Nevado, el perro del Libertador

Entre las leyendas de nuestro país está la del famoso Nevado, el perro del Libertador. Antes de hablar de Nevado y su historia es importante conocer la existencia de la raza Mucuchíe, una raza de perro venezolana creada por el Dr.  Wilender Ferrari que posiblemente descienden de perros pastores o de rebaño traídos de España. El mucuchíe suele ser blanco con manchas negras, aunque hay casos contrarios donde el perro es negro con manchas blancas. Puede llegar a medir 71 centímetros y pesar unos 50 kg, en el caso del macho, y 40kg en el caso de la hembra. La cabeza es larga, cuneiforme, de frente redondeada con surcos en el entrecejo ligeramente arrugados. Sus orejas son medianas, de puntas triangulares, ubicadas más arriba de los ojos, las cuales levanta en estado de alerta. Tienen ojos oblicuos y pardos, tienen una leve papada, un cuello corto, fuerte y musculoso. Tienen un cuerpo fuerte, capaz de aguantar grandes trabajos. Son de pelaje abundante, fuerte y lanudo, en algunos casos lacios y otros ondulados. Su cola es larga.  A pesar de ser un perro originalmente de rebaño, la escasez de estos hizo que perdiera esta habilidad con el tiempo pero conserva su condición de perro guardián.  Su temperamento puede llegar a ser agresivo con desconocidos pero muy afectuoso con los conocidos, además de ser muy inteligente lo que permite que puedan recibir muy bien los entrenamientos. Es el perro nacional de Venezuela y actualmente existe una fundación FUNEV, encargada de preservar al perro, aunque hubo agrupaciones dedicadas a ellos desde el año 1961.  El encuentro de Nevado y el Libertador Avanzaba el ejército patriota por Mucuchíes cuando dio con la casa en que habitaba el viejo, don Vicente Pino. Al acercarse, un perro de gran tamaño, corpulento y lanudo, de color negro azabache pero con manchas blancas en las orejas, el lomo y la cola. El, entonces, brigadier Simón Bolívar, al ver a aquella extraña raza que hacía frente a las lanzas de sus hombres, mandó a bajar las armas fascinado con su presencia. Don Vicente Pino gritaba «¡Nevado!» una y otra vez cuando dio con el ejército patriota. El señor Pino apenado calmó al animal y se puso a la orden de los defensores de la República. En aquel lejano lugar pernoctaron Bolívar y sus hombres para seguir la dura marcha de la gesta independentista. Al partir el brigadier preguntó a don Vicente si podía tener alguna cría de aquella hermosa raza de perros andinos, a lo que el amable señor respondió de forma afirmativa. Durante la tarde, Bolívar recibió a un niño, Juan José Pino, que venía con Nevado al lado, enviado por el señor Pino. Ante aquello exclamó sorprendido «¡Este es el cachorro que me envía tu padre», a lo que el niño asintió asegurándole que se trataba de un perro aún cachorro. El edecán del perro El brigadier Simón Bolívar no pudo menos que quedar encantado por el obsequio y no hacía menos que acariciarlo y admirarlo. Sin embargo, al desconocer sobre la raza del perro sus costumbres y cuidados, pidió a sus hombres que buscaran en el pueblo alguien que conociera al animal y que lo ayudara a cuidarlo. Así dieron con Tinjacá, un nativo puro que conocía a Nevado desde mucho más pequeño. Para probar que eso era cierto Tinjacá hizo un silbido a gran distancia y luego de un rato de esperar el perro se apareció ante él. Bolívar, encantado, nombró a Tinjacá el edecán del perro, encargado de cuidarlo a donde fuera, aunque el mismo Simón se encargaría de alimentarlo.  Bajo las manos del taita infernal Nevado participó en los viajes y batallas del Libertador, cuya fama estaba unida al mito de Bolívar. Sus ladridos retumbaban con los tambores y disparos. Sin embargo la historia patriota tuvo su gran antagonista, el poderoso demonio de los llanos, el taita Boves. Así como Morillo diría que el Libertador era más peligroso en la derrota que en la victoria, Boves recogía una cualidad parecida, pues luego de ser derrotado por Campoelías, no descansaría hasta lograr aplastar a sus enemigos. A pesar del poderío de Nevado, este perdía el juicio durante las batallas, por lo que el Libertador mandó a Tinjacá a amarrarlo. Esto causó que sus ladridos revelaran la posición patriota durante la batalla de La Puerta, donde Boves avanzó con su venganza. De esta forma el perro y Tinjacá fueron capturados por los realistas. Boves también quedó fascinado por el animal, cuya fama le precedía, por lo que perdonó la vida de Tinjacá para sus cuidados. Luego de un tiempo, durante el sitio de Valencia, cuando el sanguinario realizaba una masacre bajo el sonido de la música, Tinjacá planificó un escape que casi le cuesta la vida de ambos. Desató al perro y se fue lejos, sin él, para que no lo notaran. Pero cuando estaba a gran distancia usó el famoso silbido que hizo que el animal saliera corriendo hacia donde estaba el nativo. luego de encontrarse cambiaron la dirección para confundir a las hordas de Boves y lograron alejarse hasta perderse.  La batalla de Mucuchíes Tinjacá y Nevado partieron lejos, llegando de nuevo a su antigua tierra y uniéndose a los patriotas en la batalla de Mucuchíes, pero en ella la tragedia volvió a caer sobre la República, que fracasaba ante el poderío realista. El perro y Tinjacá desaparecieron en aquel asalto, sin lograr encontrarse con el Libertador y muchos los dieron por muertos. Aún así Bolívar, que desconocía el paradero de ambos, guardaba la esperanza de volver a encontrarlos y sentía que Nevado seguía con vida. El reencuentro en el páramo Cuando el Libertador volvió a las tierras andinas y llevó su paso sobre Mucuchíes, en Moconoque, se encontró de nuevo frente a la casa de don Vicente Pino, pero ya este no la habitaba, se había ido a Nueva Granada con su familia. Preguntó por el perro pero nadie sabía de este, todos parecían desconcertados ya que tanto realistas como patriotas hacían las mismas

