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La primera taza de café en Caracas

Germán Jiménez

Autor

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El café es uno de los principales productos de consumo venezolano y es, hoy, casi imposible encontrar un hogar donde este no tenga su espacio. Junto con la arepa, es protagonista de la mesa venezolana y parte de su tradicional ambiente familiar. El sabio Arístides Rojas nos dejó entre sus relatos la historia de la primera taza de café en el valle de Santiago de León de Caracas.

La familia Blandain

Blandain es el patronímico francés cuyo neologismo Blandín se usó para denominar tanto una quebrada ubicada al oeste de la ciudad como una plantación de café ubicada al pie de la silla del Ávila. El antecedente que debemos tomar para identificar este relato es el de la llegada en 1740 del farmacéutico don Pedro Blandain, quien consideró que podía establecer una farmacia en el valle caraqueño, al ver que este carecía de una: la única botica existente, que databa de 1649 y estaba bajo inspección de Marcors Portero, desapareció al no tener un público ni médicos que la frecuentaran.

Así, don Blandain instaló en el valle la primera botica francesa, que se dice estaba ubicada cerca de la esquina del Cují, y se unió en matrimonio con doña Mariana Blanco Valois. De ocho hijos sobrevivieron cuatro, que vinieron a dar a la ciudad el aporte de su ingenio. El primero, don Domingo, doctor en teología y Doctoral en el Cabildo eclesiástico; don Bartolomé, quien estudió en Europa y trajo del viejo continente sus conocimientos sobre agricultura y el arte musical; y por último las dos hermosas hijas, María de Jesús y Manuela, orgullo de la belleza femenina de la región en aquella época.

El cultivo del café

A principios del siglo XVIII, los principales productos de cultivo y exportación eran el añil y el cacao.  Fue para 1720 que el arbusto de café, oriundo de la antigua Abisinia, hoy Etiopía,  fue traído de París, llegando entre 1730 al 1732, a Venezuela desde Cayena. Esta planta fue introducida por misioneros castellanos y la tierra en que inicialmente prosperó fue a orillas del Orinoco. Decía el padre Gumilla, según relata Rojas, que lo sembró en sus misiones. El padre italiano a quien debemos el conocimiento de los tamanacos y de Amalivaca, dice que lo encontró frutal en tierra de los tamanacos, entre Guárico y Apure. Es probable que haya llegado al brasil donde data para el 1771, por los misioneros desde Venezuela.

Tras todo este trayecto el cultivo del café en territorio caraqueño tiene como posible fecha los años 1783 y 1784, en las estancias de Blandín, San Felipe y La Floresta en el pueblo de Chacao, las cuales pertenecían a don Bartolomé Blandín y a los Pbro. Sojo y Mohedano. Para poder dar una buena cocecha de estos frutos, entonces, se reunieron los tres productores y lograron formar semilleros bajo el método de las Antillas y lograron dar con cincuenta mil arbustos.

La música y el café

En el año 1786 varios eventos se suceden como una bendición para la Capitanía que, bajo la dedicación de tres distinguidos hijos, organizaron una fiesta para celebrar la primera taza de café que se tomaría en Santiago de León de Caracas.  Blandín, quien luego sería parte del proceso emancipador inicial el 19 de abril de 1810, estaría en el Constituyente de 1811 y viviría el triunfo del Libertador en 1821, fue, junto a Sojo y Mohedano, anfitrión de aquella celebración.

Un dato curioso es que la música tendría un lazo intangible con aquel producto de la tierra. Tanto Sojo como Mohedano eran aficionados y practicantes de aquella hermosa arte. Así pues, ese año vienen a coincidir la visita de los señores alemanes Bredmeyer y Schult, quienes hicieron amistad con el Pbro. Sojo de la cual surgió un agradecimiento tal que estos remitieron al padre instrumentos que se necesitaban en Caracas y partituras de Playel, Mozart y Haydn.

Esta hermosa coincidencia se tradujo como narra el sabio Rojas, que en las arboledas frutales de don Bartolomé Blandín se realizará aquel magno evento. A su casa llegaron en caballos y carretas de bueyes, donde encontraron la misma adornada en su totalidad, con la presencia de los sellos de armas de España y Francia. Muebles dorados o de caoba, forrados de damasco encarnado, espejos venecianos, cortinas de seda, entre otras bellezas, daban el ambiente a aquella fiesta, acompañada musicalmente por piezas de Bethoven y Mozart.

Al momento esperado, todas las mesas se retiraron menos la central, cubierta de flores que acompañó la vajilla asiática que formaba parte de aquel acto. Se acercaron a la mesa, el anfitrión Blandín, junto a su hermano el doctor Domingo Blandín y los padres, Sojo y Mohedano, y es al reconocido cura de Chacao a quien se le da el honor de beber la primera taza de café en el valle.

La cafetera derramó su contenido en la taza y todas las miradas se dirigieron al padre Mohedano, quien conmovido emitió un hermoso discurso que forma parte de los relatos del ilustre Rojas sobre aquel único suceso.


«Bendiga Dios al hombre de los campos sostenido por la constancia y por la fe. Bendiga Dios el fruto fecundo, don de la sabia Naturaleza a los hombres de buena voluntad. Dice San Agustín que cuando el agricultor, al conducir el arado, confía la semilla al campo, no teme ni la lluvia que cae, ni el cierzo que sopla, porque los rigores de la estación desaparecen ante las esperanzas de la cosecha».


Ante estas palabras prosiguió el padre Sojo:


«Bendiga Dios el arte, rico don de la Providencia, siempre generosa y propicia al amor de los seres, cuando está sostenido por la fe, embellecido por la esperanza y fortalecido por la caridad»


Para el cierre, entonces, don Domingo Blandín se unió a tan hermosas palabras diciendo:


«Bendiga Dios la familia que sabe conducir a sus hijos por la vía del deber y del amor a lo grande y a lo justo. Es así como el noble ejemplo se transmite de padre a hijos y continúa como legado inagotable. Bendiga Dios esta concurrencia que ha venido a festejar con las armonías del arte musical y las gracias y virtudes del hogar, esta fiesta campestre, comienzo de una época que se inaugura bajo los auspicios de la fraternidad».


La alegría se desbordaba y bajo aquella emoción don Domingo tomó una rosa de la mesa, para, luego de besarla, entregársela a su madre. Fue en ese hermoso acto, en el antiguo pueblo de Chacao, dentro de la propiedad de Blandín, que se celebró la primera taza de café en el valle de Caracas.

 

Fuente
Arístides Rojas, La primera taza de café en el valle de Caracas.


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