A través del arte, los seres humanos logran desarrollar la sensibilidad al entorno, logran percibir con mayor detalle aquellas emociones, imágenes etéreas que viajan alrededor de nosotros y que pocos pueden dar con ellas. En medio de risas, de la inocencia de quienes apenas comienzan la vida y aquellos a quien el tiempo no le ha arrebatado sus ganas de soñar, me encontré, en una zona apacible del Distrito Capital, lejos de lo cotidiano y en medio de forjadores de sueños, para entrevistar a Vanessa Balleza, quien con agradable sonrisa, se acercó para dar inicio a una agradable mañana y poder conocer un poco más de la persona detrás de los cuadros y del pequeño Canito, que ha empezado a formar parte de los hogares de muchos.
—¿Has estado de lleno con Canito?
—Sí, es un proyecto que es grande, es una exposición itinerante, estará en varios sitios basada toda en el personaje Canito y además se realizarán charlas y un performance de pintura en vivo. En este momento está ahí, en Chacao Bistró. Este es un personaje con el que yo tengo desde el 2009 y que ha ido evolucionando solo, no es algo que yo me planteé y en inicio fue una escultura donde otros artistas lo intervenían y se vendía para recaudar fondos para una asociación de perros. Funcionó, a la gente le encantó.
A raíz de esto decidí hacer más Canitos, los dejaba en crudo para que otras personas los interviniera, pero pasó que la gente no los quería intervenir, quería que yo lo hiciera. “¡Me va a quedar horrible!” me decían “¿Para qué yo quiero un Canito por mí? ¡Quiero uno tuyo!” y yo “Bueno ¿qué te hago?” y me pedían un Canito policía, un Canito Doctor, un Canito mago, muchas profesiones y empecé a hacer a Canito con diferentes disfraces, yo lo veía como disfraces, Canito y sus aventuras, haciendo moto cross o de doctor, y así se fue desarrollando el personaje y tomando su personalidad.
Después empecé a verlo como en pinturas, empecé a crear pinturas y grabados, colocándole en situaciones, en momentos donde el está.
—Me recuerda a la época de los Munny
—Sí, empecé a trabajarlo y se me planteó que fuera como una caricatura que saliera semanalmente en la revista “Eme”. La editora de la revista me dice que sea más femenino y yo le digo “¡Pero si Canito es hombre!” “bueno, pero que tenga algo femenino” entonces se me ocurrió colocarlo con Daniela, mi hija, y ya tenía ese lado femenino.
—¿Daniela ilustrada?
Sí, todo eso es ilustrado. Así nació esta caricatura que, semanalmente, está saliendo en el instagram de revista Eme de El Nacional, con Canito y Daniela.
—También vi que hay una cuenta que se llama Canito y yo.
—Me creé una cuenta para que Canito tuviera su espacio, para poner ahí todo lo que he hecho con el personaje. En la exposición “¿Quieres que te cuente un cuento?” Canito llegó con las esculturas y con una casa. Era como una instalación, de madera grande y todo el inmueble, sus cuadros, era como el imaginario de Canito, de su vida.
—Vamos un poco al origen de todo esto, naciste en el año 1978, en la ciudad de Caracas, una década donde se empiezan a ver indicios de violencia extrema, aunque la ciudad aún era muy diferente a lo que es ahora. ¿Cómo viviste esa etapa? ¿Tuvo alguna influencia en ti?¿Cómo fue esa niñez?
—Bueno, yo estaba muy chiquita, uno no salía de noche, se vive como preso en la ciudad. Imagino que los chamos de hoy en día también lo vive. Los amigos siempre venían a la casa, a dormir y ese tipo de cosas, era una niñez muy controlada.
—¿Cuándo empiezas a tener contacto con el arte?
—Desde siempre, mi abuela nos ponía a dibujar, desde pequeña, con mis primas y mi mamá me metía en muchos talleres de arte, los de CANTV, los museos, planes vacacionales que tuvieran que ver con arte; nunca estuve en un plan vacacional de fútbol, montaña, el Ávila, nada de eso.
—La tendencia fue siempre a estudiar arte.
—Sí, yo quería ser veterinaria o algo de arte.
—Ahora tienes a Canito y el arte.
—(Risas)Sí, verdad. Cuando estaba en tercer año una amiga le consiguió a mi mamá la escuela de historieta y me metió ahí, porque nada más exigía tercer año de bachillerato, así que en las mañanas iba al colegio y en las tardes me llevaban para ese instituto. Ahí veía todo lo que tenía que ver con historieta.
—Pasas a estudiar en la UCV ¿Por qué la UCV? ¿Qué te llevó a ella?
—Porque el director de la escuela siempre nos decía que no podíamos quedarnos con un técnico. El lo llamaba técnico, pero en realidad la escuela nunca tuvo la certificación, era como un curso largo de tres años. Él decía que debíamos tener un título universitario para completar la educación y tenía dos opciones, era la UCV o la Escuela de Arte Armando Reverón. La Armando Reverón era mañana y tarde, todo el día, eso no me gustaba. La UCV era en la mañana nada más y en la tarde podía trabajar, entonces me metí en la UCV y trabajaba en las tardes en El diario de Caracas, en “La economía ahora”.
