Caracas, una ciudad que ha cambiado tanto, una ciudad que existe sobre un caos permanente que hace pensar que siempre fue igual. Aunque no ha pasado mucho tiempo, parece leyenda la Caracas afrancesada de Guzmán Blanco, la de los techos rojos de Bernardo Núñez. La siguiente entrevista forma parte de una investigación, que busca hacer una revisión de los hechos que dirigieron a esta ciudad al deterioro absoluto: inseguridad, problemas de infraestructura, tráfico, entre otras cosas, que nos han llevado a una crisis que abarca todos los aspectos de convivencia.
Agustín Blanco Muñoz, es un historiador venezolano que se describe como “…más que todo historiador de lo actual”, docente de la Universidad Central de Venezuela desde 1966, iniciando como preparador en 1963. Investigador de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, donde tiene sus labores en el área de postgrado —hace un tiempo que no tiene labores de pregrado—. Es importante destacar que tiene en su haber varios libros donde le ha dado voz a diferentes personalidades históricas de Venezuela, permitiendo conocer su perspectiva de la historia. Pérez Jiménez, Carlos Andrés Pérez, Pedro Estrada, Herma Marksman, son tan solo algunos nombres de los muchos que se han permitido esta tertulia periodística para dar a conocer los hechos desde sus ojos e incluso defenderse de acusaciones que siguen en la mente de muchos venezolanos.
¿Por qué él? Es conocido que Blanco Muñoz es de tendencia marxista, lo que de entrada, iba en oposición al pensamiento de quienes pretendíamos acceder a su memoria. Más allá de lo ideológico, el caudal de información que hay detrás de él, quien pudo conversar directamente con los exponentes de la historia y que además escribió el libro “ Oposición CIUDAD-CAMPO en Venezuela”, era de gran valor.
La necesidad de contrastar con diferentes visiones para poder tener una mejor panorámica de nuestro pasado nacional, nos convenció de acercarnos a él. En días de protestas, después de varias llamadas y muchos inconveniente, producto de las llamadas “guarimbas”, por fin lográbamos concretar la entrevista. En el espacio de la Cátedra Pío Tamayo nos recibió el profesor, con una camisa blanca, su frondoso cabello monocromático que recordaba los afros de antaño, y un semblante, inicialmente, serio. Nos dirigimos a un aula del Doctorado de Ciencias Sociales, eran casi las 6 de la tarde y el sol empezaba a escasear. Colocamos la cámara, encendimos la luz e iniciamos la entrevista.
—Mucho hemos escuchado sobre una Caracas segura, que se llenó de obras durante el la década del 1948-58 y que fue muy recomendada a nivel mundial. ¿Existió esa Caracas?
—Este es el caso de la Caracas de Billo’s Caracas Boy, la bella Caracas, también es la Caracas de los techos rojos de Enrique Bernardo Nuñez. Esa Caracas, que tiene mucho de idílico, de festejo, de condición humana.
Realmente evaluar la ciudad, hablar sobre la ciudad no debe hacerse a partir de 1948, no se va a entender la ciudad, Caracas, a partir de ese corto período de 1948. Es necesario ir mucho más allá, por lo menos poner algunas pinceladas. Me atrevería a decir que Caracas, la ciudad venezolana, es la ciudad de la historia de la invasión que comienza 1492, y hoy son 447, o algo así, de la fundación de Caracas, y allí tenemos la primera contradicción, tenemos que la ciudad, Caracas, forma parte de un proceso invasor, de un proceso de destrucción; de un proceso de aniquilamiento que hizo el llamado conquistador y colonizador del hombre originario, de los suelos vividos, del espacio vivido por ese hombre originario.
