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Retrato de Joaquín Crespo

¡Ese carricito es un hombre!

El periodista Óscar Yáñez nos dejó un legado de conocimiento histórico, proveniente de la historia contada y transmitida a través de la palabra. Conozcamos un poco sobre un carricito que, siendo muy pequeño, decidió tomar un arma e irse a luchar con los adultos. El niño y el general El general liberal, Manuel Borrego, recibió desde pequeño a Joaquín, un pequeño temerario, que lo acompañaba a donde fuese. Cuenta Yánez, que un día iban galopando Borrego y un joven, el primero en su caballo, y el segundo en un burro. El jovencito le preguntó a Borrego «Mi general, ¿Usted me puede dar un chopito?» a lo que el general estupefacto le respondió «¿Y un «chopito», para qué, muchacho?», «Para cuidarlo a usted, porque usted me ha contratado para que yo lo cuide». Ante esto, Borrego le aseguró al joven, que al volver a casa, le iba a dar un chopo, pero que no lo podía disparar, a lo que Joaquín asintió. Al llegar a la casa, el general ordenó a la servidumbre que le prepararan una escopeta, le recortaran el cañón, le colocaran cuatro proyectiles y se la dieran a Joaquín. Luego Borrego le recordó al joven que no debía usarlo. ¿Yo no lo le advertí que se quedara quieto? Al día siguiente, Borrego y el joven salieron a buscar a los revolucionarios, pero cayeron en una emboscada del Gobierno. El general le dijo al muchachito que se escondiera detrás de una mata y se fue a hacer frente contra su enemigo. A poco tiempo de irse al frente, sintió que alguien a su lado también estaba disparando. Era el joven Joaquín que «echaba plomo». Ante esto, Borrego exclamó «¿Yo no le advertí que se quedara quieto? ¡Deje de disparar!» ante la orden de Borrego, el joven respondió «No, porque yo lo estoy cuidando» Aquel día fue cuando Borrego dijo «Carajo, este carricito es un hombre». Y ese carricito, al pasar los años se transformó en presidente de la República. Ese carricito era Joaquín Crespo. Fuente Yánez, Óscar. ¡Así son las cosas! Intimidades de los presidentes. Historias, calumnias y chismes. Editorial Planeta.