—¿Trabajabas cómo ilustradora?
— Trabajaba como ilustradora editorial.
—No solo has trabajado en la ilustración editorial, también has trabajado mucho con cuentos…
—Eso fue accidental, porque a mi me gustaba mucho era la ilustración editorial, yo quería ser tipo Zapata; lo político, pero se me presentó la oportunidad para hacer unas ilustraciones para Alfaguara con Otto el pirata, era una emergencia que tenía un amigo y bueno, «yo los hago».
Así empecé a pasar de mano en mano, después estuve en Monte Ávila y en otras, con los cuentos. Era una ilustración muy descriptiva, yo no tomaba tan en serio la ilustración del cuento. Me parecía como un lenguaje menor. Ahorita no, ahorita para mi es todo un mundo, las ilustraciones no necesariamente tienen que describir lo que dice el texto, sino, acompañarlo. Se puede decir que ya he hecho una carrera con los cuentos, siempre he querido hacer mi propio cuento ¡Pero no me sale!(risas) de repente con Canito, tengo pensado hacer algo, pero siempre me llaman para hacer el cuento de otra persona y quedo subordinada a lo que quiere un autor o la editorial.
—¿Perozo también fue una de esas historias?
— Fue un experimento donde yo hice la secuencia, la narración gráfica, y una amiga hizo el texto, pero pasó lo mismo, tenía que hablar con ellos para saber como iba a ser la ilustración.
—No has tenido la libertad…
—¡No he tenido la libertad de hacer lo que yo quiera!(risas).
—¿Perozo también fue una de esas historias?
— Fue un experimento donde yo hice la secuencia, la narración gráfica, y una amiga hizo el texto, pero pasó lo mismo, tenía que hablar con ellos para saber como iba a ser la ilustración.
—No has tenido la libertad…
—¡No he tenido la libertad de hacer lo que yo quiera!(risas).
—A lo largo del tiempo has realizado muchas exposiciones, estuviste incluso viajando, cuéntame de esos viajes.
—Fui para China, bueno eso fue idea de Cristina Núñez, ella quería hacer unas residencias de artistas, que son un sitio que te ofrece un hogar y un estudio para trabajar, durando mínimo dos meses hasta un año, te trasladas al sitio, trabajas y expones.
Empezamos en España, expusimos y nos regresamos, luego en China y luego en Corea, con Daniel Briceño y la embajada de Venezuela, en esa nos quedamos más tiempo. Es muy productivo porque al cambiar de escenario se te abre mucho la mente, a veces uno se estanca siempre con el mismo ambiente los mismos materiales, la misma gente, la misma cultura, pero cuando viajas es como si te encontraras a ti mismo. Hace que tu trabajo desarrolle la creatividad y tu trabajo cambia, siempre para bien.
—¿Cómo fue esa experiencia? ¿Con los espectadores?
—En España no nos fue bien, tenían gustos muy tradicionales, por el paisaje, por los bodegones, por cosas muy viejas. Las obras de Cristina no le gustaban para nada, no sé si las has visto, es un trabajo muy libre y las mías tampoco mucho, porque eran muy cómic. En China nos pasó que era un lugar muy grande y nos sentíamos muy chiquitas, era un monstruo; demasiada gente haciendo arte de todo tipo, éramos como insignificantes. En Corea nos fue mejor, porque estábamos apoyadas por la embajada de Venezuela y el apoyo de Daniel Briceño, por lo que la experiencia fue totalmente diferente; cuando tienes el soporte de alguien es diferente, él era como un patrocinante, era diferente. A Cristina le fue tan bien, que se quiere ir a vivir a allá.
—¿Corea del Sur?
—Sí, Corea del sur. Si pudiera viajar todo el tiempo, ahorita es imposible, pero si me hacen falta los viajes.
—¿Y tú experiencia acá? ¿Qué tal ha sido esa experiencia?
—A mi me gusta, lo bueno de Venezuela es que da la sensación de poder hacer cualquier cosa, todo es como un accidente, no hay una organización, un protocolo.
—No hay una tendencia.
—No hay una tendencia, todo es como muy al azar, viéndole de forma positiva. Por ejemplo si tu dices, quiero hacer una exposición en una plaza ¿Por qué no? ¿Qué hay que hacer? En cambio en otros países es todo un protocolo, hay que pedir permiso; hay como muchas normas. Acá por ejemplo, la primera vez que nos presentamos en Hatillarte, el espacio estaba en construcción, era una casa que se estaba construyendo y para poder exponer ahí, en otro país, nos dicen que no, porque es un espacio que es peligroso para el público. Pudimos hacer la exposición, alegramos todo, lo intervenimos y fue una experiencia, buena, porque te da la sensación de que puedes hacer lo que quieras.
—¿Cómo inicias la etapa de la docencia?
