En el agitado universo de los versos venezolanos, distante y oculto de las dinámicas lógicas, alejado de las áridas teorías estéticas y críticas literarias, almas rasas flotan en el infinito de sus dimensiones, amparadas en ese misterioso espacio de sosiego e incertidumbre, a la espera del llamado de la poesía, que suena como los clarines que les señalan el rumbo a las tropas en un combate. Tal es el compromiso que los poetas adquieren frente a esta cita esencial.
Vida Personal
Hanni Ossott no es la excepción en la amplia hueste poética nacional. Fue una escritora de fuego y pólvora, que acudía ahí donde el corazón le exigía, a pesar de las negativas de la razón, cuya potestad es disminuida frente a las llamas de su pasión. Hay un mar de tensiones que pujan dentro de sí misma, un ruido incesante que le arrebata el sueño cada noche, sonidos del horizonte que le guían hacia qué caminos dirigirse, arrastrándola como una sombra dejada a la brisa.
El peso de la tragedia le acompaña desde temprana edad, encarnado en los sucesos de la desaparición fortuita de su madre, asunto escondido debajo de la alfombra familiar, por mandato de sus seres cercanos, creyendo aliviar su afligido ser haciéndole tal falsedad. En el camino de su crecimiento, la verdad se le abre violentamente, hiriéndole para toda la vida. La figura de la difunta se le revelará como imagen primordial en distintos de sus trabajos, abarcando sus aflicciones y dotándolas de energía, causando esa manifestación íntima que el trauma erosiona en el alma humana.
«¡La enfermedad es el vivir!», anuncia taciturna, como quien al viento obedece y se deja halar, sin resistencia, sin lastre alguno, abandonándose a una derrota inconclusa frente al mundo lacerante.
Trayectoria Académica
Conquista los cometidos que los estudios le imponen, logrando reputación entre distintos círculos de la academia, reluciendo su sabiduría de doncella entre seminarios y tertulias, alistando su futuro perfil docente ante el mundo universitario venezolano. Insuficiente para tan voraz apetito de conocimiento y furiosa curiosidad, acude a las tierras arcaicas, cuna de la filosofía occidental, recinto de los dioses añosos que dominan rayos y mares, en busca de los elementos últimos de insignes nombres del pasado, aquellos maestros que encaminaron el rumbo del pensamiento hacia todos los confines del mundo. Se adiestra en los dominios de las lenguas, pues en cada lengua un cosmos espera su visita, el adorno de su espíritu lúgubre ante la anchura cósmica. En el último tramo de sus jornadas europeas, acude al centro londinense, se adentra en las paredes del brillante Oxford, sumergiéndose en materias filosóficas, de lo que extraerá aprendizajes que configurarán la tonalidad de sus estilos varios, especialmente en ensayos críticos. Este recorrido le compone de corazas literarias férreas, haciéndole entrar en una etapa de madurez profesional que reflejará en próximos trabajos y aficiones, como su deber en traducir las obras de escritores relevantes, siendo el más importante de todos Rainer Maria Rilke, de quien tomará influencias notables que depositará con entereza prudente en su obra.
Legado Literario
El velo de Hanni Ossott es oscuro, como una noche perdida entre el tiempo, sin estrellas y con espesura en su ambiente versificado, abarrotada de silbidos lejanos que inspiran temor y pena, una pesadumbre que se forma entre sus páginas y se encarama sobre los lectores, atacando la candidez y amarrándola al mástil de lo fúnebre, tumbando el ánimo a la fosa común de donde bellísimos versos se izan a pesar de las cadenas que los someten a ese terreno grisáceo, desolador en su aire y desesperante para el tiempo que lo atraviesa con dificultades. Retirar ese velo para presenciar el rostro demacrado de tan delicada cortesana de las palabras, es una bravata temible, es el cometido de quienes se disponen a arrancarse el corazón con las pinzas del capricho, por desvestir a tan perdida voz que se esconde entre los arbustos de la nocturnidad.
«Sólo sirve el alma
haciendo cuerpo
y el cuerpo haciendo alma»
Y el alma de esta combatiente, vocera de la tragedia, que remedia el hecho de la vida con el de pintar la muerte en sus poemarios, va dejando el terreno de la desdicha con paso moroso, cuidándose de no caer en el idilio de la savia. Una existencia abrazada a las sombras, con la soga de la muerte colgándole del cuello, siempre tentadora la anciana del manto negro le coquetea, le susurra y ensucia el corazón, pero el fragor de remarcar versos en el tallo de la historia le envolvía, alejándola de la lengua maldita, permaneciendo el tiempo requerido para la conclusión de su encomienda para con las palabras de los anales del verso venezolano.
Así fue esta vida pesarosa, marchitada entre versos y sombras.
Esta fue la imperecedera Hanni Ossott.