El cronista de Mérida Tulio Febres-Cordero

Así como el sabio Arístides Rojas cultivó las historias, leyendas y tradiciones de Caracas, Tulio Febres Cordero, su discípulo, lo hizo para Mérida. No solo se trata de un cronista, fue un hombre de leyes, de letras y de educación, tradicionalista y creador incansable, dedicado a su región de origen y a su vez a Venezuela, dejando una amplia obra de identidad nacional. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí La prensa y la ley Tulio Antonio Febres-Cordero Troconis nació en Mérida el 31 de mayo de 1860, hijo de Foción Febres-Cordero y Georgina Troconis y Andrade, lo que lo hace un hombre de ascendencia mantuana. Sus tíos Favio Febres-Cordero e Indalecia Almarza fueron sus primeros formadores, antes de pasar a la Escuela de varones de Mérida. Estudia en la Universidad de los Andes, continuando sus estudios de Bachiller en Latinidad y Filosofía. Fue muy dado al arte y al oficio artesano, desarrollando la técnica en zapatería, relojería, tipografía, encuadernación, caligrafía, dibujo y pintura. En la universidad andina se va por la carrera de Derecho, graduándose a los 22 años.  A un año de graduarse de la universidad, en 1883, contrae matrimonio con la dama merideña Teresa Carnevali Briceño, hija del italiano José Carnevalli, un comerciante que tras malos momentos de quiebra y ruina, sufrió un ataque cerebral que le acabó el juicio. Con ella tuvo varios hijos.  Aunque su especialidad académica estaba relacionada con las leyes, fueron las letras las que acapararon su atención post universitaria. A los 25 años crea el periódico El Lápiz, y años más tarde, en 1896, funda el Centavo, y en 1902 El Centauro. Su incursión por la prensa no fue casualidad ya que de joven habían incursionado como tipógrafo y tenía conocimientos en aquella industria, al punto de llegar a tener su propia imprenta en la cual ejerció como impresor y tipógrafo. Escribió bajo los seudónimos de Amaury, Roque y Pablo.  Docencia y obra de Febres-Cordero Gracias a sus grandes virtudes, heredadas del sabio Rojas, se convirtió en profesor de la Universidad de los Andes,  catedrático de Historia Universal entre los años 1892 y 1924. Fue nombrado vicerrector interino en 1912 y rector honorario en 1936, por el mismo Presidente de la República de Venezuela, Elezar López Contreras, quien le asignó una pensión, aunque no elevada, bastante justa por sus labores por la nación. Este acto fue criticado por los líderes de los partidos políticos en formación que venían de la generación del 28, como oposición de Juan Vicente Gómez, y repitieron en actos subversivos.  Llegó a recibir múltiples honores gracias a sus múltiples facetas, como: Miembro de la Academia latina de Ciencias, Artes y Bellas Letras de París (1912). Medalla de Instrucción Pública. Orden del Libertador con el grado de Comendador. Gran Cruz de Caballero Pontificio de Su Santidad León XIII. Entre sus obras destacan sus trabajos como cronista de Mérida, su estudio etnográfico sobre una raza matriz de nativos americanos, trabajos sobre Colón, mitos andinos, anéctodas de la independencia recogidas de archivos o por tradición oral, entre otras. Fue uno de los literatos que no llegó a salir nunca del país, sus áreas de conocimiento abarcaron la teología, la literatura, historia, leyes, prensa y lingüística. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí FuentesHistoria de Mérida, Carlos Chalbaud Zerpa. Enciclopedia de Venezuela, Tomo VII, leyendas y tradiciones.  Wikipedia. 