La muerte de Boves o de las tantas que tuvo

En la historia de Venezuela, uno de los episodios más estudiados es, sin duda, la Guerra de Independencia, la misma, quizás, presenta demasiados elementos aún sin resolver, en parte por falta de datos concretos, y en parte por la gran tergiversación por parte de intereses políticos y también académicos, aunque suene increíble, la historia de Venezuela ha sido una fuente inagotable de discursos políticos y también de héroes como ha sido el caso de Bolívar o Páez o de héroes inexistentes, en fin, todos han querido tener su propia versión de los hechos.  Parto de este último caso para escribir este artículo. Hace unos meses hicimos un Instagram live en Hechos Criollos en el cual invitamos al abogado César Pérez Guevara, quien nos planteó un tema muy interesante, el cual se tituló: “…Bolívar debe morir…”, en dicho live, nos mostró una perspectiva nietzscheana del mito creado en torno a la figura del Libertador Simón Bolívar y de cómo, para poder avanzar como sociedad, debíamos eliminar a esos falsos ídolos creados a partir de figuras históricas, lo impresionante de este nivel de análisis, es que aplica a otros personajes de nuestra historia: Páez, Piar, Luisa Cáceres, Zamora, Guzmán Blanco, Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Pérez Jiménez, Betancourt, Carlos Andrés Pérez, Hugo Chávez, en fin, nuestra historia, entendida desde esta perspectiva, se concentra en el personaje y no en el hecho. Bajo esta premisa, existe pues una cierta mitificación de los “villanos” de nuestra historia nacional, pues, cual obra literaria, si existe un héroe sin duda debe existir un villano, y nuestro villano por excelencia es don José Tomás Boves Rodríguez, antagonista supremo pléyade independentista, de aquella serie fílmica llamada “Guerra de Independencia Venezolana”; asesino, psicópata, monstruo, adicto a las degollinas y a las violaciones, el “Atila” caribeño, el “Azote de Dios”, en fin, muchos apodos y acusaciones, algunas con pruebas y otras producto de esa mitificación. En este artículo no busco ahondar en estos crímenes, solo me interesa mostrar a quienes me leen el misterio que ronda la muerte de José Tomás, si, hasta el sol de hoy he podido conseguir algo más de cinco versiones de la misma, unas más interesantes que otras, su muerte, más que significar el fin de aquella “Legión Infernal” en palabras de Juan Vicente González, pasó a ser un caso inconcluso, digno de un premio “Cangrejo de oro” a quien lo resolviera. A continuación, les mostraré un extracto de la obra del doctor José María Nuñez “Apoteosis del Libertador”, en su capítulo 5 este hecho contado de la misma boca del General Padilla Urbaneja al Doctor José María Núñez, quien fue testigo presencial de este diálogo. Les presento el original con la ortografía de la época:  «En Noviembre de 1822 se encontraba el señor Comandante Antonio Padilla Urbaneja, Ilustre Prócer, en el sitio de Apamate, Sección Guárico, en compañía del General Zaraza cuando en una mañana se presentó allí un hombre blanco, alto, de apellido Delgado, y de regular porte, con algunas cargas de café, cacao y papelón procedentes de los Valles de Orituco, que había negociado por aquellos lugares. Zaraza, dotado de una prodigiosa memoria, al verlo le dirigió inmediatamente la palabra; y hé aquí el diálogo entre ámbos sugetos [sic].       Zaraza — ¿No sabe usted qué hombre mató a Bóves, puesto que usted era uno de los que venían á la cabeza de las caballerías godas? Delgado — Quien mató á Bóves fue la misma persona que me lo pregunta. —Me parece que está usted equivocado, porque usted no me conocía ántes. —He tenido ocasion de verlo á usted varias veces en Chaguarámas y el Valle de la Pascua, antes de que fuera usted militar. —Eso es otra cosa; pero se duda hasta ahora quién fuese el autor de la muerte de Bóves. —Voy á probarle que fué Usía, de modo que no le quede duda. Yo iba á la cabeza de la caballería goda y á la derecha de Bóves: á la izquierda de éste, un zambito ñato, muy acreditado de valiente, llamado José, á quien aquel dijo al ver que la caballería de Usía venía sobre él: José, ¿tú serás de los primeros conmigo? Contestándole: Si, señor. Entónces Bóves dijo: avance esa caballería y se colocó á su cabeza. Venía Usía montado en un caballo rucio azul, de cobija calada echada sobre el hombro izquierdo, y el sombrero amarrado á la barba con un pañuelo. —Exactamente. —Bóves se adelantó y se encontró con Usía, que le derribó del caballo de un lanzaso [sic], y en la confusion que esto produjo, por el fuerte empuje de la caballería de usted, nos pusimos en completa derrota, no oyendo sino el crugido [sic] de las lanzas en el cuerpo de nuestros compañeros. Yo me confundí con los patriotas dando gritos de “avancen,” y pude así escaparme é ir á incorporarme en la ala izquierda de nuestro ejército, donde ví que la caballería de Monágas había sido derrotada y la infantería patriota también. Después no supe la suerte que corriera el espaldero de Bóves, ni lo volví á ver más tarde en el ejército en Maturin cuando ocupamos aquella plaza. —Reconozco que usted dice la verdad, pues en efecto fui yo quien le quité la vida á Bóves, á quien conocia perfectamente desde el año de 1813; y es esta la primera vez que lo digo, porque nunca he querido hacer ostentación de tal hecho, que pudiera atribuirse á jactancia de mi parte, y por lo cual deseo que esto no pase de nosotros. —Lo que acabo decir se lo he referido á varios en los Valles de Orituco; pues habiendo presenciado los asesinatos cometidos en los prisioneros en Urica, resolví no servir más á los españoles y me retiré a Orituco.» Como podemos apreciar, esta versión es una preciosa joya que vale la pena leerla, pues, nos reafirma un poco más aquella teoría de que fue el General Pedro Zaraza quien le dio muerte a Boves en la batalla de