Esto habría que explicarlo mejor a mucha más extensión, pero limitémonos a unas pinceladas porque la ciudad hay que entenderla, en términos específicos, como el espacio en el cual, van a morar, va a habitar, van a vivir las entidades humanas calificadas, sostenidas como superior, es el espacio donde va a haber mayor confort, mayores beneficios, mayor creación; por ello, simplemente, el legislador de Indias manda a construir sus ciudades ahí, donde hay espacios que han sido poblados, que han sido trabajados, que han sido domados, que han sido cultivados; cultivados en términos de la tierra, en términos de la germinación y en términos humanos.
No es verdad en consecuencia aquí vino un colonizador o un conquistador, aquí vino un invasor que despojó a quienes estaban viviendo, estaban pisando, estaban construyendo; estaban ampliando el espacio, Caracas, de un originario Caracas, y ese espacio simplemente se puso a un lado para darle paso a los invasores, a cuya cabeza estaba don Diego de Losada.
Esto, simplemente, significa fundar. ¡Sí fundaron! Fundaron una ciudad, fundaron la ciudad de los invasores destruyendo la ciudad de los invadidos, destruyendo la ciudad de quien había construido, materialmente avanzado, quien había vivido el suelo de lo que ahora se va a llamar Caracas, es decir, no olvidemos un concepto fundamental: el tiempo y el espacio son productos, son conceptos que tienen validez cuando inscribes un tercer concepto que se llama el hombre. Solamente cuando hay un espacio vivido, es que hay un tiempo histórico y ese tiempo tiene tres componentes: Hombre, espacio y tiempo, tres componentes. Esos tres componentes no nacieron con la gesta de don Diego de Losada, no, son muchas décadas donde ya hay la acción originaria, creando básicamente, esto que se llama Caracas; que no se va a conservar nada más que el nombre, la obra de la acción invasora.
Pues bien, cuento corto, este antecedente hay que tenerlo en cuenta para saber lo que es una ciudad: lugar de esplendor, lugar vivido, lugar para el privilegiado; ahí viene la diferenciación. En el campo estaba la mano de obra, la producción; en la ciudad estaban los señores que se favorecen de la producción del campo. De modo que cuando ves la Caracas llamada colonial, la Caracas del invasor, estás viendo un centro de Caracas donde están morando los señores, los señores de la sociedad fundamental, es decir, el blanco criollo básicamente. En las afueras, más allá, en el campo están los otros, ¿y quienes son los otros? Los que producen para la ciudad.
Este esquema no es nada más que caraqueño, este esquema tiene que ver con todo el territorio en el cual se montan los lineamientos de esto que se llama invasión. Esto quiere decir que la ciudad de los siglos XVI al XVIII, mantienen esos lineamientos, la del XIX los mantiene, y en el XIX comienza una búsqueda, un cambio a partir de la idea de federación y es cuando se desarrollan los poderes locales, que van a tener que ver con la idea de los propietarios de las diferentes regiones y sus ciudades.
De modo que hay los dueños de Coro, los dueños de Mérida, los dueños de Maracaibo, y los señores de Guayana; los señores de cualquiera de estas ciudades. En ellas está morando la clase del privilegio, y en esta clase tiene en cada caso el campo, el sitio de producción o sitio donde mora, también, la pobreza. Porque campo confunde dos elementos, la pobreza que es quien produce riqueza, la riqueza que van a pensar los señores de la ciudad.
Vamos a ver el rostro del mismo esquema de una ciudad que funda riqueza, centro financiero, es el espacio en el cual convergen todo lo que se llama ganancia. Ahora bien con este esquema termina el siglo XIX y comienza el siglo XX, pero en 1914 comienza un fenómeno que no puedes olvidar, el primer pozo de petróleo. Comienza la era del petróleo que ya llega a cien años; los cien años de petróleo significan otra ciudad, porque aumenta la riqueza y aumenta la necesidad de centros poblados que van a estar aprovechados por los privilegiados y al lado de los privilegiados, los nuevos centros de finanzas, comerciales industriales. La ciudad es entonces centro comercial, centro industrial, centro financiero. Dentro de lo que se llama la centralización, Venezuela, va a seguir el esquema español, donde hay, ya no el Cabildo, ahora llegamos a la era presidencial.