La leyenda del Capitan y Amalivac

Cuenta una antigua leyenda que un Capitán llamado Antonio Santos llegó en sus exploraciones hasta el mismísimo Dorado, tierra ambicionada por los alemanes cuando gobernaron Coro y de la cual se desprende la novela «La luna de Fausto» de Francisco Herrera Luque. Dicha leyenda describe aquel lugar perdido y ambicionado. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí El Capitán Antonio Santos Entre voces ha recorrido la leyenda del Dorado,  y de esa misma forma, la del español que llegó a él. Aunque la más común dice que fue en busca de sus tesoros y encontro mil maldiciones, Celestino Peraza nos da diferentes luces sobre lo que motivó al explorador a penetrar la sierra de Paracaima, hasta la cumbre de Parakambo, en plena Guayana venezolana, ante el imponente Roraima y sus alrededores. Existe una fuerza que puede mover a los hombres que supera la misma ambición por lo material y es el amor o la compañía de una mujer que pueda complementar su vida. El capitán había enviudado dos veces y descubrió en sus expediciones algo en que enfocar su energía y pensamientos. Fue el encuentro con Macapú, cacique de los arecunas, lo que impulsó al explorador a emprender su viaje, pero sus razones fueron muy lejanas a lo que muchos creerán. De la boca del nativo supo que en la cima de la sierra habitaban especies superiores que eran: los rayas con la boca en el ombligo; los cíclopes, altos y con un ojo en la frente y los cabeza de perro. Antonio Santos, viudo, había vivido relaciones conflictivas donde sus señoras habían sido mujeres celosas, mientras él, un hombre de poca fuerza para soportar la tentación del sexo opuesto. Al saber de la posibilidad de conocer mujeres de otras razas, pensó que podía hallar en ellas la libertad de amar sin ser celado. Macapú, el apoto¹ arecuna, ante la insistencia, aceptó guiar al capitán hasta el pie de la sierra, pero no más, porque él tenía prohibido ir más allá. El trono de Amalivac Varios días tomaron al capitán y sus hombres para hallar la entrada que los guiaba al lugar donde habitaban aquellas razas que relataba Macapú. Celestino describe aquella travesía de los exploradores de la siguiente forma: «Entró en su pequeña embarcación por la boca del Caroní… grandiosas cascadas contemplaron con admiración donde se pierde hace siglos una fuerza de quinientos mil caballos, suficiente para mover una línea férrea desde el Orinoco hasta la región aurífera… pasaron frente Caruachi, Guri, San Serafín, San Pedro… Atravesaron luego la Sierra Paracaima erizada por filones auríferos intocados hasta ahora; descendieron al monte Umarida, donde nace el río Sirumu; siguieron las aguas de éste que caen al río Branco, y por este continuaron navegando hasta la desembocadura de Macayai donde llegaron empezando a oscurecer, después de sesenta días de navegación… Alzaron la vista hacia la cumbre de Parakambo, de 2508 metros de alturas y tuvieron que cerrar los ojos deslumbrados por los rayos que la coronaban». A 300 pies dieron con una caverna donde cada pocos pasos tropezaban con huesos humanos en lo que parecía ser las ruinas de una ciudad perdida en el tiempo. Al salir de la necropolis y llegar a la cima se encontraron con aquellas razas que les había relatado el arecuna. Las criaturas los rodearon y llevaron hasta la casa del anciano Torocaima, que habitaba en el lugar. En perfecto castellano este les conversó y sorprendedido, el nativo después de un largo interrogatorio, preguntó: —¿No es la tentación del oro, el deseo de encontrar el Dorado, lo que os hizo subir a esta montaña? —En parte puede ser eso también, pero no por codicia, sino por la novedad, por el mérito de ser el primero en encontrarlo, —explicó el Capitán—. —Pues bien, lo habéis logrado, estás en el Dorado. Estás en el imperio de Cora Capac, llamado Amalivac por los aborígenes de América, pero debes saber que el mortal que llega al Dorado no vuelve a su país, debe prepararse a vivir o morir aquí si llegasen a intentar escaparse. Para el Capitán fue sencillo decidir quedarse y luego de un tiempo interrogó al anciano quien le explicó que la dinastía Capac no desapareció, sino que Manco Capac huyó junto a su mujer Mama-Cusi y su servidumbre superviviente, hasta que llegaron al Dorado. El capitán deseaba una mujer de otra raza, que no lo celara, a lo que el anciano Torocaima le dijo que tenía lo que buscaba. Antonio Santos y sus hombres fueron llevados ante el Inca y ahí se le ofreció al capitán la mujer que soñaba. Estaban en el Palacio de oro de Cora Capac y tenía frente a él a una mujer hermosa hecha a su medida. El explorador no dudó en hacerle una cortesía pero esta no se inmutó. Torocaima le explicó que la mujer era ciega, así que entonces intentó hablarle pero esta no respondió. Entonces el anciano le dijo que tampoco podría responderle porque además de ciega era sordomuda. Frustrado el Capitán replicó. El viejo, sabio, le explicó que una mujer que no sea celosa solo puede encontrarse en las estatuas, pero que él le ofrecía una mujer que de cinco sentidos tenía dos, lo que disminuye en tres partes los temores de conflicto. Con esta explicación, el capitán cedió y aceptó el presente que recibía. Seis meses después el capitán apareció en el Delta, narrando sus historias y lo que había descubierto, pero muchos se preguntaron ¿Cómo y por qué se escapó? —Fingí que había muerto, fui arrojado a la caverna de los cadaveres y luego salí por donde había entrado. Cuando la gente le pedía volver, el se negaba, porque allá estaba su mujer, mucho más temible que sus difuntas, porque al carecer de sus otros sentidos había desarrollado el olfato y el tacto de tal forma que le perseguía por el olor y como no podía llorar ni insultar, le expresaba sus rabias o reclamos con sus uñas sobre su carne. Si quieres recibir

