Carlos Rangel: así se vería si hubiese envejecido
Hemos pedido a Midjourney que recreara a Carlos Rangel, como si hubiese envejecido, para ver como se vería y este fue el resultado.
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Este 11 de septiembre conmemoramos el 110 aniversario del nacimiento de Jacinto Convit, venezolano y caraqueño con grandes logros.
La noche del 25 de septiembre de 1828 ocurrió un suceso que sentenciaría el destino de la ya frágil República de Colombia: El intento de magnicidio contra El Libertador Simón Bolívar, quien fungía como Dictador Plenipotenciario de la casi extinta nación. El principio del fin Aquella noche, un grupo de treinta y siete conspiradores, entre civiles y militares, comandados por el sempiterno conspirador Pedro Carujo, irrumpieron de forma violenta en el Palacio San Carlos de Bogotá, que servía como casa presidencial, y, abriéndose paso a bala y espada, fueron a la habitación de El Libertador para darle muerte, el objetivo se salvó por la heroica ayuda de su amante Manuelita Sáenz, su más fiel compañera. Mientras esto sucedía en el Palacio Presidencial, otro grupo de soldados comandados por el Capitán José Briceño, se dirigieron al Cuartel de Caballería y Artillería San Carlos de Bogotá. Allí se encontraba detenido, en espera de juicio, el General de División (Vice-almirante) José Prudencio Padilla López, sindicado de los delitos de rebelión y sedición por los hechos ocurridos en Cartagena de Indias, rebelándose en contra de las artimañas del General Mariano Montilla y la élite cartagenera. Lo que dijo Padilla Padilla dormía tranquilamente cuando a su puerta tocaron con mucho afán. Al abrirla, se encontró con su carcelero, el Coronel José Bolívar, con cara asustada. —¿Qué pasa coronel? —Preguntó Padilla —Que me matan mi General. —Respondió el Coronel Bolívar. Detrás del coronel, se vio la silueta de varios hombres, con el Capitán Briceño a la cabeza. El mismo pidió a Padilla que tomara el mando de la revuelta, a lo que Padilla respondió: —Mire capitán, yo no me aventuro en revoluciones, déjeme tranquilo y no comprometa más mi situación, que ya bastante complicada es. Yo no participo en aventuras. Dicho esto, el capitán ordenó capturar al Coronel Bolívar, Padilla intentó ayudarle, pero fue sometido mientras le apuntaban a la cabeza. El coronel fue llevado al patio central del cuartel y luego ejecutado con saña y de varios tiros. Al instante, algunos soldados despiertos empezaron a dar la alarma y los conspiradores huyeron del sitio. Padilla se acercó al cadáver de su antiguo carcelero, y luego se metió en su habitación en un descuido de sus captores, en la misma encontró a su escolta agazapada, temerosos. Padilla les mandó a cerrar la puerta con llave, pues su vida también corría peligro. Estos acontecimientos fueron narrados por el mismo Padilla cuando fue interrogado por el fiscal militar designado, General Joaquín París. Este se encargaría de tomar declaración de Padilla sobre la muerte del Coronel José Bolívar y si él conocía sobre la conspiración. Les presento el siguiente extracto de la declaración original: “…Quien expone se quedó dormido, el Coronel Bolívar se introdujo precipitadamente y casi desnudo a mi pieza, mientras me decía –Mi General, que me matan-, que a ellas se levantó el exponente, y el Coronel bolívar se le puso en la espalda, cubriéndose con el declarante para no ser ofendido por una partida de diez a doce artilleros y un oficial que no conoció, que le atacaban; que el exponente le insinuó y suplicó no matara a dicho coronel; pero los alzados desatendieron mi petición sometiéndome con pistola si no me apartaba, consiguieron hacer salir al Coronel Bolívar, al que condujeron al patio del cuartel, donde le hicieron varios tiros, subiendo de nuevo una partida de soldados, para obligar al declarante a que bajase y tomase partido, a lo cual rehusé manifestándoles que se hallaba preso y no debía mezclarse en tal negocio; consiguieron hacerme bajar hasta la puerta del cuartel, de donde, a favor del bullicio militar, pude escaparme, volviendo a subir a mi alcoba, donde me encontré a un sargento y a un soldado de mi escolta refugiados. Ordené al soldado a cerrar la puerta con llave y bloquearlo con un armario viejo, receloso de que intentasen volver a buscarme… Cuando cesó la bulla ordené al sargento que avisara de inmediato al General Urdaneta…” Esta declaración fue determinante para corroborar la inocencia de Padilla respecto a los eventos que sucedieron durante la Noche Septembrina. La “Justicia” de Bolívar Padilla salió absuelto, sin embargo, al enterarse Bolívar de este hecho, designó, de un plumazo, al General Urdaneta como Presidente del “Tribunal de Sangre”. Como escribiría Bolívar a Montilla “…El General Córdoba está de ministro interino porque Urdaneta se halla de juez para que esto vuele…”. Ese mismo 29 de septiembre, Urdaneta dictó la sentencia de muerte en contra del Coronel Ramón Nonato Guerra y el General de División (Vice-almirante) José Padilla, a ser ejecutada el 2 de octubre a las 11 de la mañana. El 1ro de octubre Urdaneta pasó las sentencias a Bolívar, quien las firmó. Misteriosamente, el Sargento Elías Romero y el Soldado Tiburcio Manda (Sí, aquellos que estaban escondidos en la habitación de Padilla) declararon en contra de Padilla alegando: “…Que, ejecutada la muerte del Coronel Bolívar, subió precipitadamente el General Padilla y bajó con su espada en la mano dirigiéndose en el acto a la tapia divisoria de la casa en que guardaba arresto y el cuartel de artillería…”. Padilla sería ejecutado el 2 de octubre de 1828 a las 11 am en la Plaza Mayor (Hoy Plaza Bolívar). A diferencia del caso del General Manuel Piar, a Padilla lo degradaron antes de fusilarlo, y después de matarle, su cuerpo lo guindaron en una horca como si fuera un vulgar ladrón. Peor: Su familia fue perseguida, su hoja de servicios destruida y sus pocos bienes confiscados. Sus hermanos: José Antonio Padilla y Francisco Javier Padilla, ambos oficiales de la marina, huyeron a Venezuela siendo recibidos y protegidos por el General Páez. Sus hermanas: María Ignacia y Magdalena Padilla, perdieron sus hogares en Cartagena, teniendo que volver, agazapadas, a su natal Riohacha. Y su amada, Anita Romero, hija del prócer de Cartagena Pedro Romero, tuvo que huir a las Antillas al ser despojada de todas sus pertenencias por partidarios del General Montilla, quien fuera el más acérrimo enemigo de Padilla
José Gregorio Hernández fue un hombre de fe y de ciencia. Su vida es digna de recordar y de imitar. Gran ciudadano e insigne venezolano.
Teresa Carreño fue una de las más destacadas pianistas de su época y tuvo la oportunidad de tocar para el presidente de los Estados Unidos.
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