La navidad en Venezuela

Diciembre es uno de los meses más intensos en celebración de venezuela. Aunque esto coincide con toda la cultura occidental, las tradiciones criollas se han mezclado con las de otras naciones, haciendo difícil distinguir el resultado del mestizaje y la herencia hispana, con el sincretismo moderno, siendo la navidad en Venezuela, una variación y tradición digna de estudio. Diciembre es una época de unión familiar, de amor y fraternidad. Por ello, dedicamos este artículo dedicado a esta increíble época. La música La navidad en Venezuela amanece con múltiples géneros musicales que abarcan todo el territorio nacional. El aguinaldo Un género de música folclórica venezolana, característico del mes de diciembre. El género deriva del villancico europeo y se divide en aguinaldo de parranda y aguinaldo religioso. La tradición consiste en que los músicos van de pesebre en pesebre, para cantar los aguinaldos. Esto suele darse, hoy en día, en los pueblos, ya que en ellos se conservan más las tradiciones que en las grandes ciudades. Para varios autores la palabra aguinaldo significa «regalo» por lo que explica que los aguinalderos, que van a cantar a los pesebres, reciban regalos como dulces y comida, luego de cantar. Entre el 16 y el 24 se celebran las misas de aguinaldos, que preseden a la misa de Gallo, únicas para Venezuela, ya que la tradición católica no acostumbra cantos alegres durante este periodo. Esta tradición suele culminar con fuegos artificiales, aunque en algunos casos solo se toma chocolate o café. En el caso de las parrandas, se trata de aguinaldos, donde los músicos o parranderos van de calle en calle, interpretando los aguinaldos. Aunque en el caso de la parranda, este género se ha desprendido de la época navideña y suele darse durante todo el año, en ciertas zonas del país. La gaita zuliana Es un género musical característico del estado venezolano, Zulia. Se dice que su nombre significa «cabra» y se relaciona con el género porque de la piel de ella se construye la membrana del furruco. Es un género que toma forma con el mestizaje entre la herencia española y las formas aborígenes, y africanas. Este género se da especialmente en diciembre, junto con las celebraciones decembrinas, pero también durante todo el año en algunas regiones del país. El pesebre o nacimiento Esta es una tradición proveniente de España e Italia, y que en Venezuela perdura, acompañada por el estilo artesanal venezolano. En España, a esta representación se le llama Belén y consta de hacer una interpretación del nacimiento de Jesús. La navidad en Venezuela está principalmente adornada por su pesebre, ubicado en calles, casas, establecimientos e instituciones. Gastronomía navideña Si algo caracteriza la cultura venezolana y a la navidad en Venezuela, son sus platos y en diciembre se visten de gala. La gran esperada durante todo el año es la hallaca venezolana, una torta de harina de maíz rellena de un guiso que mezcla ingredientes como nuestras etnias, aborigen y española. Esta delicia viene vestida de hojas de plátano. El pan de jamón no se queda atrás y acompaña a la hallaca, relleno de jamón, tocineta, pasas y aceitunas. Todo esto junto a la magnífica ensalada de gallina y el pernil de cochino. Como postres, aparece el dulce de lechosa, la torta negra y el panettone. Entre las bebidas destaca el ponche crema, un licor dulce que se prepara, principalmente, durante las fiestas navideñas. Entre sus ingredientes están la leche condensada y el ron venezolano. Fue creada por el venezolano Eliodoro González P. cuya patente fue entregada por el propio Cipriano Castro, ex presidente de Venezuela. La paradura del niño Se trata de una tradición unida al pesebre, ya que consiste en el «robo» y la «búsqueda del Niño». Esta se realiza desde el 1 de enero hasta el 2 de febrero. Es una tradición muy común en las zonas de Mérida, Boconó y Barinitas. En ella se interpreta que el Niño ya puede caminar y se ha levantado del cuidado de sus padres, y nadie sabe donde está. En algunas regiones suelen teatralizar la paradura, como elemento característico de la navidad en Venezuela. La danza de los pastores Esta danza es típica de Aragua y Carabobo, justo en la misa de Gallo, donde un hombre vestido de colores y con cachos en la mano se dirige a la iglesia, danzando seguido por unos pastores y pastorcillas con sombreros de cogollo, el titiriji, el viejo y la vieja. Las pastorcillas son hombres vestidos de mujer. Cuando culmina lamisa, aparece el Ángel Gabriel, representado por una niña, quien saluda al Niño e inicia una danza junto con el hombre de los cachos y los pastores. Al final los pastores entregan un presente, para agradecer por el pago de sus promesas, hasta que el hombre de los cachos entrega los cuernos como ofrenda. Se acompaña con aguinaldos religiosos conocidos como el villano, el entregue y el levante. El día de los inocentes, los locos y las locaínas Estas tradiciones se dan el 28 de diciembre, en Venezuela, se acostumbra hacer «caer por inocente» ese día a los conocidos. Se le engaña con algo que desea y luego al verse la víctima, ilusionada, se le dice «caíste por inocente. Esto va arraigado a los locos y locaínas, una celebración pagana que la iglesia buscó acabar en Europa, cambiándola por el día de los Santos Inocentes. En Venezuela se da principalmente en Carabobo, donde personas se disfrazan de locos y salen a pedir dinero para un hijo enfermo, usando bromas jocosas y vestuarios llamativos. Los hombres suelen vestir de mujer, y las mujeres de hombre. Los Reyes Magos Se celebra el 6 de enero y evoca la llegada de los reyes, quienes traen regalos a niño Jesús. En algunas regiones se suelen hacer representaciones teatrales, pero su forma más simple es la aparición de los reyes en el pesebre. Los niños colocan zapatos en las puertas de sus habitaciones para que los reyes depositen sus presentes. Se realiza una cena donde se invitan a amigos y

