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Retrato de Joaquín Crespo

¡Ese carricito es un hombre!

El periodista Óscar Yáñez nos dejó un legado de conocimiento histórico, proveniente de la historia contada y transmitida a través de la palabra. Conozcamos un poco sobre un carricito que, siendo muy pequeño, decidió tomar un arma e irse a luchar con los adultos. El niño y el general El general liberal, Manuel Borrego, recibió desde pequeño a Joaquín, un pequeño temerario, que lo acompañaba a donde fuese. Cuenta Yánez, que un día iban galopando Borrego y un joven, el primero en su caballo, y el segundo en un burro. El jovencito le preguntó a Borrego «Mi general, ¿Usted me puede dar un chopito?» a lo que el general estupefacto le respondió «¿Y un «chopito», para qué, muchacho?», «Para cuidarlo a usted, porque usted me ha contratado para que yo lo cuide». Ante esto, Borrego le aseguró al joven, que al volver a casa, le iba a dar un chopo, pero que no lo podía disparar, a lo que Joaquín asintió. Al llegar a la casa, el general ordenó a la servidumbre que le prepararan una escopeta, le recortaran el cañón, le colocaran cuatro proyectiles y se la dieran a Joaquín. Luego Borrego le recordó al joven que no debía usarlo. ¿Yo no lo le advertí que se quedara quieto? Al día siguiente, Borrego y el joven salieron a buscar a los revolucionarios, pero cayeron en una emboscada del Gobierno. El general le dijo al muchachito que se escondiera detrás de una mata y se fue a hacer frente contra su enemigo. A poco tiempo de irse al frente, sintió que alguien a su lado también estaba disparando. Era el joven Joaquín que «echaba plomo». Ante esto, Borrego exclamó «¿Yo no le advertí que se quedara quieto? ¡Deje de disparar!» ante la orden de Borrego, el joven respondió «No, porque yo lo estoy cuidando» Aquel día fue cuando Borrego dijo «Carajo, este carricito es un hombre». Y ese carricito, al pasar los años se transformó en presidente de la República. Ese carricito era Joaquín Crespo. Fuente Yánez, Óscar. ¡Así son las cosas! Intimidades de los presidentes. Historias, calumnias y chismes. Editorial Planeta.

¿Cómo Guzmán Blanco venció al Centauro?

El Tratado de Coche, fue la reunión en la cual, se puso fin a la Guerra Federal, con el triunfo de Falcón sobre José Antonio Páez. En esta victoria, tuvo gran influencia Guzmán Blanco, que gracias a lo aprendido durante la guerra, logró entender las fallas del Centauro y como poner el escenario a su favor.  Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí El plan para vencer a Páez Guzmán Blanco, quien era un hombre instruido, se dedicó a analizar al líder de los Conservadores, y primera lanza venezolana, José Antonio Páez. En aquella tarea entendió que Páez estaba sosteniendo la guerra con base a su personalidad y que este, al pensar de esa forma, atacaría directamente al líder de los federales, Juan Crisótomo Falcón. De esa forma, Páez usó a todos sus ejércitos para acabar con aquella guerra pero según Blanco, se encontró con un escenario diferente: «El Gral Falcón sabe que la Revolución no es él, sino la Federación, ni de él sino del pueblo… seis batallas han sido necesarias y las hemos dado y hemos triunfado…» La debilidad que aún tenían los liberales era la marítima. Esto les restaba velocidad de respuesta frente a los conservadores. Por ello, todo giró en buscar privarlos del «dominio del mar». De ahí Guzmán trazó el siguiente plan: Cercar Caracas, ostigando desde Villa de Cura, Turmero, Cagua y Maracay y luego completar y cerrar su línea entrando por Barlovento y los Valles del Tuy hacia Petare. Reunieron municiones y ganado e hicieron funcionar los ataques para cofundir al enemigo para que este no supiera cuál era el ataque principal.  Hacia el tratado Al verse imposibilitado de ganar la guerra, Páez se convenció de que había que buscar la paz. Todo terminaría con el Tratado de Coche, Paéz entregaría el poder a la Asamblea, esta a Falcón y Guzmán Blanco quedaría como Vice-Presidente. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí Fuente Alcántara Polanco.  Biografía de Guzmán Blanco. G.J.Jiménez

