Los espantos acechan nuestras tierras con sus tormentos como el silbón. Existen aquellos que guardan la tierra del hombre, una conciencia que queda en la narración de nuestros antepasados hasta hoy. No solo son cuentos para aterrar a los más pequeños, nos recuerdan que debemos cuidar de nuestro entorno, actuar bajo códigos morales y mantener las tradiciones; forman parte de nuestra educación. Es muy valioso mantener ese acervo cultural y recordar que en la villa de San Fernando de Ospino, principalmente durante los días santos, suele deambular el Hachador.
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El requiem del Hachador
«Si por la noche se escucha cabalgar algún lamento en San Casimiro, se pinta la sombra de tu recuerdo, si es que te encuentras penando en las montañas del tiempo, con gusto Hachador Perdido, yo te rezaré tu Credo.»
A mediados del siglo XX, un leñador decidió construir su propia urna para el viernes santo y partió hacia las montañas en busca de madera. Antes de salir, una mariposa negra se posó en su puerta, lo que era de mal augurio, ya que donde estas se detienen se acerca la muerte.
Sin embargo, era un hombre ambicioso y no creyó en la advertencia de aquellas antiguas creencias. Cuando emprendía a cortar el tronco que usaría, Dios lo castigó quitándole la vida. Su alma quedó condenada a vagar por aquellas tierras donde en vida habitó, acechando a los cazadores y leñadores que se atrevían a ir tras las lapas o la madera.
Cazador hachado
En los años un ochenta, un grupo de amigos se fueron de cacería en Ospino. Salieron de noche, cuando ya todos dormían. Entre los amigos que se aventuraron, estaba Luis Tavares, que bajo presión social cedió participar, aunque no era muy dado a andar por aquellos lares de noche. El grupo armó un espacio para acampar cerca de un río, y así tener cerca una fuente de agua en caso de necesitarla. El joven Tavares, con el temor de la oscuridad, se armó con una «morocha», una escopeta de dos cañones.
Prepararon la logística para poder tender una trampa a la presa y a Luis ubicaron en un árbol, donde esperaría en lo alto. Cargaba con él una linterna, aunque la mantenía apagada para no ahuyentar a la posible víctima.
Luego de un largo rato de espera, Tavares decidió encender la linterna, y de pronto, entre las ramas, vio unos ojos brillantes, como si se trataran de dos llamaradas que flotaban apuntando hacia su ubicación. Escuchó un ruido de pasos sobre hojas secas y buscó a su alrededor, pero había perdido los ojos de vista. El árbol donde se encontraba tembló desde su base. El sonido de un impacto asustó a Tavares.
Aterrado, el joven cayó del tronco y se le disparó la escopeta, lo que alertó a sus otros compañeros. Ellos fueron hacia donde el se encontraba y lo auxiliaron, aunque todos negaron haber visto a alguien, coincidieron de que se trataba del Hachador.
Al Hachador no le gusta la tala
Durante los años 50′, gobernaba la junta militar, quien se dedicaba a realizar obras y proyectos en distintas regiones del país. Nuestra Señora de La paz de Guanarito no pasó desapercibida para el gobierno. Se establecieron cubicadores de madera en las montañas de Guanarito, Turén y Ospino. Mientras trabajaban, muchos reportaron que un hombre los acechaba con un hacha.
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