El hachador perdido

Los espantos acechan nuestras tierras con sus tormentos como el silbón. Existen aquellos que guardan la tierra del hombre, una conciencia que queda en la narración de nuestros antepasados hasta hoy. No solo son cuentos para aterrar a los más pequeños, nos recuerdan que debemos cuidar de nuestro entorno, actuar bajo códigos morales y mantener las tradiciones; forman parte de nuestra educación. Es muy valioso mantener ese acervo cultural y recordar que en la villa de  San Fernando de Ospino, principalmente durante los días santos, suele deambular el Hachador.  Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí El requiem del Hachador «Si por la noche se escucha cabalgar algún lamento en San Casimiro, se pinta la sombra de tu recuerdo, si es que te encuentras penando en las montañas del tiempo, con gusto Hachador Perdido, yo te rezaré tu Credo.» A mediados del siglo XX, un leñador decidió construir su propia urna para el viernes santo y partió hacia las montañas en busca de madera. Antes de salir, una mariposa negra se posó en su puerta, lo que era de mal augurio, ya que donde estas se detienen se acerca la muerte. Sin embargo, era un hombre ambicioso y no creyó en la advertencia de aquellas antiguas creencias. Cuando emprendía a cortar el tronco que usaría, Dios lo castigó quitándole la vida. Su alma quedó condenada a vagar por aquellas tierras donde en vida habitó, acechando a los cazadores y leñadores que se atrevían a ir tras las lapas o la madera. Cazador hachado En los años un ochenta, un grupo de amigos se fueron de cacería en Ospino. Salieron de noche, cuando ya todos dormían. Entre los amigos que se aventuraron, estaba Luis Tavares, que bajo presión social cedió participar, aunque no era muy dado a andar por aquellos lares de noche. El grupo armó un espacio para acampar cerca de un río, y así tener cerca una fuente de agua en caso de necesitarla. El joven Tavares, con el temor de la oscuridad, se armó con una «morocha», una escopeta de dos cañones.  Prepararon la logística para poder tender una trampa a la presa y a Luis ubicaron en un árbol, donde esperaría en lo alto. Cargaba con él una linterna, aunque la mantenía apagada para no ahuyentar a la posible víctima.  Luego de un largo rato de espera, Tavares decidió encender la linterna, y de pronto, entre las ramas, vio unos ojos brillantes, como si se trataran de dos llamaradas que flotaban apuntando hacia su ubicación. Escuchó un ruido de pasos sobre hojas secas y buscó a su alrededor, pero había perdido los ojos de vista. El árbol donde se encontraba tembló desde su base. El sonido de un impacto asustó a Tavares.  Aterrado, el joven cayó del tronco y se le disparó la escopeta, lo que alertó a sus otros compañeros. Ellos fueron hacia donde el se encontraba y lo auxiliaron, aunque todos negaron haber visto a alguien, coincidieron de que se trataba del Hachador.  Al Hachador no le gusta la tala Durante los años 50′, gobernaba la junta militar, quien se dedicaba a realizar obras y proyectos en distintas regiones del país. Nuestra Señora de La paz de Guanarito no pasó desapercibida para el gobierno. Se establecieron cubicadores de madera en las montañas de Guanarito, Turén y Ospino. Mientras trabajaban, muchos reportaron que un hombre los acechaba con un hacha. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí

