corona y abraza la lucha patriota, afectada por las masacres de Quito, se forma el fuego de la guerra en su corazón. Se casó en 1817 con el doctor Jaime Thorne, un médico inglés de buen estatus social, con notable sobrepeso. Con el nombre de Manuela Saenz de Thorne, aparece entre las ciento doce caballerosas de la Orden del Sol. Esta valiente guerrera fue vista batallar con lanza en mano frente a un batallón de caballería y penetrar, disfrazada de hombre, uno de los cuarteles para hacer reaccionar a un batallón, para luego ser expulsada del Perú, según lo refirió Palma en su obra de tradiciones y contada de nuevo por Arístides Rojas. Vestía un dormán rojo con brandesburgo de oro y pantalón Bombacho, cabalga como lo haría cualquier hombre de caballería, de sangre fría para la batalla, pero llena de pasión. Aunque Palma, revela en ella otras cualidades, las del estudio, con sus lecturas de Tácito, Plutarco, Pelayo, amplia lectora de la historia peninsular, conocía de América como del viejo Imperio hispano. El encuentro de dos almas Al llegar el Libertador a Quito, Manuela Saenz conoce a aquel grande hombre, cuyo mito viajará hasta llegar, incluso, al viejo continente, no solo por sus hazañas y su voluntad, sino también, años después, en la moda con su sombrero que será símbolo de Libertad. Manuela, no dudaría en dejar a su esposo, quien se transformaría de caballero a un triste hombre enamorado y a quién ella llegara a responder en cartas, buscando mejorar su ánimo: «Señor; usted es excelente, es inimitable, jamás diré otra cosa si no lo que usted es. Pero mi amigo, dejar a usted por el general Bolívar es algo, dejar a otro marido sin las cualidades de usted sería nada… ¿Me cree usted menos honrada por ser él mi amante y no mi marido? yo no vivo de las preocupaciones sociales inventadas para atormentarse mutuamente… Hagamos otra cosa: en el cielo nos volveremos a casar, pero en la tierra no… ¡Qué mal me iría en el cielo! tan mal como si fuera a vivir en Inglaterra o en Constantinopla…» El Libertador  recibió una copia de aquella carta y no pudo menos que sentirse halagado, respondiendo, en parte: «…Deseo verte libre pero inocente juntamente; porque no puedo sorportar la idea de ser el robador de un corazón que fue virtoso; y no lo es por mi culpa. No sé como hacer para conciliar mi dicha y la tuya, con tu deber y el mío. No sé cortar este nudo que Alejandro con su espada no haría más que intrincar más y más; pues no se trata de espada y fuerza, sino de amor puro y de amor culpable, de deber y de falta: de mi amor, en fin, con Manuela, la bella». 25 de septiembre de 1828: la traición de la ambición. El Libertador descansa luego de un baño de agua tibia, junto a su amante, Manuela Saenz de Thorne. Ella presiente, en su corazón que algo ocurre, escuha a los perros ladrar e inmediatamente, despierta a Simón y le explica lo que presiente: vienen a asesinarte. Este se dirige a la puerta con espada y pistola pero esta lo detiene y le aconseja vestirse. No tarda en colocarse la ropa, al punto de tomar los zapatos de su amante. Bolívar tiene la intención de salir a hacer frente pero ella le detiene por segunda vez para saber que ocurre afuera y le señala el balcón que da a la calle. —¡Al cuartel de Vargas! —le indica—. El Libertador se dirige a la ventana pero por tercera vez, es contenido por su fogosa y amada, Manuela. Espera a que pase el ruido de la calle y este sale en el primer silencio. Abren la puerta los conspiradores y reclaman por la presencia del Libertador. Ella niega su presencia y los distrae diciéndoles que «Está en el consejo» una casa ficticia que le permite hacer tiempo para que Bolívar escape. Los asesinos abren todos las puertas y habitaciones, mientras, el edecán Ibarra se acerca para hacer frente, pero sale herido. Ibarra pregunta si ha muerto el Libertador a lo que ella responde «El Libertador vive». Manuela acuesta a Ibarra en la cama del Libertador y escucha en la calle al inglés Fergunson acercarse. Ella le dice que se aleje porque sino lo sacrifican pero este afirma «Moriré cumpliendo mi deber». Los conjuradores han escapado, Manuela llama a Fernando, sobrino de Bolívar, para recoger el cadaver de Ferguson, asesinado por Pedro Carujo, quien era su amigo. Busca al médico Moore para que cuide la herida de Ibarra, quien es llevado a la habitación del mayordomo José, que estaba enfermo. El Libertador corrió al Monasterio de las Carmelitas, escuchando los tiros y los gritos de «¡Murió el tirano!». El criado, José María Antúnez, quien acompañó a Bolívar desde el año 21

Alejo Fortique y el Esequibo Venezolano

La batalla diplomática por el Esequibo Venezolano tuvo a Alejo Fortique como su primer soldado, quien nos dejó su conocimiento y huella histórica en lo que se refiere a la acción de defender nuestro territorio, en condiciones desfavorable frente al Imperio Británico.