Anaida y Turupén

El contralmirante y escritor José Ramón Yepes, tuvo una obra cargada del nativismo regional. Este zuliano describió en su novela, Anaida, parte de como eran las tribus guajiras que convergían alrededor del lago de Coquivacoa. La hermosa novela de Yepes nos traslada a tiempos de antaño y nos describe aquellas culturas de las que poco se conoce hoy día. A la orilla del Coquivacoa A la orilla del gran lago de Coquivacoa, conocido como «de Maracaibo», habitaban varias tribus entre las cuales estaban, según nos cuenta Yepes, los poraucas zaparas y los poraucas aliles. Los primeros, se decían hijos del caimán, bendecidos por el manto de Amariba o el Genio bueno; mientras los segundos provenían de una petición que hizo Iboroco, un demonio que luego de despedazar a una garza y sacar todas sus plumas, pidió a Yarfá, el genio malo, espíritu maligno de la noche, que diera vida al más valiente nativo, llamado Alile, cuyo nombre quedó para su tribu. La tribu Zapara y la tribu Alile fueron rivales durante mucho tiempo y aunque tuvieron momentos de calma, todo cambiaría, cuando Aruao y Turupén se enfrentaran a muerte tras el grito de guerra. Anaida, la virgen. Al morir Naguala, dejó como hija a Anaida, la mujer más hermosa conocida a las orillas del lago. Así como bella, su vida era una tragedia, pues había tenido que ver morir padres y hermano, siendo su dolor una grieta que dividía su alma. Itota, sabia matrona capaz de ver lo que muchos hombres no alcanzan, había ofrecido al Alile Aruao, a Anaida como mujer, pero Turupén desconocedor de aquello, no dio descanso hasta cautivar a aquella fascinante mujer que sus ojos y pensamiento no abandonaban. Con el tiempo el amor se dio entre Anaida y Turupén, quienes decidieron unirse, lo que se transformó en una festividad única y caraterística de los poraucas. La venganza de Aruao Al enterarse Aruao, un ardor se produjo en su alma, iracundo, gritó y maldijo, hasta que decidido retó a Turupén a un combate a muerte. Toda la región tembló ante aquella proclama, y el astuto hijo de Iboroco no mediaría recurso para vengarse de Anaida y Turupen. Planificó aquel combate, el cual Turupén aceptó, y viajó hasta que el can negro, una culebra, le causó una herida. Al entender el riesgo de avanzar decidió esperar y llamar la atención de Turupén para que fuese hasta donde estaba él. Chaima, otro de los aliles, secuestró a Anaida y la llevó consigo hasta encontrarse con Aruao. El hábil nativo escuchó a los lejos, a través de la tierra, el avance de Turupén, así como el de Chaima, y por breve instante pensó que venían dos contra él, hasta que al llegar el alile, entendió de quien se trataba. Turupén, advertido por Itota, cambio su ruta para sorprender a Aruao, y al llegar no pudo menos que enfrentar a los dos aliles. Derrotó a Chaima y confrontó a su retador. La batalla fue larga y dura, pero al final, protegido por Amariba, Turupén vence a su rival y cae en los brazos de su amada. Así, los zaparas cantaron felices la victoria de Turupén quien pudo ganarse por el cortejo y por la fuerza, el amor de Anaida, la virgen. Manuel de Braganza Fuente Anaida, José Ramón Yepes

Guzmán Blanco

Guzmán Blanco y el Esequibo: Protocolo Rojas-Pereire

Posterior a la grandiosa labor de Fortique con respecto al territorio Esequibo, hubo otros actos que buscaron ejercer soberanía sobre ese territorio. Uno de esos casos fue el de Guzmán Blanco, quien tuvo una labor ardua en aquella dirección, aunque con errores y aciertos, sin dejar de lado las polémicas y enfrentamientos acompañados de acusaciones. Sin embargo, para la comprensión de aquello que acontece en nuestro territorio Esequibo, es necesario conocer este momento histórico. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí Protocolo Rojas-Pereire Para el año 1879, Guzmán Blanco, asistido por José María Rojas, negoció con la firma financiera Pereire, un protocolo para formar en Venezuela una sociedad agrícola e industrial. Esta firma, dueña de la Compañía general trasatlántica, estaba ligada al régimen de Napoleón III y había tenido una serie de conflictos por su agresividad y magnitud de sus operaciones.  El convenio comprometía a: La concesión gratuita y en completa propiedad de las tierras baldías que el concesionario elija según se necesitaren con el objeto de introducir la colonización extranjera en Venezuela. Las referidas concesiones estarán libres de todo impuesto. La concesión de todos los criaderos de carbón de piedra, descubiertos ó por descubrirse en Venezuela, propios de la Nación, mediante un derecho que se pagará al Estado sobre los productos netos de la explotación, después de deducido el interés y la amortización del capital empleado. El mencionado derecho se determinará en la escritura de concesión. La concesión de todos los guanos y fosfatos de que pueda disponer el Gobierno en el continente ó en las islas de Venezuela y mediante un derecho que se pagará al Estado sobre los productos netos de la explotación y según se indicará en la escritura de concesión. La autorización única, exclusiva y gratuita de fundar en Ciudad Bolívar, en Caracas y en cualquier otro punto que se designe, de acuerdo con el Gobierno, una fábrica de moneda en la que se convertirá en moneda del país todo el oro y plata de las minas venezolanas; á ese efecto el Gobierno garantizará la prohibición de la exportación del oro y plata, sea en lingotes ó sea en minerales. La concesión de la colocación del cable submarino entre las costas de Venezuela y el punto de las Antillas vecinas que mejor pudiese convenirle en caso que la concesión actualmente en vigor no se hubiese puesto á ejecución en el término estipulado. La nueva concesión se hará en las mismas condiciones que la precedente y con una reducción de 50 pg en los precios de las tarifas establecidas para los despachos del Gobierno. La concesión por preferencia de todas las riquezas mineras propias de la Nación como minas de oro, plata, cobre, plomo, caolín, asfalto, mediante un derecho al Estado que determinará en las escrituras de concesiones después de percibido el interés y la amortización según los usos del país. La concesión única, exclusiva y gratuita de un servicio de vapores en los rios Orinoco, Apure, Portuguesa, Arauca, Uribante, y otras vías navegables, así como en los lagos de Valencia, de Maracaibo y de sus afluentes, como también en los puntos de las costas de Venezuela que mejor convengan, y la canalización del rio Tuy. Los transportes del correo personal y material del Estado se harán por medio de los servicios proyectados en las condiciones que se determinarán ulteriormente. La autorización por preferencia para establecer ferrocarriles de via ancha ó estrecha, de tranvías y carreteras ordinarias, á cuyo efecto como remuneración, el Gobierno se compromete á dar los terrenos necesarios para su emplazamiento y además á conceder gratis cierto número de kilómetros de terrenos en ambos lados de las vías que se establezcan. La concesión única y exclusiva de explotación de los bosques del Territorio Amazonas y otros explotables de Venezuela, mediante un derecho al Estado que se fijará ulteriormente y se pagará en efectivo ó en materias primas á la elección del concesionario y en las condiciones arriba indicadas. La concesión de la explotación exclusiva de la quina en los Estados de Venezuela, mediante un derecho que se discutirá según se ha dicho más arriba. La concesión del derecho exclusivo de*emitir obligaciones con lotes, según se practica en Francia por la Ville de Paris y el Crédit Foncier. La autorización exclusiva y gratuita de crear todos los depósitos, mercados públicos, salas de venta con facultad de emitir cédulas negociables. La autorización exclusiva de fabricar dinamita y otros productos explosivos análogos, en todos los Estados de Venezuela, para lo cual el Gobierno se compromete á prohibir la entrada de dichos productos cuya manipulación podría ocasionar serios peligros. La concesión exclusiva y gratuita de la colonización de las islas del Territorio Colón, á condición de fundar en dichas islas y dejar al Gobierno á los 20 años, un muelle, una casa municipal, una iglesia, una penitenciaria y una población suficiente para entretener los cultivos existentes, cuya colonización el Gobierno se encargará de reglamentar. La concesión exclusiva y gratuita de establecer en Venezuela un depósito central de emigración destinado a recibir emigrantes de todos los países á su llegada y á distribuirlos según las necesidades de los propietarios. El concesionario tendrá derecho á emplear sus emigrantes en el cultivo de las tierras de su depósito central hasta que se haya verificado el reembolso de las cantidades que aquellos deban. Los propietarios que la contrataren le pagarán los gastos de pasaje y mantenencia, así como la comisión que convengan.  Las máquinas, instrumentos y accesorios propios á la explotación de todas las concesiones acordadas al señor Eugenio Pereire estarán exentas de todo derecho de entrada ó de salida.  La retribución de las concesiones que tienen dicho carácter será convenida entre el Gobierno y el concesionario ó sus apoderados, tomándose por base las retribuciones que se hayan estipulado anteriormente en casos análogos. El señor Eugenio Pereire tendrá siempre el derecho de ceder todas ó algunas de las precedentes concesiones, con tal que el cesionario ofrezca las garantías necesarias de moralidad y solvencia. El señor Eugenio Pereire acepta las