El Silbón: del hombre a la leyenda

«Dicen que El Silbón nació en El Vijao,y otros que en Guanarito se ha criao;pero lo cierto es que entre Portuguesa y BarinasEl Silbón se ha quedao», Juan Pablo Rojas Hidalgo. Cuando cae el mes de mayo en Portuguesa, sus habitantes saben que es momento de recogerse en sus casas, ya que mayo es el mes de los espantos. Los muertos caminan por las noches, bajo las lluvias y la oscuridad, buscando a aquellos que, obviando las advertencias de sus abuelos, se aventuran en busca de placer y fortuna.  ¿Quién era «El Silbón»? Joaquín Flores nació en El Vijao, en el estado Barinas, hijo de Carolina Flores y de Rosendo Silva. No sé sabe con exactitud cuando nació, pero se presume que fue en el siglo XIX, aunque algunas investigaciones dicen que pudo ser mucho antes. Tenía un hermano llamado Juan Flores y un perro llamado «Tudesco» neologismo de «thiudiska», nombre que recuerda la presencia de los alemanes, primeros en gobernar en territorio venezolano, ya que así denomiban los indígenas al alemán Nikolaus Federmann; quien fuera Teniente de Gobernador de Coro y brevemente Capitán General de la Provincia de Venezuela.  La leyenda El «canilludo», era como apodaban a Joaquín por su estatura. Era un joven de esos a los que se les dice «malcriado» por su comportamiento caprichoso y dado a reacciones iracundas, posiblemente producto de no haber sido reconocido por el padre y ser consentido por la madre. Un día de mayo, junto a su perro Tudesco, salió con su progenitor a cazar, quien buscaba asumir su rol paterno y corregir a su hijo quien había obtenido el vicio de la bebida. Joaquín estaba deseoso por conseguir un venado, pero el «canilludo» era muy poco hábil para la caza y pasaba más tiempo silbando que cazando. Debido a su poca destreza, pidió a su padre que le cazara un venado pero este se negó, para obligarlo a conseguir su propia presa y que parara de silbar.  Resentido, Joaquín desistió de la caza y de regreso, una garúa cayó sobre ellos. A lo lejos una tormenta daba un espectáculo en el cielo, lo que hizo que apuraran el paso. Por el camino, ambos se encontraron un tronco que les impedía avanzar. —Enderéceme ese palo— dijo Joaquín escondiendo una sonrisa burlesca—. —¿Cómo lo voy a enderezar, canilludo, no ves que creció torcido?— respondió el señor Rosendo, molesto—.  —Eso mismo pasó conmigo, me dejaste crecer torcido y ahora pretendes enderezarme. Joaquín agarró a su padre por sorpresa y lo derribó de un golpe, para luego matarlo en el suelo. Agonizándo, su padre lo maldijo a vargar por la eternidad, cargando sus huesos en su espalda como eterno tormento sin poder parar de silbar. Sin embargo, no le bastó con aquel horrendo acto, sino que además le sacó la asadura y se la llevó a su madre para que la salcochara.  Algunos cuentan que al regresar a casa también mató a su madre y que su hermano Juan trató de detenerlo pero apenas y logró sobrevivir.  ¿Viene «El Silbón»? Se dice que cuando su silbido se escucha cerca es porque está lejos y cuando se escucha lejos es porque está cerca. Los relámpagos y la lluvia, anteceden su llegada en las noches de mayo. Va acompañado de su perro Tudesco, quien fielmente le sigue eternamente.  Cuando una familia escucha, durante la noche, a alguien dejar caer un saco, es posible que el silbón esté contando los huesos de su padre. Si se le escucha contar, no ocurre nada, pero si nadie lo escucha, al amanecer un miembro de la familia de la casa morirá. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí Adaptación: G.J.Jiménez Notas Esta historia corresponde a una adaptación de la leyenda de «El Silbón», basada en lo que se cuenta sobre él en el Llano venezolano. Aquello que dio vida a la leyenda, posiblemente haya quedado olvidado en el tiempo. Otra historia, cuenta que fue el abuelo quien lo maldijo y que asesinó a su padre porque este insultó y mató a su esposa por ser una mujer de mala vida. 

