La muerte de Boves o de las tantas que tuvo

En la historia de Venezuela, uno de los episodios más estudiados es, sin duda, la Guerra de Independencia, la misma, quizás, presenta demasiados elementos aún sin resolver, en parte por falta de datos concretos, y en parte por la gran tergiversación por parte de intereses políticos y también académicos, aunque suene increíble, la historia de Venezuela ha sido una fuente inagotable de discursos políticos y también de héroes como ha sido el caso de Bolívar o Páez o de héroes inexistentes, en fin, todos han querido tener su propia versión de los hechos.  Parto de este último caso para escribir este artículo. Hace unos meses hicimos un Instagram live en Hechos Criollos en el cual invitamos al abogado César Pérez Guevara, quien nos planteó un tema muy interesante, el cual se tituló: “…Bolívar debe morir…”, en dicho live, nos mostró una perspectiva nietzscheana del mito creado en torno a la figura del Libertador Simón Bolívar y de cómo, para poder avanzar como sociedad, debíamos eliminar a esos falsos ídolos creados a partir de figuras históricas, lo impresionante de este nivel de análisis, es que aplica a otros personajes de nuestra historia: Páez, Piar, Luisa Cáceres, Zamora, Guzmán Blanco, Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Pérez Jiménez, Betancourt, Carlos Andrés Pérez, Hugo Chávez, en fin, nuestra historia, entendida desde esta perspectiva, se concentra en el personaje y no en el hecho. Bajo esta premisa, existe pues una cierta mitificación de los “villanos” de nuestra historia nacional, pues, cual obra literaria, si existe un héroe sin duda debe existir un villano, y nuestro villano por excelencia es don José Tomás Boves Rodríguez, antagonista supremo pléyade independentista, de aquella serie fílmica llamada “Guerra de Independencia Venezolana”; asesino, psicópata, monstruo, adicto a las degollinas y a las violaciones, el “Atila” caribeño, el “Azote de Dios”, en fin, muchos apodos y acusaciones, algunas con pruebas y otras producto de esa mitificación. En este artículo no busco ahondar en estos crímenes, solo me interesa mostrar a quienes me leen el misterio que ronda la muerte de José Tomás, si, hasta el sol de hoy he podido conseguir algo más de cinco versiones de la misma, unas más interesantes que otras, su muerte, más que significar el fin de aquella “Legión Infernal” en palabras de Juan Vicente González, pasó a ser un caso inconcluso, digno de un premio “Cangrejo de oro” a quien lo resolviera. A continuación, les mostraré un extracto de la obra del doctor José María Nuñez “Apoteosis del Libertador”, en su capítulo 5 este hecho contado de la misma boca del General Padilla Urbaneja al Doctor José María Núñez, quien fue testigo presencial de este diálogo. Les presento el original con la ortografía de la época:  «En Noviembre de 1822 se encontraba el señor Comandante Antonio Padilla Urbaneja, Ilustre Prócer, en el sitio de Apamate, Sección Guárico, en compañía del General Zaraza cuando en una mañana se presentó allí un hombre blanco, alto, de apellido Delgado, y de regular porte, con algunas cargas de café, cacao y papelón procedentes de los Valles de Orituco, que había negociado por aquellos lugares. Zaraza, dotado de una prodigiosa memoria, al verlo le dirigió inmediatamente la palabra; y hé aquí el diálogo entre ámbos sugetos [sic].       Zaraza — ¿No sabe usted qué hombre mató a Bóves, puesto que usted era uno de los que venían á la cabeza de las caballerías godas? Delgado — Quien mató á Bóves fue la misma persona que me lo pregunta. —Me parece que está usted equivocado, porque usted no me conocía ántes. —He tenido ocasion de verlo á usted varias veces en Chaguarámas y el Valle de la Pascua, antes de que fuera usted militar. —Eso es otra cosa; pero se duda hasta ahora quién fuese el autor de la muerte de Bóves. —Voy á probarle que fué Usía, de modo que no le quede duda. Yo iba á la cabeza de la caballería goda y á la derecha de Bóves: á la izquierda de éste, un zambito ñato, muy acreditado de valiente, llamado José, á quien aquel dijo al ver que la caballería de Usía venía sobre él: José, ¿tú serás de los primeros conmigo? Contestándole: Si, señor. Entónces Bóves dijo: avance esa caballería y se colocó á su cabeza. Venía Usía montado en un caballo rucio azul, de cobija calada echada sobre el hombro izquierdo, y el sombrero amarrado á la barba con un pañuelo. —Exactamente. —Bóves se adelantó y se encontró con Usía, que le derribó del caballo de un lanzaso [sic], y en la confusion que esto produjo, por el fuerte empuje de la caballería de usted, nos pusimos en completa derrota, no oyendo sino el crugido [sic] de las lanzas en el cuerpo de nuestros compañeros. Yo me confundí con los patriotas dando gritos de “avancen,” y pude así escaparme é ir á incorporarme en la ala izquierda de nuestro ejército, donde ví que la caballería de Monágas había sido derrotada y la infantería patriota también. Después no supe la suerte que corriera el espaldero de Bóves, ni lo volví á ver más tarde en el ejército en Maturin cuando ocupamos aquella plaza. —Reconozco que usted dice la verdad, pues en efecto fui yo quien le quité la vida á Bóves, á quien conocia perfectamente desde el año de 1813; y es esta la primera vez que lo digo, porque nunca he querido hacer ostentación de tal hecho, que pudiera atribuirse á jactancia de mi parte, y por lo cual deseo que esto no pase de nosotros. —Lo que acabo decir se lo he referido á varios en los Valles de Orituco; pues habiendo presenciado los asesinatos cometidos en los prisioneros en Urica, resolví no servir más á los españoles y me retiré a Orituco.» Como podemos apreciar, esta versión es una preciosa joya que vale la pena leerla, pues, nos reafirma un poco más aquella teoría de que fue el General Pedro Zaraza quien le dio muerte a Boves en la batalla de