Celestino Peraza

Es curioso que, a pesar de lo que se conoce, muchos de nuestros literatos fueron de origen militar. La misma independencia y formación de nuestra República pasó por la mente de hombres que vivieron y participaron en batalla durante la guerra. Hay que tomar en cuenta que muchos de esos soldados fueron antes civiles y que por necesidades de la época llegaron a portar las armas. También tuvieron la oportunidad de viajar, conocer, explorar y cultivarse, teniendo una memoria nacional que superaría a un hombre estático en una de las ciudades dedicado a la lectura. Celestino Peraza Celestino Peraza Berroeta nació en Caguaramas, estado Guárico, en el año 1850. Se hizo marino, igual que el Cisne del lago, Yepes, y de la misma forma pudo aprovechar el tiempo sobre las olas para nutrirse de largas lecturas. No estuvo de acuerdo con la revolución legalista de Crespo y, posteriormente, llegó a ser ministro de Fomento y Secretario General de la Presidencia de Cipriano Castro, su amigo, contra el cual se levantó refiriéndose a él de «inepto como intolerable…, tiranuelo vulgar sin las más ligeras nociones de gobierno y de administración…» pero fue delatado. Este caso no llegó a mayores gracias al uso del telégrafo. Celestino era poseedor de una extensión de tiera aurífera que llegaba hasta el Cuyuní no llegó a desarrollar. Adquirió una prensa la cual usó para divulgar su posición política y sus relatos, con la revista «Horizontes». Su novela «Los piratas de la sabana» estuvo inspirada en el asalto al Correo del Oro, sobre el cual participó en la captura de los delincuentes, dirigidos por hacendado de Guasipati. Fue Gobernador de los estados Guárico y Táchira. Su muerte A pesar de haber sido dueño de una de territorio minero, Celestino murió arruinado y ciego en Villa de Cura, estado Aragua. Tuvo dos esposas, Rosa Odreman González e  Ysabel Maria Augusta Amalia Villegas Pulido y una hija, Teresa Peraza Odreman. Sus Obras importantes Escribió las «Leyendas del Caroní» donde exploró y dejó información valiosa sobre aquella región. También como indicamos antes, Celestino escribió «Los piratas de la sabana», así como «Carne humana» y «El muerto de la catara». Sus escritos forman parte del acervo cultural venezolano. G.J.Jiménez Fuente Enciclopedia de Venezuela, Tomo VII.