El enano de la torre de la catedral

«No le des fuego al tabaco del enano»  Hace mucho tiempo, cuando Venezuela era una provincia del Imperio español, una época donde la luz eléctrica aún no existía y la oscuridad invadía cada rincón al caer el sol, se dice que un enano se aparecía por las noches a los hombres adúlteros que luego de dormir con su amante, regresaban a su hogar. Esto se transformó en una leyenda, contada por los abuelos, que casi quedaría olvidada cuando llegó la modernidad. Para algunos, se trata de una historia para evitar el adulterio, pero puede que haya quienes no estén tan de acuerdo. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí El enano de la torre de la catedral A inicios del siglo XX, un hombre, buen mozo, salió a escondidas de su esposa, para ver a una enamorada, pasada la medianoche. Llevaba una botella de ron para calmar el frío y los nervios. Sin embargo, mientras avanzaba, un temor crecía dentro de él sin saber por qué.  Sintió que alguien le seguía, por lo que volteó en varias ocasiones pero no divisó nada cerca de él. «Tal vez sería un ladrón, o algún espanto de esos que cuentan las historias», pensó el hombre, sin detenerse.  Aquella sensación no se iba de él y cada vez era más fuerte. Volteó a su derecha y de nuevo solo encontró la soledad de la calle. Un aullido rompió el silencio y lo hizo saltar de miedo. Cuando logró mirar de donde venía aquel sonido vio a un perro callejero. Sus hombros se relajaron y sus nervios se transformaron en una carcajada.  Al pasar frente a la Catedral observó una pequeña silueta de lo que ser parecía un niño. Era un enano, sonriente, vestido con un sombrero de alas anchas y punta chata, con un estilo de ropa de antaño, cuando Venezuela era una provincia. Le hizo señas al hombre para saludarlo y pedirle que se acercara. Este respondió al saludo y se dirigió para ver que quería.  —Joven, pudiese usted encenderme el tabaco—, dijo el enano con voz estridente—. Para no ser descortés con el hombrecillo, el hombre sacó un yesquero para ayudarle. Estaba preocupado por la hora, ya que hacía mucho que había salido de casa. —Puede decirme la hora, señor— preguntó al enano— —Son las doce y cinco de la madrugada en Caracas y en el reloj de San Pedro, en Roma, son las seis en punto…— Dijo el enano señalando al reloj de la catedral—. Pero la voz había cambiado y fue entonces cuando el hombre descubrió aquello que tanto advertía la olvidada leyenda. El enano reveló su verdadero rostro, el de un demonio del infierno que aterroriza a aquellos que cruzan luego de la medianoche por aquellas calles donde fue anclado. Largos colmillos salieron de su boca y su cuerpo creció hasta ser tan grande como la catedral y con voz gutural aturdió los pensamientos del joven.  —Gracias por encender mi tabaco, ahora os llevaré a conocer el verdadero fuego—.  Una risa resonó y dejó al hombre paralizado ante aquella escena, al reaccionar, inició una carrera buscando alejarse de aquella criatura. De uno de sus bolsillos traseros sacó su billetera y de ella una cruz de palma que siempre guardaba con él, como es costumbre en Venezuela.  A pesar de la larga carrera, cayó desmayado y fue descubierto más tarde por un oficial que hacía su rutina por la zona. Fue trasladado a su casa y atendido por diferentes médicos. Pasó mucho tiempo en recuperarse y siempre se negó a hablar sobre lo que le vivió aquella noche. Aquel hombre no volvió a salir ebrio pasada la medianoche y repitió a sus hijos hasta el fin de su vida: «No le des fuego al tabaco del enano». Dicen que el enano desapareció con el tiempo, pero su leyenda sigue caminando por los alrededores de la Catedral y hay quienes aún escuchan su risa.  Origen Se cuenta que aquel enano era un sujeto que en vida fue molestado por los habitantes por su condición. Unas mujeres lo persiguieron, burlándose e insultándolo, hasta que este se escondió en la Catedral y no salió más hasta su muerte.  Guzmán Blanco y el enano de la catedral Una noche, el autócrata civilizador, Antonio Guzmán Blanco, salió de la Casa Amarilla, donde estaba ubicado el antiguo palacio presindencial, para ver por donde iba a empezar a realizar las remodelaciones de la catedral, que veía fuera de lugar frente a su sueño afrancesado de Caracas. Cruzó la Plaza Bolívar, recién inaugurada donde antes estaría la Plaza Mayor. Caminó alrededor de la fachada, para ver por donde iniciaría las demoliciones y a lo lejos vio a un enano fumando un tabaco. Del susto, Guzmán se devolvió al palacio y no salió hasta el día siguiente, decidiendo dejar tranquilo el templo. La música y el enano Billo Frómeta tendrá un tema llamado «El muerto de Gradillas que se dice, trata del enano, pero no lo nombra por respeto. También existió una agrupación de Punk, de finales de los 80, que usó el nombre «El enano de la catedral». Adaptación G.J.Jiménez