La era presidencial necesita una ciudad, un asiento presidencial, al lado del asiento económico, el asiento militar, el eclesiástico; todos los poderes están concentrados en la ciudad, en la ciudad capital. De modo que el compendio, el conjunto venezolano, tiene como epicentro Caracas, Venezuela es Caracas y el refrán popular tu lo conoces y que lo demás fuera de Caracas es monte y culebra.
De modo que a partir de semejante subestimación de lo que es el interior, se comenzó a redoblar la imagen de Caracas. Ahora, la imagen de Caracas del siglo XIX, que es la ciudad de Núñez, es una ciudad donde no existe el ruido, no hay cornetas, no hay maquinas, no hay autos; es decir, es una ciudad, materialmente, donde el movimiento es de sangre, básicamente, no hay motor.
Esa Venezuela de atracción, de sangre, se esfuma a comienzos del siglo 20 con el comienzo del motor. En ese momento nuestras calles, nuestro movimiento es otro. La visión del tiempo comienza a cambiar. Hubo un tiempo en que se decía de Maracay a Caracas en 50 horas, que sé yo, en asno. De la Caracas de Gómez a la Maracay de Gómez, siete horas, es otro tiempo y es otro espacio. Comenzamos a ser legislado por la industria automotriz norteamericana y que cada década va tomando más espacio.
Pues bien, esa ciudad de los techos rojos de Bernardo Nuñez, esa ciudad que tiene algún porte colonial; aquella ciudad de la tinaja, aquella ciudad de tejas, de los ventanales y de los zaguanes, siguiendo el modelo español. Esa casa hermosa, apacible, acogedora; no solamente en Caracas, sino en el interior de la ciudad, empieza a ser golpeada por la influencia del petróleo, claro, en la medida que se va desarrollando el éxodo campesino, a medida que la ciudad se va poblando con gente que deja atrás su espacio para ir a los centros poblados, de riqueza; de posibilidades. Este centro, también, da la posibilidad que existan algunos residuos, eso que se llaman despojo urbano. Esto no se conoce en los treinta y en los cuarentas.
Los años cuarenta, fines de los 40, lo que coincide con el 24 de noviembre de 1948, significa de la toma del mando/poder del grupo de Delgado Chalbaud, Suárez Flamerich y Marcos Pérez Jiménez.
—¿Por qué no se planifica todo este proceso? ¿Por qué no se busca canalizar ese cambio?
—La planificación no ha sido el fuerte de nuestro comandantes. Eso de haber planificado, de cualquiera de los lugares de los pozos petroleros, del éxodo; no, ni se planifica ni se controla. La gente siente que está desplazada y que necesita irse a un espacio donde asegura su supervivencia. Se aventura para salir del sitio para buscar más posibilidades. Esa mentalidad que se crea mientras aumenta el ingreso del petrolero, Caracas, centro administrativo, garantiza más posibilidades, se piensa que lo que hay que hacer es irse a Caracas ¡Váyanse para Caracas! ¡Invierte en algo! ¡Mata tigres!
—Aún así, hubo un momento en que se intentó organizar, se intentó planificar. ¿Qué ocurrió? ¿Cuándo empezamos a ver los llamados ranchos?
—Vamos a intentar ver lo siguiente, en términos de la invasión inicial la ciudad es para mantuanos. Ahí no entra el pendejo. Ahí la diferencia está bien marcada, el campo es para la pobreza, la ciudad para los mantuanos. Esta oposición entre la ciudad y el campo en espacios separados; el espacio urbano mantuano y el espacio rural, pobre, poblado más no construido; poblado mas no edificado. El campo es ranchería, es improvisación; la ciudad es construcción, aunque no significa que sea enteramente planificada.