Breve historia de la Inmigración Japonesa en Venezuela

“Busqué a Venezuela en un mapa, estudié la situación y decidí venirme para conseguir concesiones petroleras” Seijiro Yazawa. La inmigración japonesa en Venezuela —comparado con otros países latinoamericanos— fue un proceso tardío, pues la legislación venezolana de inmigración solo garantizaba el ingreso de población blanca europea. En carta de Laureano Vallenilla Lanz al director de El Tiempo de Bogotá, del 14 de noviembre de 1920, decía que él defendía el régimen de Gómez porque «es el único que conviene a nuestra evolución normal» y podía cumplir con un principio básico del progreso: La inmigración; pero debía ser inmigración europea y norteamericana  y, aclaraba Vallenilla: «gente blanca».  A ello, se une la desconfianza del régimen gomecista hacia los extranjeros como consecuencia de la situación sanitaria del país, eran días en que pandemias como el paludismo, la malaria y la gripe diezmaban a la población. Sin embargo esto no sería impedimento para que a finales de los años veinte, un comerciante japonés, motivado por la fiebre petrolera en Venezuela se atreve a cruzar el Pacífico. Seijiro Yazawa, es considerado el primer inmigrante japonés en Venezuela, quien se cree ingresó en octubre de 1928 con el objetivo de iniciar una investigación sobre la riqueza petrolera nacional. Después de haber viajado por algunas regiones de Venezuela inspeccionando y recabando información, envió un informe al Ministerio de Relaciones Exteriores japonés, en el que pedía la ayuda financiera necesaria para concretar las exploraciones en el occidente del país. La tensión entre los Estados Unidos y el Japón condicionaron la respuesta; tanto el Ministerio como las compañías petroleras consideraron inútil y riesgoso invertir en un país ubicado más allá del canal de Panamá, en aquellos años bajo dominio de los norteamericanos. Yazawa, frustrado en su intento, decidió retornar a Japón en 1931, vía Panamá, pero allí concibió la posibilidad de embarcar colonos pesqueros a Venezuela, lo que efectivamente organizó en ese mismo año. Una vez en Higuerote, pueblo costero del estado Miranda, comenzaron a pescar con resultados negativos, desistiendo y dedicándose entonces a la agricultura a través de la renta de una pequeña parcela en el sector La Bandera de Caracas, pero las condiciones desconocidas del terreno traerá consigo los primeros desertores de la oleada migratoria. Otros menos pesimistas comenzaron a ahorrar para luego dar apertura a una bodega de víveres y alimentos en San Agustín del Sur. Para el año 1934, los japoneses, gracias a los ahorros obtenidos con la casa de abasto, empezaron a independizarse montando cada uno su propia tienda en distintas partes de Caracas. Seijiro Yazawa, entre tanto, consiguió ayuda de uno de los pasajeros que había conocido en el barco de regreso a Panamá. Antonio Teppa, sería de quien, el pionero japonés, obtendría un préstamo de 1.500 yenes con los cuales pudo comprar un camión y dedicarse al transporte de carga. En 1939, llegó a Venezuela desde el Perú, Rinzo Yonekura con su esposa Kumeji y su hija Katzumi, para radicarse en San Cristóbal, estado Táchira, región fronteriza y comercial del occidente