José Ramón Yepes el Cisne del Lago

«Sereno paisaje zuliano, con su cielo de porcelana y su lago sin brumas» Del mar a las letras El 9 de diciembre de 1822, nace José Ramón Yepes, en Maracaibo, quien sería años después, uno de los hombres de letras de nuestra Venezuela. Aunque de niño estudió en el colegio de don Feliciano Montenegro y Colón, donde tuvo una fuerte formación ciudadana y de cultura literaria, es curioso que al crecer no se iría por la rama de humanidades sino que realizó, a partir del año 1837, estudios de matemáticas en su ciudad natal. El 1 de diciembre de 1840 ingresó a la Marina embarcándose en la goleta de guerra «28 de Diciembre» e iniciaría sus estudios en la Escuela Naval de Maracaibo, hasta alcanzar el grado máximo de contralmirante. En 1864, el Mariscal Falcón lo ascendería a general de brigada. Su tiempo y su experiencia lo llevaron a llevar acabo acciones de guerra siendo jefe de escuadra. Llegó a batallar contra José Tadeo Monagas y a vivir en el exilio. Entre sus intervenciones militares destacadas estuvieron: El combate naval del puerto de Capana (1848). Participación como comandante de la goleta Intrépida en el paso de la Barra de Maracaibo. Comandante del bergantín Presidente y del vapor de guerra General Jackson. Comandante del apostadero. Capitán del puerto de Maracaibo en tres ocasiones (1850, 1858 y 1873). Director de marina en el Ministerio de Guerra y Marina (1874 y 1877), ocupando la cartera como ministro de Guerra y Marina, por 21 meses, en ausencia del titular, el general José Gregorio Varela. En su tiempo de ocio, entre mar y cielo, pudo dedicarse a los estudios humanísticos, adentrándose en el mundo de los grafemas. Dos historias de una tragedia No solo fue un militar de gran trayectoria, también tuvo actividad política, como diputado del Congreso Nacional y Senador, Ministro de Guerra y Marina, hasta encargado del Ministerio de Relaciones Exteriores. Sin embargo, hubo un rasgo que lo distinguió y fue su preocupación por la educación, elemento común en muchos venezolanos que han querido algo trascendental para Venezuela. En el año 1878 se retira de la vida pública y funda un Instituto de Enseñanza en Maracaibo, su ciudad natal. Fue director del instituto hasta la trágica noche del 22 de agosto de 1881, donde aún no se sabe cómo llegaría ahogarse aquel que más de una vez navegó sobre las aguas. La primera historia nos la cuenta Felipe Tejera, y dice que el contralmirante, mientras trabajaba en una poesía para el centenario de don Andrés Bello, decidió interrumpir su tarea para despejar la mente paseando por la orilla del Coquivacoa o lago de Maracaibo. Distraído, no divisó que había llegado al final del muelle y cayó, recibiendo un duro golpe que le impediría evitar ahogarse. Otra historia, dice que aquel 22 de agosto, Yepes naufragó de una barca en el lago y en aquel terrible accidente, coincidiendo con el destino narrado por Tejera, se ahogó. En 1949 su cuerpo fue trasladadado al Panteón Nacional.  En su honor fueron realizados dos bustos en la ciudad de Maracaibo, uno en la plaza homónima y otro en el Parque de La Marina. Yepes y su obra póstuma  Fue luego de su muerte, que el marino renació en la poesía, cuando, de forma póstuma, fueron publicadas todas sus obras. Entre los títulos que nos legó están: Poesías completas, Novelas y estudios literarios, Parnaso venezolano y Selección de poemas y leyendas de la Universidad del Zulia. Su prosa era romántica y nativista, inspirada, en gran parte, en su tierra zuliana. Fue conocido por algunos como el «Cisne del lago» y utilizaba en sus escritos el seudónimo de «Guairaratín». Se dice que al morir un cisne levantó en vuelo sobre las aguas del magno Coquivacoa, que según, «era su alma que voló en forma de cisne hacia el cielo». M. de Braganza Fuentes Enciclopedia de Venezuela, Tomo VII, Leyendas, tradiciones y costumbrismos.

¡Más malo que Guardajumo!

Nuestro pasado tuvo hombres virtuosos de gran reconocimiento, pero también tuvo aquellos que lograron fama por sus fechorías y malas prácticas. Así es como se inmortalizaron Boves, el Urogallo, y uno menos trascendental pero que forma parte, hasta de nuestro hablar: Guardajumo. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí Más malo que Guardajumo De la nada, polvo y humo se ha formado aquel Dios Sumo. La última hora ya presumo que ha llegado a Guardajumo.                                             Poeta, Gil Parpacen. Juan Nicolás Ochoa nació en el pueblecito de los Ángeles, al sur de Calabozo, entre los años 1780 y 1782, no se sabe con certeza. Descendiente de los Guamos, una etnia que habitó los llanos en épocas remotas. Desde pequeño, el indio Juan Nicolás, presentó tendencia a la vagabundería. Robaba a su madre todo aquello que pudiese vender y se rodeaba de la peor compañía. Siendo joven llegó a estar encarcelado pero con el tiempo fue obteniendo la habilidad de pasar inadvertido por las autoridades de la época. En su adultez, rapaz y experimentado, se va transformando en el salteador peligroso de la Provincia. Atrae a los viajeros para luego sacrificarlos, azota los hatos y mata a los animales; roba a los arrieros que transportan mercancía y desaparece por un tiempo para que le olviden y así volver con nuevas energías. Algunos lo tomaron por brujo por su capacidad para sorprender, atacar con su gavilla de madera y desaparecer, siendo considerado por algunos, un espíritu maligno. Junto a él, estaban forajidos que le obedecían, fuese a donde fuese, causando terror en todo el llano. Bajo esta táctica se formó el apodo de Guardahumo, aunque la pronunciación regional cambiaba la h por la j, quedando para la historia como Guardajumo. Llegaron a decir que podía transformarse en un tronco de árbol cubierto de humo y se burlaba de cuantos le buscaban. Su risa aterrorizaba a sus cazadores que no volvían a seguirle. Otros dicen que aquel apodo se debe a que formaba varias fogatas muy limitadas donde comía para que así no pudiesen hallarle. La muerte del terror La historia de como fue capturado y ejecutado Guardajumo nos lleva a hablar de dos leyendas de nuestra guerra de independencia. Uno, realista y el otro patriota, se trata de Jacinto Lara y José Tomás Rodríguez, quien luego será conocido como el Taita Bovés. Esta historia fue usada por el célebre escritor Francisco Herrera Luque y también es narrada por Arístides Rojas. El asturiano José Tomás, junto a Lara, fueron a comerciar con una mercancía que venía de Trinidad. Debían protegerla de los salvajes que azotaban los caminos. En Guárico, ambos al frente de su caravana, acompañados de valerosos peones, son emboscados por Guardajumo y compañía. El temor los arropa, pero aquellos dos futuros hombres de guerra ya daban muestra de ese fuego que ardía en sus corazones; Hicieron frente a los atacantes derribando a cuatro e hiriendo al fugado Guardajumo. Entre los capturados estaba el tío de Guardajumo, tan malo como él, que se vio en la posición de delatarlo, lo que produjo la captura del terror de los caminos. Es sentenciado a muerte, pero la gente aún temía, creían que por ser un brujo se escaparía de su suerte desaciéndose del nudo y desapareciendo como el humo. Cuatro años tardó en llegar el día de su ejecución, todos se escondieron en sus casas, cerraron las ventanas y se resguardaron en sus habitaciones. Algunos salieron a hacer jornadas de vigilancia a los animales, otros ni si quiera se atrevieron a mirar por la ventana. Un verdugo que llegó de Caracas, en plena plaza de la Villa de Calabozo, bajo la horca daría fin a Juan Nicolás Ochoa, a quien solo Boves, en el futuro, se le puede decir que fue ¡Más malo que Guardajumo!. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí FuenteArístides Rojas, GuardajumoFrancisco Herrera Luque, Boves el Urogallo.Ilustración Francisco Maduro