—Desde que me gradué en la escuela de historieta.
—¿Mucho antes, incluso, de la UCV?
—El profesor me preguntó si podía dar clases ahí, desde que me gradué.
—¿Y con los niños cuándo comenzaste a trabajar?
—Era más adulto, acá en la casa. En la escuela de historieta era un instituto, era una promoción, en cambio aquí cada quien comienza cuando quiere y las edades están combinadas.
—¿Esta etapa de ahora, ser mamá?
—Horrible(Risas), no me dejan trabajar. Cada vez que me siento en la computadora quieren estar encima mío, me pongo a pintar y ellos también. Lo bueno es que no he dejado de llevar los cuadernos de apuntes, no he realizado obras definitivas pero he hecho muchos dibujos rápidos, el ser mamá ha alimentado, más, la historia de Canito, porque Canito tiene, ahora, dos niños que aparecieron en su vida. Canito es parte de la vida de ellos, el ser mamá ha alimentado la nueva experiencia de la ilustración infantil, es accidental, yo no estudié eso, pero las ilustraciones y las ideas tienen, ahora, más fuerza. He aprendido compartiendo con los niños mucho más el lenguaje de los cuentos.
—Veo que también has logrado adaptar tu situación actual, aprovechando para hacer franelas y otras cosas que compartes con los niños.
—Sí, he aprovechado el momento. De hecho mi trabajo tiene que ver siempre con el cotidiano, el momento. Siempre trabajo en lo que estoy viviendo.
—¿Cómo ves la situación del arte en este momento? Muchos están realizando proyectos, queriendo surgir, incluso ante la adversidad del medio en que se desenvuelven. ¿Cómo ves esa situación?
—Todo es como al azar y siempre hay focos de gente que está haciendo cosas muy buenas pero hasta ahí llegan. Cuando fundaron “El perro y la rana” todos estaban emocionados, por fin donde tener un espacio para publicar historietas, pero no, no funcionó, eso quedó ahí.
Hay espacios donde uno siente que no eres el amigo del amigo, siempre se presenta la misma gente y si conoces a alguien nuevo, te preguntas ¿cómo lo logró? y te enteras que es el amigo del amigo. Es cuesta arriba, las cosas no se dan por curriculum, sino porque estás en el sitio correcto y conoces a la persona correcta, es bastante fastidioso.
—¿Piensas que esa es la mayor adversidad que hay para el arte ahorita?
—Sí.
—¿Cómo ves el futuro? Para ti y para el gremio, si se puede llamar así.
—No te se decir ahora, porque he estado de mamá. Me han pedido presupuesto y he dicho que no puedo porque llevo tres años que no hago nada y no se cuanto se está cobrando.
—¿Estás separada ahorita…?
—Sí, ahorita estoy como desactualizada, cuando puse los precios de los cuadros en el restaurante, me di cuenta que no me documenté bien respecto a los precios del mercado, todo a subido muchísimo. Fui a comprar unos acrílicos y costaba quinientos, por ejemplo, y a la otra semana a mil. Siento que los artistas se están proyectando hacia afuera, todo el mundo está pensando como hacer algo afuera.
—¿Vas a realizar un conversatorio? ¿Cómo va eso?
—Estoy asustada porque es primera vez que lo voy a hacer(risas), voy a dar una charla sobre el proyecto Canito y el personaje en sí, pensando en hablar por unos 6 minutos e iniciar la actividad de dibujo en vivo, usando una cámara y un Videobeam. Esa es mi idea, no sé como vaya a salir.
—¿Qué te influenció a hacerlo?
—Fui a la exposición de Gerald Espinoza y lo vi haciendo una actividad similar, ellos hablaban de Retrofuturo, hablaron de la idea, de donde lo sacaron y luego comenzó a dibujar, todo el mundo veía lo que se estaba proyectando.
—¿Cuál ha sido tu mayor influencia?
—Me gusta mucho el surrealismo, todo lo que es manga, los ilustradores de cuentos infantiles, tipo libro álbum, en el sentido que las imágenes que logran, así llenas de fantasía que cuentan mucho. Nombre, me gusta Yoshitomo Nara; Shan Tung, del libro álbum; principalmente ellos.
—¿Qué te proyectas para ti? ¿Cuál es el futuro de Canito?
—Quiero llevar esa exposición afuera, a Panamá o a Miami, es una exposición del personaje, de su historia; cada cuadro es una historia, no es una narrativa o un cuento y sacar unos cuentos pequeñitos, aún no sé si va a hacer un cuento muy comercial o una de estas modalidades que son como una pieza única, estoy indecisa.
Así culmina la entrevista, que estuvo rodeada de la compañía de sus estudiantes, de todas las edades. Constantemente, los más pequeños, interrumpían para realizar preguntas a quienes Vanessa les respondía con dulzura y seguía nuestra conversación, que deja mucho de quien es la artista. Si quieres conocer más sobre ella visita su página web www.ballezarte.com.ve y vanessaballeza.com.ve
G.J.Jiménez