Manuel Piar mulato o ¿Príncipe de Braganza?

Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí Manuel Carlos Piar es una de las figuras más controversiales de nuestra historia. Uno de las grandes preocupaciones de la historiografía venezolana, ha sido su origen. Francisco Herrera Luque noveló en el «Caudillo de dos colores» varias de las teorías, pero suele pesar una de las más románticas, que era hijo de un príncipe portugués y una mantuana. De ahí se han generado muchas investigaciones para descubrir si realmente, el Libertador de Guayana, Ayudante de Estado Mayor de Francisco de Miranda, fue heredero y Prícipe de Braganza. El príncipe Mulato Formalmente, en la fe de bautismo encontrada en 1874 en los Archivos Nacionales de Holanda, Piar nació en Curazao, en la ciudad de Willemstad y era hijo de la partera mulata, María Isabel Gómez; y de Fernando Piar Lottyn, capitán de marina mercante, ascendiente de italianos. Tenía dos hermanos de ese matrimonio, Felipe y Juana. A simple vista, por las descripciones que se conocen, Piar fácilmente pasaba por ser blanco de casta. Piel blanca, un poco oscurecida por se vida como navegante, ojos azules, cabello enrulado, estatura media y con porte de clase. Bien se puede observar que se trata de elementos que no solo describen su apariencia física sino también su actitud corporal. Todo esto ha hecho que se generen muchas dudas sobre su real procedencia. Tavera Acosta en los Anales de Guayana es una de las principales fuentes de una teoría que dice que Manuel realmente era hijo de Carlos de Braganza y Soledad Jerez Aristeguieta, según un árbol geneológico encontrado en Angostura, por el Consejo de Guerra, cuando se decomisó el equipaje y los archivos en el proceso que le hicieron al General, acusado por traición. En esta teoría, se dice que el príncipe de Braganza estuvo secretamente en Caracas de forma secreta, alojado por la distinguida familia Aristeguieta. Durante aquella estancia, tuvo un romance con la hija mayor de Don Miguel Jerez. Como consecuencia, ella fue enviada al convento de las Monjas Concepciones y ahí dio a luz a Manuel Piar. Apenas de dos años fue entregado al deudo de los Soublette Piar Jeres Aristeguieta, Fernando Piar, un comerciante, quien se hizo cargo del niño. Fernando le dio su apellido y lo crió junto a su esposa María Gómez, quien sería la nodriza, en vez de la madre. Fernando Piar educó a Manuel en Curazao y en las diferentes islas británicas, donde aprendió el inglés y algo del francés, para sumar el papiamento y español. Hizo que estudiara matemáticas con el ingeniero Juan Pires. ¿Hay pruebas de la leyenda? Hasta ahora, esta teoría parece nacer de una partida de nacimiento que se encontró el Obispo de Guayana, José Manuel Arroyo y Niño, quien dio fe de haber tenido el documento en sus manos. Este apareció justo cuando se estaban realizando las demoliciones de los conventos y posiblemente venía del manuscrito donado de Urbanejo Padilla quien lo debió recibir del confesor de Piar, el prebistero Remigio Pérez Hurtado, provisor del Obispado de Guayana. Sin embargo, el documento nunca ha sido encontrado, al parecer por obra de Guzmán Blanco quien al ser deudo del Libertador y Soublette, mandó a destruir el documento. FuenteAnales de Guayana. Tavera Acosta.El ocaso de un Libertador. Gil Amundarai, Yolimar.

La tragedia de El Limón

G.J.Jiménez Fuente Noria, Andrea. “El tiempo todo lo olvida”. El desastre de El Limón del 6 de septiembre de 1987 en Venezuela: Apuntes para su estudio. Universidad Autónoma de Chile, Santiago, Chile. Marcas de una tragedia en Aragua

