antiguo mapa de venezuela

De la nada a Venezuela: un breve repaso de nuestro nombre

En la conformación de la identidad venezolana, diversas herencias culturales convergieron en erigir un rostro firme y recio sobre la firmeza de estas admirables tierras de nuestro país, dando inicio a sus andanzas en la historia de América. Más allá de una etiqueta indiferente o identificación superflua, el nombre le otorga al ser del objeto un sentido y destino, dándole fuerzas para el cumplimiento de misiones históricas. En un principio pudimos ser graciteños, habitantes de Tierra de Gracia, primer bautizo que recibe el suelo venezolano a la llegada del Almirante Colón. También fuimos denominados, junto a la vasta extensión de la reciente masa continental descubierta, como Tierra Firme o Costa Firme, subrayando la percepción de los navegantes europeos frente a la inmensidad de las tierras que se les abrían como posibilidad de exploración y más tarde, de conquista. Este nombramiento duraría hasta el siglo XIX, en donde escritores, como el francés Francisco Depons, residido en Caracas, nombra así al territorio nacional en uno de sus libros. En una carta de Colón a los reyes, se les llamó a las tierras venezolanas, durante buen tiempo, Paria. El nombre proviene directamente del territorio que se le conoce como Península de Paria y antes Tierra de Gracia. Sus márgenes geográficos se hallan en el extremo norte de la serranía del litoral oriental, en el estado Sucre. Era un nombre indígena fácilmente acomodable a las lenguas occidentales, pero que no duró mucho más. Por supuesto, en aquella tierra sin nombre claro, dividida y sin enlaces fundamentales que la unieran en un cuerpo político, social o cultural coherente, fueron emergiendo nombres provinciales, como Coro o la Nueva Andalucía, dando paso a las futuras erosiones regionalistas que desataría el furor en los siguientes siglos. Pero son Alfonso de Ojeda y Américo Vespucio, en su célebre recorrido por el Lago de Maracaibo, por allá en la expedición de 1499, después de una perturbadora experiencia en canoas de temibles y peligrosos caníbales, los encargados de dar, en ese instante, una insustancial clasificación comparativa, casi insignificante, que les recordaba a la ciudad de Venecia, por sus similitudes de área y construcciones sobre el agua. Ese nombre que pronuncian es el de “Venezuela”, la pequeña Venecia. Venezuela es, durante el principio de su mención, una referencia, una cosa nueva, algo que no ostenta significación alguna, o que carece de importancia capital. Pero ese tono frágil, ese color pálido que destila su invocación, va dejándose de lado y empieza a adquirir una altura propia, un tinte fulgurante, un sentido de autonomía que cubre los rincones de los suelos de Coro, de la Nueva Andalucía, de la Costa y de los Andes, un nombre transportado por el Orinoco y que se oye en las calles de la Provincia de Caracas y lejos, allá en la Península. El nombre despierta en la mente de los oyentes esa vastedad de selvas, ríos, nuevos hombres, nuevas oportunidades, de un mundo que aparece de súbito y que desplaza las visiones de palacios y canales de quien anteriormente constituía su referencia. Todo lo que fue compuesto de inconexas zonas geográficas ahora es un mosaico retratado por la pluma de aquel nombre, que lentamente armaron las piezas que ilustran el rostro unido de Venezuela. El paisaje de lo caníbal, violento y sucio se reduce a su mínima expresión, se va desplazando la visibilidad de unas tierras salvajes, ignorantes. Un hálito incomprensible se concentra en cada voz que aduce a ese poderoso nombre que resiste a los tiempos, a las transformaciones históricas, a las épocas de la colonia, de la independencia, de las guerras regionales, de las disputas intestinas. El asentamiento de este título que da existencia y convivencia análogas al conjunto de regiones que se formarán al interior de nuestra patria es admirable, por cuantos cambios de nombramientos sufren los suelos vecinos, como la Presidencia de Quito, Nueva Granada o el Alto Perú. Esa resonancia asombrosa le insufla un resplandor singular al suelo patrio, dándole dominio de sí mismo ante todos y todo. Mencionemos a la seductora y agraciada “Colombeia”, íntima creación de Miranda, proyección prestigiosa del portentoso plan de unificación continental, una larga y vasta nación unida por los lazos de la historia y de los cielos. Será después Colombia, denominación recogida por Bolívar para materializar aquel propósito desbordante de grandeza, que refleja la visión inalcanzable de horizontes políticos y sociales desconocidos para los pueblos nacientes de la Independencia. El descomunal bosquejo de gran nación se disipa entre los revanchismos de la época, pudriéndose en esa olla podrida de enemigos y ambiciones desmesuradas, truncando la posibilidad del nacimiento de un bloque unido ante las influencias de los poderes extranjeros. De esa manera, la desaparición de Colombia, el anhelo de tres pueblos solidificados en un país soberano, culmina abruptamente. Neogranadinos, quiteños y venezolanos regresan a los puntos de partida, pero el continente cambiaría. Colombia, Ecuador y Bolivia cambian sus antiguos nombres. Aunque en las conformaciones políticas del país las variaciones de acompañamientos al nombre (Capitanía General, Estados Unidos, entre otros) de Venezuela van evolucionando, esto nunca afecta la mantención primaria. Solo una nación conserva su título, el aliento impregnado de los exploradores, ese soplido de letras que formó Vespucci en las riberas del lago en Maracaibo, esa endeble denominación que fue tomando figura respetable y abrazando las anchuras de los territorios regionales, ese título de carácter irrenunciable que es insignia de todos sus hijos de tierra, que no es otro que el de Venezuela.