La trágica muerte de Mamacuri el cazador

Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí Nuestros nativos tuvieron grandes guerreros y los relatos sobre ellos tienen sus propias enseñanzas. Tal es la historia de Mamacuri, una que destaca por la relación directa que existe en la destreza y el orgullo, que puede llevar al hombre, incluso hasta su muerte, pero también la lealtad a la amistad y el no dejarla ceder ante la adversidad. Camino a la tragedia En las proximidades del bajo Orinoco, vivió un hombre cuyas habilidades se transformarán en leyenda. Dicen que su nombre puede encontrarse en la fundación de Nueva Andalucía, hoy Cumaná. Creció dedicado a la caza y su habilidad para la misma los transformó en uno de los mejores cazadores entre los caribes. Su nombre pudiese indicar que tuvo algún tipo de origen o nexo con los Incas, así que pudo haber viajado desde el Sur. El vocablo «Mama», entre los Incas, se relacionaba a madre, padre o creador; y curi pertenecía a la lengua caribe o chaima. Así, su nombre sería algo cercano a «Padre del acure». En aquella época, cuando vivía Mamacuri, un misionero viajó a aquel lugar donde el Orinoco desemboca en el mar. Ahí lo conoció, donde apunto de ser víctima de una pantera parda, una flecha cruzó en el aire para dar con aquella bestia y salvar al hombre de fé. Se trataba de un Cacique y Piache, amigo de Queipa, otro Cacique, a quien se le destacaban grandes habilidades sobrenaturales. Fue llevado a su tribu, la cuál conoció de cerca y pudo notar que Mamacuri no solo era un hábil cazador, sino también tenía la capacidad de domesticar a los animales salvajes. El aborigen era respetado por todos los demás, manejaba el arco y la flecha, así como la jabalina, la cual utilizaba para la pesca. Principalmente, Mamacuri era seguido por un Papagayo (una especie de loro), muy parecido a Guacamayo quien también los domesticaba; y un morrocoy, quienes lo acompañaban en sus caminos por la selva. Incluso se podían ver distintas aves y conejos realizar trucos poco usuales, que Mamacuri les había enseñado. En su espalda, llevaba como trofeo, la piel de algún felino o bestia que hubiese vencido, por lo que solía variar su vestimenta, ya que eran muchos los trofeos que este había logrado. El misionero llegó a evidenciar como los animales, ante su mirada, se volvían sumisos. La tragedia de Mamacuri Mamacuri era orgulloso, y aunque solía ser tranquilo, poco dado a la violencia, le enfurecía que dudaran de sus habilidades. Tarai o Tacuarai, el Gran Cacique, también conocido como Guaratari, sin embargo, no titubeó en poner en duda y burlarse del temido cazador. En su condición, no le debía respeto a quien estaba por debajo de él. La leyenda cuenta que esto ocurrió como resultado de una disputa entre el cacique Queipa y Guaratari. Queipa había realizado una alianza con los españoles, en la que estaba relacionada su hija Tibaire, una nativa de los Jirajara. Guaratari, quien deseaba a la hija de Queipa envió al piache Tiznado para que este consiguiera a Tibaire para él, en petición a Queipa, pero este se negó. Esto terminó de enfurecer a Guaratari. Queipa pide ayuda de Mamacuri, para enfrentar la ira del Gran Cacique, y este buscó intervenir entre ambos, pero lo único que logró fue conseguir la burla y el desprecio de Guaratari. Aquello enfureció a Mamacuri, quien decidió enfrentarse al Gran Cacique, junto a Queipa. En respuesta, Guaratari decidió cazarlo. Mamacuri fue seguido y capturado, ante el poderío de aquel líder nativo. En castigo, fue amarrado en medio de la selva a un árbol, donde se le dejó para que las bestias que él había cazado le dieran muerte. Al tiempo, apenas quedó rastro de la existencia de aquel poderoso nativo, que murió humillado, producto de su orgullo. Muerte trae más muerte Queipa murió a manos de Tiznados y Guaratari siguió en su lucha, hasta que se encontró con el español Juan Fernández de Alderete, quien tenía prometida a Tibaire, la Jirajara. Fernández se enfrentó a Guaratari y en el camino fue asesinado el piache Tiznados, a quien debía parte de su suerte por sus habilidades místicas. De esta lucha, sale muerto Guaratari, mientras que Fernández terminó casado con la hermosa Tibaire, quien luego será bautizada como Irene. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí FuenteReyes, Antonio. Caciques de Venezuela. Wikipedia. Nota: Gran Cacique era aquel que dominaba varias tribus de una lengua común. Cada tribu tenía su cacique, y de todas, se seleccionaba a un Gran Cacique, como lo fueron Guaicaipuro y Guaratari.

