El enano de la torre de la catedral
«No le des fuego al tabaco del enano» Hace mucho tiempo, cuando Venezuela era una provincia del Imperio español, una época donde la luz eléctrica aún no existía y la oscuridad invadía cada rincón al caer el sol, se dice que un enano se aparecía por las noches a los hombres adúlteros que luego de dormir con su amante, regresaban a su hogar. Esto se transformó en una leyenda, contada por los abuelos, que casi quedaría olvidada cuando llegó la modernidad. Para algunos, se trata de una historia para evitar el adulterio, pero puede que haya quienes no estén tan de acuerdo. Si quieres recibir nuestros artículos más recientes suscríbete aquí El enano de la torre de la catedral A inicios del siglo XX, un hombre, buen mozo, salió a escondidas de su esposa, para ver a una enamorada, pasada la medianoche. Llevaba una botella de ron para calmar el frío y los nervios. Sin embargo, mientras avanzaba, un temor crecía dentro de él sin saber por qué. Sintió que alguien le seguía, por lo que volteó en varias ocasiones pero no divisó nada cerca de él. «Tal vez sería un ladrón, o algún espanto de esos que cuentan las historias», pensó el hombre, sin detenerse. Aquella sensación no se iba de él y cada vez era más fuerte. Volteó a su derecha y de nuevo solo encontró la soledad de la calle. Un aullido rompió el silencio y lo hizo saltar de miedo. Cuando logró mirar de donde venía aquel sonido vio a un perro callejero. Sus hombros se relajaron y sus nervios se transformaron en una carcajada. Al pasar frente a la Catedral observó una pequeña silueta de lo que ser parecía un niño. Era un enano, sonriente, vestido con un sombrero de alas anchas y punta chata, con un estilo de ropa de antaño, cuando Venezuela era una provincia. Le hizo señas al hombre para saludarlo y pedirle que se acercara. Este respondió al saludo y se dirigió para ver que quería. —Joven, pudiese usted encenderme el tabaco—, dijo el enano con voz estridente—. Para no ser descortés con el hombrecillo, el hombre sacó un yesquero para ayudarle. Estaba preocupado por la hora, ya que hacía mucho que había salido de casa. —Puede decirme la hora, señor— preguntó al enano— —Son las doce y cinco de la madrugada en Caracas y en el reloj de San Pedro, en Roma, son las seis en punto…— Dijo el enano señalando al reloj de la catedral—. Pero la voz había cambiado y fue entonces cuando el hombre descubrió aquello que tanto advertía la olvidada leyenda. El enano reveló su verdadero rostro, el de un demonio del infierno que aterroriza a aquellos que cruzan luego de la medianoche por aquellas calles donde fue anclado. Largos colmillos salieron de su boca y su cuerpo creció hasta ser tan grande como la catedral y con voz gutural aturdió los pensamientos del joven. —Gracias por encender mi tabaco, ahora os llevaré a conocer el verdadero fuego—. Una risa resonó y dejó al hombre paralizado ante aquella escena, al reaccionar, inició una carrera buscando alejarse de aquella criatura. De uno de sus bolsillos traseros sacó su billetera y de ella una cruz de palma que siempre guardaba con él, como es costumbre en Venezuela. A pesar de la larga carrera, cayó desmayado y fue descubierto más tarde por un oficial que hacía su rutina por la zona. Fue trasladado a su casa y atendido por diferentes médicos. Pasó mucho tiempo en recuperarse y siempre se negó a hablar sobre lo que le vivió aquella noche. Aquel hombre no volvió a salir ebrio pasada la medianoche y repitió a sus hijos hasta el fin de su vida: «No le des fuego al tabaco del enano». Dicen que el enano desapareció con el tiempo, pero su leyenda sigue caminando por los alrededores de la Catedral y hay quienes aún escuchan su risa. Origen Se cuenta que aquel enano era un sujeto que en vida fue molestado por los habitantes por su condición. Unas mujeres lo persiguieron, burlándose e insultándolo, hasta que este se escondió en la Catedral y no salió más hasta su muerte. Guzmán Blanco y el enano de la catedral Una noche, el autócrata civilizador, Antonio Guzmán Blanco, salió de la Casa Amarilla, donde estaba ubicado el antiguo palacio presindencial, para ver por donde iba a empezar a realizar las remodelaciones de la catedral, que veía fuera de lugar frente a su sueño afrancesado de Caracas. Cruzó la Plaza Bolívar, recién inaugurada donde antes estaría la Plaza Mayor. Caminó alrededor de la fachada, para ver por donde iniciaría las demoliciones y a lo lejos vio a un enano fumando un tabaco. Del susto, Guzmán se devolvió al palacio y no salió hasta el día siguiente, decidiendo dejar tranquilo el templo. La música y el enano Billo Frómeta tendrá un tema llamado «El muerto de Gradillas que se dice, trata del enano, pero no lo nombra por respeto. También existió una agrupación de Punk, de finales de los 80, que usó el nombre «El enano de la catedral». Adaptación G.J.Jiménez