Historia y leyenda del Monumento a la Victoria de Ayacucho

La pieza consta de una enorme fuente blanca de mármol italiano tallado y de estética greco-románica. En Chile, la misma sigue siendo algo extraño, para muchos una curiosidad casi excéntrica enclavada en la plaza chilena, por contener lo que se interpreta como un homenaje a las glorias independentistas que dieron la libertad final al Perú, en Ayacucho, durante el año 1826. En la Fuente se caracteriza a una mujer que correspondería, al parecer, a la diosa Minerva (como alegoría de la libertad) tendiéndole la mano y levantando a un indígena que se pone de pie tras haber vencido ya sus amarras al viejo sistema colonial.La diosa llevaba en su mano algún objeto simbólico o cetro que le entregaba al indígena (emblema de la libertad y de la Iluminación frente al Novus Ordo Seclorum). Sin embargo, éste desapareció no se sabe cuándo, por lo que la dama hoy ¡pareciera querer apuñalar al indigena!. La base está rodeada de cuatro relieves con hitos de la liberación del Perú y, según algunos, los cuatro caimanes del pedestal son alusivos a la fauna amazónica peruana; según otros, evocan el recuerdo del río Orinoco, en las tierras de Bolívar. Leyendas Monumento a la Victoria de Ayacucho La extrañeza que genera en los historiadores chilenos es porque por mucho que la participación chilena haya sido fundamental para la emancipación del ex virreinato, no deja de llamar la atención su presencia a tantos kilómetros del lugar de los hechos… Pero la verdad es que la figura dice mucho más de lo que se entiende en la primera lectura. La supuesta extravagancia tendría una explicación muy terrenal, según una leyenda propia: este monumento iba originalmente embarcado al Perú, durante los primeros años de la República, tras haber sido terminado en 1836. Sin embargo, por algunos problemas administrativos, quedó descargado en el Puerto de Valparaíso, donde nadie pagó su bodegaje ni se hizo responsable por solucionar los enredos burocráticos que derivaron de su transporte. Sin saber qué hacer con la fuente desarmada y embalada, la pieza fue llevada a Santiago para buscarle un destino. Versiones alternativas dicen que el conjunto iba embarcado hacia México antes de quedar anclado en Chile. También se le ha llegado a llamar directamente como «Monumento del Río Orinoco», según se puede leer en una vieja postal de la plaza anotada a mano. Otros creen que iba a ciudades lejanas del continente, pero por un error o confusión nominal llegó hasta acá. Hay quien afirma que fue encargada a un taller escultórico genovés por el Gobierno del Ecuador, pues el Presidente Flores quería homenajear con ella a Bolívar, pero que cuando era llevada a Quito quedó en Valparaíso sin ser reclamada. Teoría histórica sobre Monumento a la Victoria de Ayacucho Pero Sady Zañartu (gran escritor chileno con un gusto por lo anecdatorio histórico) descarta todas estas teorías y leyendas. La versión más realista y documentada, según sus palabras, dice que la obra fue directamente comprada por el representante diplomático chileno Francisco Javier Rosales en 1829 a su autor, el artista italiano Francesco Orsolino, por 72.000 pesos, a quien se la había encargado poco antes. Desde allí fue enviada a Santiago, donde la Municipalidad la adquirió y la instaló en la plaza. Por esa razón, habría sido llamada por largo tiempo como la Fuente de Rosales. Originalmente, estaba sobre el suelo de la plaza dura, pero más tarde se le agregó un pequeño jardín propio circundado por una reja. Pasó el tiempo y unos se acostumbraron a la fuente; otros, jamás asimilaron su presencia en el corazón capitalino y siguieron suponiéndole un origen que la hacía casualmente establecida en Chile. Para darle un sentido más amplio, se le llamó a la fontana Monumento a la Libertad Americana, aunque en estricto rigor simboliza centralmente la conseguida en Ayacucho y por Bolívar, razón por la que se ha popularizado el nombre de «A la Gloria» (de don Simón, se entiende) para la fuente. Según Sady Zañartu, éste sería el primer monumento de América Latina erigido en la memoria y a la obra de Bolívar. Hubo una larga época en que permaneció como estatua seca, además, antes de que se conectaran sus ductos de agua que le daban el valor como fuente. En los años sesenta, se levantó una fuerte campaña para remodelar algunas ornamentaciones de la Plaza de Armas, entre las que se proponía retirar la fuente del Monumento a Ayacucho, idea quizás estimulada por las malas relaciones con el Perú (probablemente, aunque esto sea pura conjetura) y por la leyenda de su arribo casual a nuestro país. También se propuso reemplazarla por la estatua ecuestre de don Pedro de Valdivia. La idea cobró fuerza a pesar de las protestas de intelectuales como Joaquín Edwards Bello (nieto de Don Andrés Bello, insigne cronista y novelista nacido en Valparaiso), quien encontraba ridículo el argumento de que tal pieza era poco representativa por mostrar cocodrilos en sus diseños siendo que esos animales no existen en Chile. «En Londres —escribió al respecto—, el tonto nacional diría: ‘Hay que cambiar el escudo británico, por cuanto en Inglaterra no hay unicornios’. En Venecia, diría con tamaña boca abierta: ‘Es preciso quitar los leones alados. En Venecia no hay leones’.» Joaquin Edwards Bello Espero que los venezolanos puedan visitar en el futuro esta Fuente preciosa en la Plaza de Armas (estoy persuadido que muchos pasan por alli y no se han percatado de su existencia), y ver que Chile y Venezuela están muy unidas. En otra ocasión les subo las fotos del Cenotafio de Don Andrés Bello. Johan Canelo-Clark

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