Entre los nobles salvajes que habitaron la tierra venezolana, están los ayamanes, una etnia ubicada al sur de Falcón y parte del Estado Lara. Fueron descubiertos por Nicolás Federmann, gobernador alemán de la Capitanía, en representación de la casa Welser.
Características de los ayamanes
Se dice que los ayamanes eran muy unidos con la naturaleza, eran muy hábiles para movilizarse de un lugar a otro dentro de su territorio, colindante con los jirajaras y caquetíos. Según Federmann, eran de muy baja estatura, al punto que algunos llegaban a medir 1,10 metros de altura, aunque «estaban bien hechos y bien proporcionados» indicó el mismo Federmann. Se dedicaban a la agricultura, cultivaban maíz, frijol, quinchoncho, yuca, ñame, mamones, semerucos y maya. Según algunos historiadores, los ayamanes pertenecían a la familia lingüística Arawak. Los jirajaras decían que “aunque eran enanos, eran muy valientes y la comarca salvaje y montañosa”. Podrían describirse como racistas, según las formas modernas, ya que despreciaban la mezcla con otras razas, e incluso rechazaban a los de su tribu que se mezclaron con los Xidehara.
La aridez, escasez de agua y la alimentación escasa y poco variada, de pocos elementos fosfatados, pudieron ser la causa de individuos enanos, como los ayamanes, que llegaron a reproducirse. Las escasas fuentes o pozos que existen tienen para ellos la mayor importancia y son objeto de mitos y leyendas. Creen que cada fuente o manantial tiene en su interior un espíritu que la hace brotar. En la vecindad de San Miguel existen las denominan: Nonavana, Senecoy (agua viva), Curachire, (nombre de un ave) Marasí (agua de nosotros) y Tucutúcu. Cuando muere un Ayomán, su cadáver es amarrado sobre una parihuela o troje de madera y sepultado en el suelo, colocando dentro de la sepultura una tapara de agua y aquellas comidas que eran preferidas por el difunto.
Los arcos miden 1,50 metros de largo, tienen una sección de 22×18 milímetros en el centro y son fabricados de una madera rojiza, muy dura, llamada palo de arco.
El encuentro con Nicolás Federmann
La historia de los ayamanes se conoce mejor, narrada por el conquistador alemán, quien emitió que:
“Aunque esta nación de los Ayamanes se compone casi enteramente de enanos, encontré, sin embargo, muchos individuos, así hombres como mujeres, de talla ordinaria. Habiéndoles preguntado la causa de esta diferencia me respondieron que sus antepasados les habían explicado que antiguamente una cruel mortalidad o peste había destruido gran parte de su nación y que no hallándose en número suficiente para defender su territorio, se habían visto obligados a aliarse y contraer matrimonios mixtos con algunas tribus de sus enemigos, los Xideharas, que moran al norte de su país, y que era por esta causa que se veía entre ellos algunos de más elevada talla que los demás. Agregaban que a cuatro jornadas de allí y por espacio de muchos días de marcha, no estaba habitado el país sino por enanos sin ninguna mezcla”.
Los ayamanes tuvieron una gran capacidad de resistencia, al punto que al verse derrotados por los hombres barbudos quemaban sus propias viviendas y cosechas para que el enemigo no pudiera hacerse con ellas. Con el paso, el alemán encontró menos resistencia y fue recibido de mejor forma por varias de las tribus.
El baile de Tura
La fiesta llamada Tura, la cual se celebra en julio o agosto, en la época en que el maíz está jojoto, es una de las pocas costumbres que se conserva de aquella cultura. Llevan una cuerda enrrollada sobre el antebrazo derecho y pintada la cara con líneas arqueadas sobre las cejas y debajo de los ojos, de una pintura roja que llaman barikí, preparada con óxido de hierro o almagre. Las mujeres llevan una corona de bejucos de caraotas, batatas y otros productos agrícolas. Cuando los hombres son reemplazados en sus cargos, deben entregar el rollete distintivo al nuevo funcionario. Si muere éste, la viuda enciende por un extremo el rollete y lo lleva al que lo había entregado a su marido y el antecesor debe conservarlo en su casa hasta que se haya consumido, procediéndose en seguida a la fabricación de uno nuevo.
En el baile los hombres forman un círculo, apoyando las manos sobre los hombros de sus vecinos. El centro de este círculo lo ocupan los dos tañedores de turas y el indio que hace de ciervo o venado, quien soplando por el agujero occipital dentro de un cráneo con carameras que sostiene con ambas manos delante de si, e imitando los mugidos del ciervo brinca hacia los bailadores amenazándoles con la cornamenta y tratando de forzar el paso.
Entre tanto los bailadores cantan y cierran sus filas para impedir la huida del furioso animal. Se balancean al compás de las notas arrancadas a las turas. Los recesos entre uno y otro baile son aprovechados por parejas, músicos y ciervos para refrescarse con frecuentes libaciones de chicha y aguardiente. Estas fiestas suelen durar dos, tres o más días; depende siempre su duración de la cantidad de chicha, hasta que no se acaba, sigue la fiesta.
El baile se funda en un acto del culto religioso con ofrendas que procuran el favor de los espíritus. Se presume que los sacrificios y flagelaciones eran parte de las ceremonias, tal como lo hacían los Timotes. Se cree que el rollete debió ser el látigo con que se flagelaban mutuamente los danzantes masculinos.
El día de todos los santos
El 1° de noviembre los que han perdido algún pariente ponen sobre una mesa batatas, yuca, miel y más manjares. Durante la noche colocan sendas luces que se mantienen encendidas hasta el alba. Creen que los espíritus vienen a comer a su hogar. Al día siguiente invitan a amigos para que vengan “a comer la comida de la llora de sus hijos”. El 2 de noviembre para los fallecidos el día de todos los santos, se repite la ceremonia. Son mas abundantes y variadas las viandas y no debe faltar el cocuy. Como señal de luto se quita la cuerda al arco y se adornan de negro éste y las flechas. Deben permanecer durante tres meses con los dardos en tierra.
La ceremonia de la sequía
Colocan sobre una mesa algunos envases con cocuy y carato, tres monedas de plata y tres tabacos. Con eso se remunera al curandero. la casa debe estar cerrada y todos los perros del vecindario amarrados y bozaleados. El piache entra por el techo de la casa y así se cree que ha venido volando desde Moroturo. Esto se hace en tiempos de sequía para que vuelvan las lluvias y no se pierdan las cosechas.
G.J.Jiménez
Fuente
Jahn Alfredo - Los indígenas de Occidente