La frase que inmortalizó el General Soublette

Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí El general Soublette recibió la presidencia del Centauro en dos oportunidades. Durante su segundo mandato, en el año 1843. Soublette asistió al ensayo de una obra donde se rumoraba que lo satirizaban. Al llegar pidió al director y a sus actores que actuaran como si el no estuviese ahí. Con el terror que les embargaba, hicieron lo que se les pedía. Al terminar, se acercó al director, a quien le aseguró que no le afectaba lo que se decía en la obra y formuló su famosa frase: «La república no se perderá porque el pueblo se ría de su gobernante. La república podrá perderse cuando el gobernante se ría de su pueblo», dijo y se fue al despacho presidencial. Otra versión de este hecho, cuenta que  Soublette asistió a la obra y que al concluir, este hizo llamar a su casa al autor Francisco Robreño. A instancias del magistrado y con el natural nerviosismo, Robreño leyó la parte en que este se burla ante Soublette. Sin inmutarse el Presidente sentenció: «Todo está muy bueno, además de que no me trata a mí tan mal, no tiene sino ligeras burlas, y créame usted: «Venezuela no se ha perdido ni se perderá, porque un ciudadano se burle de un gobernante; se perderá porque un gobernante se burle de sus ciudadanos». La enseñanza que deja el General Soublette, acerca de como debe comportarse un presidente, es una lección que debería estar entre los principios de todo gobernante.  Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí G.J.Jiménez Ilustración de Jorge Sambrano