Panteón de los héroes

La Quinta República de 1830

El concepto de República en Venezuela está relacionado al proceso de Independencia, que tenía como objetivo la abolición del Imperio español y su sistema monárquico, que controló el país por más de 300 años. Sin embargo, los historiadores no han establecido un criterio unificado sobre las diversas etapas republicanas, en el contexto de las victorias y derrotas durante la guerra. Este problema se debe, posiblemente, a la amplia cadena de hechos criollos que ocurrieron, tanto en Venezuela como en el extranjero, por el proyecto napoleónico del Libertador Simón Bolívar, que complican la interpretación académica para demarcar las épocas; lo que permitió al chavismo imponer su propaganda histórica. Pero tomando en cuenta criterios jurídicos y militares, se puede establecer una hipótesis diferente: I) Primera República Comienza con la Firma del Acta de Independencia, el 5 de julio de 1811, cuando el Congreso declara la ruptura con España; pero luego cae con la Capitulación de San Mateo (25 de julio de 1812), ante el avance de Monteverde contra las tropas de Miranda. Es importante recordar que el 19 de abril de 1810, fue un acto pro-monarquía porque la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII, defendía al rey que había sido capturado por el Ejército francés, en el contexto de las guerras napoleónicas. II) Segunda República Agosto de 1813 fue un mes fundamental para recuperar, transitoriamente, el sistema republicano; con los triunfos de la Campaña Admirable (encabezada por Simón Bolívar) y la Campaña de Oriente (bajo el mando de Santiago Mariño). Sin embargo, con el posterior avance letal de Boves hacia Caracas, luego de vencer en La Puerta (actual estado Guárico), se produce la emigración masiva hacia el este de Venezuela y los españoles retoman el control del país, con la caída de Maturín (1814). III) Tercera República En este período es donde comienzan los mayores vacíos históricos, por parte de los académicos, pero se puede delimitar con la Constitución de 1819, que viene a formalizar el triunfo militar del general Manuel Piar en la Campaña de Guayana (1817); cuyo contenido establecía lo siguiente: – Artículo 1. La Republica de Venezuela es una é indivisible. – Artículo 2. El Territorio de la Republica de Venezuela se divide en diez Provincias, que son: BARCELONA, BARINAS, CARACAS, CORO, CUMANA, GUAYANA, MARACAYBO, MARGARITA, MERIDA y TRUJILLO. Sus límites y demarcaciones se fixarán por el Congreso. (Comentario del articulista: Se respeta la redacción original y en ese momento no se había establecido, todavía, la transición completa hacia la Gran Colombia)                                          – Artículo 15. Verificada la Union que se espera de Venezuela y la Nueva-Granada conforme al voto y al interés de ambos Pueblos, esta Constitucion sera de nuevo examinada y discutida en el Congreso General que ha de formarse. Entretanto los Ciudadanos de Nueva Granada serán reputados Ciudadanos de Venezuela por nacimiento, y tendrán opcion á todos los empleos, residiendo en su territorio. IV) Cuarta República En sentido estricto (jurídico) es con la Constitución de 1821 que se establece la ampliación formal de la República: “Artículo 6. El territorio de Colombia es el mismo que comprendían el antiguo Virreinato de la Nueva Granada y Capitanía General de Venezuela”, que actualmente abarca a Colombia, Venezuela (incluyendo el Esequibo), Ecuador y Panamá. V) Quinta República     En paralelo a esta Gran Colombia (nombre historiográfico), Bolívar y Sucre continúan la expansión hacia Perú y Bolivia; pero los caudillos regionales empezaron a conspirar contra el liderazgo venezolano, por conflictos de poder. El Gran Mariscal de Ayacucho sufre el primer atentado en 1828 (Bolivia), que lo deja incapacitado de su brazo derecho, mientras que el segundo le quitó la vida en 1830 (Colombia). Ese mismo año muere el Libertador por la tuberculosis, pero ya había sobrevivido a un ataque en 1828 (Colombia). A esta crisis se suma la Guerra grancolombo-peruana (1828-1829), durante el mandato del presidente José de La Mar. En ese contexto, nació el liderazgo pragmático del nacionalismo venezolano, porque el general José Antonio Páez se dio cuenta que el proyecto de expansión era insostenible por divisiones internas, la amplitud geográfica y los problemas económicos después de tantas batallas en casi 20 años. De esta manera, la Constitución de Valencia (1830) estableció la verdadera Quinta República, con autonomía plena frente al centralismo bogotano, creada por los diputados de Cumana, Barcelona, Margarita, Caracas, Carabobo, Coro, Maracaibo, Mérida, Barinas, Apure y Guayana; estableciendo en su artículo 5 que el territorio “comprende todo lo que antes de la transformación política de 1810, se denominaba Capitanía General de Venezuela”, principio que se mantiene hasta la actualidad para la defensa del Esequibo (Uti possidetis iuris). Propaganda chavista Contra la lógica de esta línea de tiempo, Hugo Chávez planteó una interpretación política para “fundamentar” la propaganda de su movimiento. El 5 de agosto de 1999 dio un discurso en la Asamblea Nacional, para entregar el proyecto de Constitución, donde dijo lo siguiente: “Sobre las cenizas del Padre de la Patria nació, traicionera, la República antibolivariana de 1830, alimentada desde las alevosías de La Cosiata (…) Esa Cuarta República nació bajo el amparo del balazo de Berruecos” por el asesinato de Sucre. (Elías Pino Iturrieta. El divino Bolívar). Luego, en una ampliación del discurso, el chavismo traslada este período histórico hacia la época partidista (1958-1998), como parte de los conflictos internos de la izquierda venezolana (marxistas contra adecos socialdemócratas); pero la verdadera Quinta República nació en 1830, sin ningún tipo de subordinación a España ni Colombia.  

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