Guacamayo, el cacique y el papagayo.

Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí Entre los aborígenes que habitaron nuestra tierra, se cuenta que hubo al que se conoció como Guacamayo. Este nativo tenía una cualidad única, y era la capacidad para que las aves lo siguieran a donde iba. Fue un importan cacique y piache de Tacarigua. Su dominio de las aves le daban su poderosa reputación. Vivía en la Laguna de Tacarigua dedicado a la caza y la pesca.  La guerra contra España Guacamayo combatió contra los españoles, a quienes consideró sus enemigos. Frente a la Laguna, gritó de desesperación y lanzó todos sus instrumentos de caza al agua para luego jurar: «Mientras esta tierra no vuelva a ser libre jamás volveré a ocuparme de otra cosa que no sea luchar por lanzar a los intrusos blancos hasta más allá del mar».  Papagayos Se dice que no solo las aves lo seguían, sino también un ejambre de papagayos, conocido actualmente como una artesanía tradicional venezolana que vuela por los aires sostenida por un pabilo a su dueño. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí Fuente Reyes, Antonio. Aborígenes de Venezuela. 

Los uniformes escolares en Venezuela

«Si en mi Patria fueren a erigirse estatuas a los hombres eminentes, yo votaría porque se levantara una al hombre que después de las fatigas de la guerra, de los desengaños de una vida agitadísima, tuvo aún fuerza de ánimo para luchar con una juventud indócil, cuyos padres no comprendía el valor del servicio que él se proponía hacerles a ellos y a la Patria» José Antonio Páez sobre Feliciano Montenegro. En el año 1839, don Feliciano Montenegro y Colón, un educador y autor de obras didácticas y militares, quien fuese participante en la Independencia de Venezuela, creó el Colegió de la Independencia. Acababa de ser electo, el centauro, Páez, como presidente de la República.  Aquel colegio fue donde asistió Guzmán Blanco y otros hombres de su época, inscrito por su padre, Leocadio Guzmán, quien fuese defensor de Montenegro. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí La aparición del uniforme escolar El colegio Independencia innovó con el uniforme escolar, el cual era una especie de casaca. El objetivo de dicho uniforme quedó descrito por Montenegro: «…por los malos hábitos que los niños adquieren por la libertad que disfrutan a toda hora en las calles, plazas y pulperías… nunca será superfluo, que si es posible, se haga presentar a los niños en público con alguna prenda de ropa o divisa que indique pertenecer a la escuela». Dicho uniforme permitía vigilar y tener control sobre las costumbres, buenas prácticas y el comportamiento de los jóvenes. Daba identidad a los estudiantes y era fácil identificar que aquel joven uniformado pertenecía al colegio, donde debería encontrarse. Fuente Alcántara Polanco. Biografía de Guzmán Blanco. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí

Al día con la historia

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