Pasaporte de Francisco de Miranda, 1787

El 10 de agosto de 1785, Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez parte de Londres con su amigo el coronel inglés Smith, para asistir a las famosas manobras militares del ejército de Prusia al mando del rey Federico II, ya para esta fecha es considerado peligroso por las autoridades de la corona española a la cabeza del conde de Floridablanca, que urden un plan  para apresarlo en Francia.  Sin saber nada de la emboscada española en la ciudad de Calais en Francia, decide viajar a Prusia a través de Holanda –República de los Siete  Países Bajos Unidos, para la época-  llegando al puerto neerlandés de Hellevoetsluis, quizá por un azar de la providencia o simplemente porque esa ruta resultaba un tanto más corta y menos agotadora para el viaje. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí Llegada a Prusia Pocos días después de llegar a Europa continental y de haber desembarcado en el puerto de Hellevoetsluis, tanto Miranda como su amigo el coronel Smith recorren aproximadamente unos 650 kilómetros hasta Prusia, donde son recibidos por el Príncipe Ferdinand de Brunswick y el rey Federico II. En la ciudad de Potsdam a las afueras de Berlín, Lafayette les ofrece recibirlos en París luego del periplo que tienen programado; sin embargo Miranda desconfía de Lafayette pues considera que es un agente al servicio de la corona de España. Periplo hasta Dinamarca En su camino hacia la ciudad de Viena, Miranda y el coronel Smith contemplan varios campos de batalla que fueron el escenario de glorias militares pasadas en el centro de Europa. Al arribar a la ciudad de Viena -capital del Imperio para aquel momento-, deciden visitar la biblioteca imperial, donde se percatan de un uniforme que perteneció al conquistador español Hernán Cortez, obsequio para el emperador Carlos V. Luego al acudir a un teatro en Viena, quedan admirados por la discreción y sencillez del emperador José II. Posteriormente Miranda se dirige en solitario hacia Hungría donde reside por 3 días en el palacio Eszterháza del Príncipe Miklós Esterházy, donde el compositor Joseph Haydn le sirve de anfitrión.  Entre noviembre de 1785 y marzo de 1786, recorre varias partes de Italia, haciendo anotaciones de los lugares que visita, tomando lecciones de italiano al mismo tiempo que resaltaba en sus anotaciones el patrimonio artístico, así como la suciedad de las ciudades y la poca honestidad de sus ciudadanos. Su próximo destino será Grecia, a la que llega luego de haber cruzado el Mar Adriático hasta llegar a la ciudad de Dubrovnik para continuar navegando a lo largo de la costa de Dalmacia hasta arribar a una Grecia bajo dominación turca  que le impresiona por la amplia afición de sus habitantes hacia la música, observa por primera vez lugares y monumentos que sólo ha imaginado en sus lecturas de la antigüedad, traduce del griego y del latín numerosas inscripciones de los monumentos que contempla. Miranda pasa de Grecia a Turquía donde visita la ciudad de Esmirna y luego pasa a Estambúl, ciudad que lo deja impresionado al escribir: «No se puede [..] dar una cabal idea del grupo bello y grandiosísimo que desde el mar presenta la ciudad de Constantinopla» En Turquía las autoridades asumen que Miranda es un noble al leer incorrectamente su pasaporte, de allí en adelante será llamado «Sr Conde», lo que le servirá para despistar a los agentes de la corona española que buscan dar con su paradero. Entre octubre de 1786 y septiembre de 1787 se encuentra Miranda en territorio ruso y en la Mancomunidad de Polonia-Lituania invitado por el rey Estanislao II Augusto Poniatowski, último rey de Polonia como Estado-nación independiente;  una de las ciudades de importancia a la que arriba Miranda durante este período es Jersón en la actual Ucrania, luego encontramos a Miranda siendo presentado ante el influyente y muy poderoso príncipe ruso Grigori Potemkin, amante de la zarina Catalina II de la cual recibe Miranda protección diplomática, el derecho a portar el uniforme de coronel ruso y  10.000 rublos. Miranda se embarca en el puerto ruso de Kronstadt con destino a Suecia el 7 de septiembre de 1787, ya en Suecia presenta sus credenciales ante Andrei Razumovski diplomático ruso en Suecia, quien le recomienda asumir un bajo perfil y mucha cautela ante la presencia de posibles espías españoles. En Suecia Miranda visita minas de cobre, industrias, y la biblioteca real donde conoce al rey Gustavo III, quien sospecha que Miranda pueda ser un espía ruso. La mayor parte del mes de noviembre de 1787 se encontraba Miranda en la ciudad de Cristianía -actual ciudad de Oslo capital de Noruega-, visitando los típicos lugares de su interés: bibliotecas, zonas militares, minas, puertos y bosques. Miranda estaba impresionado con este país escandinavo llegando a escribir: «Es algo digno de admiración, ver el grado de civilización, de instrucción y elegancia como estas personas viven aquí… es el resultado del comercio y la comunicación que poseen con Inglaterra y Holanda» El 12 de noviembre de 1787, el gobernador de la ciudad de Cristianía –actual ciudad noruega de Oslo-, le otorga a Miranda un pasaporte para pasar a Dinamarca por tierra a través de Suecia, en aquella época tanto Noruega como Dinamarca formaban parte del mismo Estado con el nombre de Reino de Dinamarca y Noruega  (Kongeriget Danmark og Norge). El pasaporte indicaba lo siguiente en danés: Hans Kongelige Maiestets til Danmark og norge   Geheimeraad samt stiftbefalingsmand og amtmand over aggershuus und Ridder Giör vitterligt: at naervaer ende Herr oberste de Miranda kommen agter nu at foretage en reife (ikke nogen smitsom Sygdom for naervaerende Tiid  grafferer) og har til den ende forlanget Pafs af mig til denne Reife Hvorfor min tienslige Begiaering er til alle forekommende óvrigheder og andre, at de ei aleene ville lade bemeldte Herr oberste de Miranda frit og ubehindret forrsaette dene reife, men endog i paakommen  Tifaelde vaere dertil behielpelig. Til Bekraestelse under mit Seigl og min haand Christiania 12 de noviembre 1787. Traducción Jörgen Erich Scheel (En nombre de) Su Real

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