venezolano. Ese mismo año, llamará a su hermano menor, Michio; y al año siguiente, Michio a Takeo Fukayama quienes estaban en Perú e igualmente oriundos de la Prefectura de Yamanashi. Surgió con ellos en San Cristóbal hacia 1940, una quincallería que se hizo tradición en casi todas las ciudades venezolanas, «La Casa Japonesa». Ante la Segunda Guerra Mundial La Segunda Guerra Mundial condicionó la tranquilidad de la naciente comunidad japonesa. Una serie de decretos gubernamentales terminaron congelando y sometiendo a intervención los bienes pertenecientes a ciudadanos de nacionalidades de los países del Eje  (Japón con el Emperador Hirohito, la Alemania Nazi y la Italia de Benito Mussolini) lo que los obligó a renunciar a sus actividades comerciales y refugiarse en Ocumare del Tuy, en el estado Miranda. Sin embargo, la entereza y la unión del grupo de inmigrantes nipón pudo mantenerse; el esfuerzo de su trabajo y algunas prerrogativas que les permitieron las autoridades venezolanas, hizo que no desmayara la empresa que años atrás había comenzado. En 1941, llegaron a Venezuela (desde el puerto de la guaira) un buque estadounidense con 150 personas japonesas y pronto fueron recibidos por el presidente Isaías Medina Angarita, y desde entonces, obtuvieron la ciudadanía venezolana para evitar ser perseguidos; comenzó a residenciar en las primeras ciudades de Caracas y Valencia. Hacia el interior del país La década de los años cincuenta permitirá la distribución y asentamiento en algunas regiones de la geografía nacional, trayendo consigo el arraigo de los lazos culturales entre ambos pueblos;  paulatinamente, la cultura japonesa comenzaría a tener presencia. Los oriundos del país del sol naciente, ya no estarán circunscritos sólo a la región central, sino que lograrán instalarse y llevar sus actividades económicas a las principales ciudades y pueblos de la república: Puerto La Cruz, Anaco y El Tigre (Anzoátegui); Cumaná y Carúpano (Sucre); Maturín (Monagas); Ciudad Guayana y Ciudad Bolívar (Bolívar); Barquisimeto (Lara); Mérida (Mérida); San Cristóbal y San Antonio (Táchira); y Maracaibo (Zulia); época ésta de amplitud hacia los grupos asiáticos por parte del régimen militar, Por otro lado, como consecuencia del desarrollo explosivo de la economía en Japón y con ello, la reducción a los incentivos para las migraciones, el número de nipones que vinieron a América Latina disminuyó drásticamente en los años sesenta, finalizando prácticamente este proceso en el continente. Signos de mayor dinamismo y organización en Venezuela mostrará la comunidad japonesa en la década siguiente. Se crearon la Asociación Japonesa de Caracas, el 1 de mayo de 1974; también la Asociación Japonesa de Venezuela, el 17 de agosto de 1975, registrada como persona jurídica en 1976; y la Nisuikai conformada por los representantes de las compañías japonesas. El Colegio Japonés de Caracas abrió sus puertas en Valle Fresco en 1975, entrando en crisis administrativa el Colegio Suplementario, pero recuperado gracias al apoyo de la Embajada. En 1978, el Colegio Japonés se mudó a la Castellana; y el 2 de diciembre, se conmemoraron los 50 años de la inmigración japonesa al país. Finalmente, podemos apreciar que esta primera