La Libertadora del Libertador

Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí Esta es una de las historias más conocidas de la vida del Libertador, y también una de las demostraciones de deslealtad más grave que cualquier hombre grande, como lo fue, haya podido recibir. Se trata de como, Manuela Saenz, su amante, logró impedir el intento de magnicidio contra el fundador de la nación venezolana, y creador del Magno Estado, Colombia, la grande, cuyo nombre fue pensado por el Generalísimo Francisco de Miranda, en honor a Cristobal Colón. El mismo Garibaldi refiere en sus memorias: «Es la eterna historia, la de Sócrates, de Jesucristo, de Colón. Y el mundo ha de continuar siempre presa de estas nulidades que lo engañan». Manuela Saenz Si buscáramos un equivalente en los itos del viejo mundo en lo que simbólicamente representa Manuela Saenz para América, podríamos compararla con Belona, Diosa de la Guerra y esposa de mismo Martes Romano, o Ares Griego.  Puede que se haya desvirtuado su verdadero valor histórico, confundido con la anacronía que distorsiona los hechos, el tiempo y la visión lejana de los hombres. Desde su juventud levanta la voz en contra de la Corona y abraza la lucha patriota, afectada por las masacres de Quito, se forma el fuego de la guerra en su corazón. Se casó en 1817 con el doctor Jaime Thorne, un médico inglés de buen estatus social, con notable sobrepeso. Con el nombre de Manuela Saenz de Thorne, aparece entre las ciento doce caballerosas de la Orden del Sol. Esta valiente guerrera fue vista batallar con lanza en mano frente a un batallón de caballería y penetrar, disfrazada de hombre, uno de los cuarteles para hacer reaccionar a un batallón, para luego ser expulsada del Perú, según lo refirió Palma en su obra de tradiciones y contada de nuevo por Arístides Rojas. Vestía un dormán rojo con brandesburgo de oro y pantalón Bombacho, cabalga como lo haría cualquier hombre de caballería, de sangre fría para la batalla, pero llena de pasión. Aunque Palma, revela en ella otras cualidades, las del estudio, con sus lecturas de Tácito, Plutarco, Pelayo, amplia lectora de la historia peninsular, conocía de América como del viejo Imperio hispano. El encuentro de dos almas Al llegar el Libertador a Quito, Manuela Saenz conoce a aquel grande hombre, cuyo mito viajará hasta llegar, incluso, al viejo continente, no solo por sus hazañas y su voluntad, sino también, años después, en la moda con su sombrero que será símbolo de Libertad. Manuela, no dudaría en dejar a su esposo, quien se transformaría de caballero a un triste hombre enamorado y a quién ella llegara a responder en cartas, buscando mejorar su ánimo: «Señor; usted es excelente, es inimitable, jamás diré otra cosa si no lo que usted es. Pero mi amigo, dejar a usted por el general Bolívar es algo, dejar a otro marido sin las cualidades de usted sería nada… ¿Me cree usted menos honrada por ser él mi amante y no mi marido? yo no vivo de las preocupaciones sociales inventadas para atormentarse mutuamente… Hagamos otra cosa: en el cielo nos volveremos a casar, pero en la tierra no… ¡Qué mal me iría en el cielo! tan mal como si fuera a vivir en Inglaterra o en Constantinopla…» El Libertador  recibió una copia de aquella carta y no pudo menos que sentirse halagado, respondiendo, en parte: «…Deseo verte libre pero inocente juntamente; porque no puedo sorportar la idea de ser el robador de un corazón que fue virtoso; y no lo es por mi culpa. No sé como hacer para conciliar mi dicha y la tuya, con tu deber y el mío. No sé cortar este nudo que Alejandro con su espada no haría más que intrincar más y más; pues no se trata de espada y fuerza, sino de amor puro y de amor culpable, de deber y de falta: de mi amor, en fin, con Manuela, la bella». 25 de septiembre de 1828: la traición de la ambición. El Libertador descansa luego de un baño de agua tibia, junto a su amante, Manuela Saenz de Thorne. Ella presiente, en su corazón que algo ocurre, escuha a los perros ladrar e inmediatamente, despierta a Simón y le explica lo que presiente: vienen a asesinarte. Este se dirige a la puerta con espada y pistola pero esta lo detiene y le aconseja vestirse. No tarda en colocarse la ropa, al punto de tomar los zapatos de su amante. Bolívar tiene la intención de salir a hacer frente pero ella le detiene por segunda vez para saber que ocurre afuera y le señala el balcón que da a la calle. —¡Al cuartel de Vargas! —le indica—. El Libertador se dirige a la ventana pero por tercera vez, es contenido por su fogosa y amada, Manuela. Espera a que pase el ruido de la calle y este sale en el primer silencio. Abren la puerta los conspiradores y reclaman por la presencia del Libertador. Ella niega su presencia y los distrae diciéndoles que «Está en el consejo» una casa ficticia que le permite hacer tiempo para que Bolívar escape. Los asesinos abren todos las puertas y habitaciones, mientras, el edecán Ibarra se acerca para hacer frente, pero sale herido. Ibarra pregunta si ha muerto el Libertador a lo que ella responde «El Libertador vive». Manuela acuesta a Ibarra en la cama del Libertador y escucha en la calle al inglés Fergunson acercarse. Ella le dice que se aleje porque sino lo sacrifican pero este afirma «Moriré cumpliendo mi deber». Los conjuradores han escapado, Manuela llama a Fernando, sobrino de Bolívar, para recoger el cadaver de Ferguson, asesinado por Pedro Carujo, quien era su amigo. Busca al médico Moore para que cuide la herida de Ibarra, quien es llevado a la habitación del mayordomo José, que estaba enfermo. El Libertador corrió al Monasterio de las Carmelitas, escuchando los tiros y los gritos de «¡Murió el tirano!». El criado, José María Antúnez, quien acompañó a Bolívar desde el año 21