El sabio, Arístides Rojas.

Arístides Rojas fue uno de los polígrafos venezolanos más importantes del siglo XIX. Su conocimiento y obra dejó un gran legado para la cultura venezolana.

La leyenda de Ricaurte

En 1814 se da la batalla de San Mateo, una de las más duras de la independencia. Ahí se da la leyenda de Ricaurte, patriota que se inmoló por la República, dando el ejemplo del deber por encima de la vida.

La Venezuela que soñó un día Blanco Fombona

Rufino Blanco Fombona El escritor, historiador y político venezolano, Rufino Blanco Fombona, fue un hombre polémico de su época. Estuvo en La Rotunda, fue enemigo de Gómez y un hombre de terrible temperamento. Usó su idioma nativo como si de un arma de guerra se tratara. Era, sin duda, de corriente bolivariana, aunque también se puede visualizar en sus escritos históricos la influencia del positivismo. El 5 de septiembre de 1904, estando en Amsterdam, cavila, reflexiona y analiza sobre su país. Una de sus prácticas literarias fue la construcción de un diario íntimo, aunque muchas de sus partes desaparecieron por quienes le adversaban en la época de Gómez, otras páginas de más vieja data han quedado para la historia. Ese día escribe en su diario lo que el considera que necesita Venezuela para transformarse en la nación que tanto se anhela. Su análisis corresponde a la época, pero puede que en alguno de sus planteamiento nos encontremos con un hombre de gran visión sobre todo lo que refiere a la nación; en otros veremos como roza con el dogma del Libertador, soñando con Colombia, la grande. Acá dejamos extractos de su diario de aquella mirada de aquel hombre. 5 de septiembre ¡Cuánto hay que hacer en provecho de nuestro país! Hay, lo primero y ante todo, que llevar cueste lo que cueste, inmigración, principalmente italiana y española, que tan bien se asimila; pero sin olvidar fundar algunas colonias con gente del Norte de Europa: alemanes, suecos, etc. Esta gente nos dará virtudes que los latinos no poseen… sin olvidar las lecciones que nos enseñan en cuanto a problemas de inmigración, los Estados Unidos. Lo segundo que debe establecerse sobre sólidas bases es la instrucción pública; no la instrucción superior, sino antes que nada la instrucción elemental y técnica. Necesitamos técnicos: muchas escuelas de minas, muchas escuelas de agricultura, de ganadería, de artes y oficios; y necesitamos que el último indiecito en la última aldeúca sepa leer y escribir… los ingenieros, abogados y médicos vendrán después. Al contrario, creo que los hay de sobra; y que esos médicos sin clientela, esos abogados sin pleitos, esos ingenieros desocupados son vivero de ambiciones política, perturbadores del desarrollo normal del país. Crear ciudadanos es la mejor venganza que se puede tomar contra los bárbaros y su desgobierno. Necesitamos buenas Escuelas Normales. Y, sobre todo, necesitamos crear caracteres de alta temperatura moral. No debemos fabricar leyes y leyes, en serio. Basta con que las que existen se cumplan. Una ley mediocre que se aplica es preferible a una ideal que todos burlan. Hay que crear el respeto a la ley, principalmente en los que deben aplicarlas. Hay que establecer vías de comunicación por todo el país y que no permanezca el Norte separado del Sur, ni el Este tan extraño del Oeste como si no se tratase de una sola nación. ¿Desde cuándo no se tiende un kilómetro de riel en Venezuela? ¿Es comprensible que los productos de una región del país no puedan se conducidos a otra región, al punto de que resulte más barato traerlos del extranjero? Sin comunicaciones, no hay vida común. Sin vida común, no hay sentimientos comunes. Sin sentimientos comunes, no hay patria. Conviene mandar jóvenes en número de millares —no menores de veintiún años y ya con sentimiento nacional bien desarrollado en los hogares, en las escuelas y en las lecturas— a formarse o terminar de formarse técnicamente en Europa… En Alemania para que aprendan disciplina social; para que allí estudien la medicina, la química, la filosofía, las industrias; los que vayan a estudiar para ingenieros mecánicos y para marinos, para banqueros y comerciantes, a Inglaterra; militares y escritores, a Francia; pintores, a España; escultores, a Italia, a pesar de las últimas pastas italianas de escultura. Y así a cada país sacarle su mejor substancia. Alejarnos política y económicamente de Estados Unidos, mientras se pueda, sin dejar de estudiarlos; fomentar el hispanoamericanismo y estrechar lazos con las pequeñas potencias de Europa como Bélgica y Holanda, que nos puedan prestar dinero y fomentar nuestras riquezas, sin que temamos por nuestra independencia. España es uno de los países de Europa cuyo acercamiento puede sernos más provechoso. Venezuela debe armarse: no se respeta sino a los fuertes. Ya se ha dicho: el hierro fortifica. Debe establecerse el servicio obligatorio. Algún será quizás un progreso que no lo haya. Hoy no… Nuestras costas están a merced del primero que se presente con media docena de buques… Es necesario fomentar el espíritu marinero de nuestras poblaciones costaneras. Es necesario fundar arsenales, astilleros, darle a nuestras costas y a nuestro país la seguridad que dan en una casa la cerradura, la policía, el derecho del amo… y su revolver. Es necesario crear un plantel de hombres aptos, preparados, técnicos, en cada uno de los ramos de la administración del Estado. Son indispensables especialistas de talento, de carácter y muy patriotas para la carrera diplomática y no escoger solo a los diplomáticos entre los que tienen don de gentes o buena figura. Es necesario acabar con la ignominia de las reclamaciones extranjeras, que es el mejor negocio de los diplomáticos europeos y yanquis. Los financistas profesionales faltan. Debemos modificar la administración del país. Hay que darle nuevas bases a la economía nacional. No es posible que cada contrato que firme el Estado con cualquier empresa sea ruinoso a la postre para el país por imprevisión. No es posible que nuestras propias riquezas naturales lleven los millones al extranjero y nos dejen pauperismo y descrédito. Nuestro código de minas merece atención especial. … Hay que crear una guardia civil, sobre el modelo español y con especialistas de España, para que acabe con ese bandolerismo que tan a menudo se llama revolución. No existe un solo ramo de la Administración del Estado que no esté pidiendo reformas… Nuestros desiertos y fronteras de Guayana deben ser colonizados con gentes y curas nacionales. Debemos allí multiplicar las escuelas, fundar pueblos, fundar fuertes, abrir comunicaciones, crear intereses, crear vida civilizada

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