Bermúdez: Libertador del Libertador

En la historia de nuestra República de Venezuela, es muy común escuchar aquella historia de Manuela Saenz como la libertadora del Libertador. Sin embargo, existe un antecedente que habla de como José Francisco Bermúdez, uno de nuestros Fundadores, se transformó en el libertador del Libertador. Esta denominación ha dejado para la historia incluso un libro homónimo, pero es importante destacar que la realidad era muy diferente al momento estático del relato y que entre Bermúdez, un hombre impulsivo e iracundo, y el Libertador, hubo grandes diferencias. Esto, es necesario aclarar, no impidió que naciera nuestra República y se formara en América la leyenda de los libertadores venezolanos. Acorralado Simón En el año 1817, los resultados de la guerra eran poco favorables a la causa patriota. Mientras Mariño atacaba a los españoles en Cumaná el Libertador y Arismendi veían la derrota caer sobre ellos. José Francisco Bermúdez, segundo de Mariño, se encontraba totalmente reacio e irreconcibliable con Bolívar, situación que acrecentaba los problemas que ya tenían. Derrotados en Barcelona, el Libertador junto a los demás, quedan atrincherados en la llamada Casa Fuerte, donde parecía ir la muerte a buscarlos. Un oficio llega a Mariño, el Libertador de oriente, enviada a través de Soublette, quien expresa verbalmente la situación en la que se encuentran, y pide el apoyo, acotando el peligro que corría la República si no se unían para vencer a los realistas. Ante esta situación, Mariño, en las hermosas Sabanas de Cautaro, reune a las tropas y les dice, según lo expresado por Felipe Larrazabal en su obra Vida del Libertador: «No debemos permitir que sean víctima de la feroidad de sus enemigos, que son los nuestros: preparémonos para auxiliarles». Se dice que todos los tenientes de Mariño aceptaron aquella petición menos uno, José Francisco Bermúdez, quien guardaba resentimiento hacia Simón. Ante esto, el Libertador de Oriente le increpó: «No te conozco. ¿Conque abandonaremos a Bolívar en peligro, y consentiremos que sobre él triunfen los godos? ¿Y perecerán también Arismendi y Freites, y los demás amigos patriotas que con él están? Eso no puede ser» Ante aquellas palabras, Bermúdez, el alto y orgulloso hombre de fuerza, cedió respondiendo a Mariño «Estoy de marcha» y de esta forma partieron los dos grandes hombres de la Patria a enfrentar a los realistas y proteger a sus hermanos acorralados. La presencia de Bermúdez es el terror de la corona Al mando de las tropas españolas estaba el Brigadier Reala avanza sobre Barcelona para acabar con lo que restaba de la resistencia patriota. Todas las vías son cubiertas con piquetes, dejando solo libre la salida de Barcelona a Cumaná. Mariño vendría por mar y Bermúdez por tierra. Como acto de la Providencia, el miso día que llegaban a Barcelona las tropas de Real, también se acercan las de Bermúdez quien usa su imperio orgulloso sobre los realistas diciendo: «Digan a Real que se retire porque Bermúdez ha llegado» Muchas y diferentes pudieron ser las razones que el Brigadier realista decide retirarse, pero aquella elocuencia de José Francisco quedará enmarcada la leyenda. El Libertador del Libertador Sin complicaciones llegaron las tropas orientales a Barcelona. Se dice que en las cercanías del puente, el Libertador divisa a Bermúdez y aligera el paso para su encuentro. Al estar frente el uno del otro, ambos hombres cuyo rencor separaba, nuevamente los unía su nación: Bolívar, astuto, se acerca a Bermúdez y, buscando romper con aquella querella que los separaba, le dice: «Vengo a abrazar al Libertador del Libertador» Un fuerte abrazo de hermandad los une, Venezuela los unía bajo la misma causa, las lágrimas de aquellos dos grandes hombres se derramaban en sus caras. Un silencio se mantuvo entre ambos hasta que Bermúdez lo rompió expresando: «Qué viva la América libre» Sellado de nuevo, había quedado la unión de aquellos dos hombres que volverían a enfrentarse por diferencias personales, y a unirse por la lealtad al objetivo común en más de una ocasión. Fuente  Arístides Rojas. Felipe Larrazabal, Vida del Libertador. G.J.Jiménez

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