¿Cuándo es la primera vez que alguien, en Venezuela, tiene la idea de planificar la ciudad? ¿Cuándo comienza la empresa del cemento en Venezuela? La empresa del cemento en Venezuela comienza en 1870, en el setenta y dos, con Guzmán Blanco. El quiere hacer un centro capitalino de plazas, de teatros; en fin, hubo centros importantes y a él le debemos la idea francesa de la construcción. El Palacio Federal, el Teatro Municipal, todo eso es Guzmán; pero Guzmán también es el hombre de los cuarteles y esta es una línea de cemento que la va a seguir Juan Vicente Gómez.
Cuando tú vas a ver la ciudad de Maracay, que es la ciudad de Gómez, vas a ver el auditorio de Maracay, los telares de Maracay, la papelera de Maracay. Toda esta construcción al lado de los cuarteles de Maracay, la Ciudad Jardín transformada en la Ciudad Cuartel. Comienza a juntarse la parte campesina y la parte citadina, porque Maracay era todo materialmente un campo, con un centro de ciudad, centro que tenía cercano un cuartel.
Ese Maracay va juntando el campo y la ciudad, pero esa ciudad que sigue el modelo gumancista, no tiene mayores adelantos en la transición de López o Medina, ni siquiera en el trienio. La otra gran transformación de la ciudad es con el Perejimenismo, pues, ¡Cambia materialmente la faz de Caracas! La ciudad de las autopistas, la ciudad de grandes construcciones; es la ciudad de las viviendas múltiples. Es la misma mentalidad de Guzmán Blanco y de Gómez, la misma escuela del cemento, que llamamos cemento y democracia, que en este caso la democracia hay que identificarlas con dictaduras, pero son dictaduras que dejan huellas.
Como me decía Pérez Jiménez: “Profesor por donde usted pase, en Caracas y en cualquier parte de Venezuela usted tendrá que decir e allí la obra de Pérez Jiménez y esto lo hice con diez mil millones de bolívares” y a cada ratico te lo demostraba, la obra que dejó con tan bajo presupuesto y haces la relación y nadie lo ha superado. “Nadie hizo una Ciudad Universitaria” como esta que estamos pisando en este momento, obra del señor Pérez Jiménez, muy bien, fue diseñada por Villanueva en el período anterior, pero el constructor de esto fue el señor Pérez Jiménez quien la dirigía personalmente. Porque Pérez Jiménez se daba el lujo de venir a la construcción a supervisarla, según testimonio que me ofrece el ingeniero de la obra, el ingeniero Damiani, a quien le hice una larga entrevista sobre la Ciudad Universitaria.
No era ningún dogmático de los planos, a mi me contaba Damiani que los techos estos, que están al frente, que tienen arcos, estaban diseñados, inicialmente, planos. Damiani le dijo a Villanueva “Arquitecto, que le parece si hacemos un cambio aquí y en vez de planos los ponemos como si fueran asbestos”, le responde Villanueva “Que buena idea, pero eso va a ser difícil hacerlo” a lo que respondió “No vale chico, yo se como hacerlo”.
Aquella satisfacción que sentía Damiani, y me contaba que, un buen día, estaba anunciado el clínico para el 2 de diciembre. El 2 de noviembre, me dice, se le presenta Pérez Jiménez a las diez de la noche y dice “¿Qué está pasando con esto? Esto está crudo…” a lo que respondió “Sí, la vamos a tener que suspender», Pérez Jiménez molesto dice “No, esta obra se inaugura el 2 de diciembre, podemos posponer la hora, pero no la fecha”, a partir de ese momento trabajaron todas las horas, día y noche; la obra se terminó para el 2 de diciembre.
Ustedes no habían nacido, pero fue un acontecimiento, esto, la autopista Caracas-La Guaira, y los túneles, nosotros veníamos del interior a ver los túneles, como al centro Simón Bolívar, o los Próceres, La Ciudad Universitaria. Para ustedes hoy puede parecer insignificante, pero para nosotros era distinta la visión, los que habíamos venido del interior a Caracas en 10 horas y que de una autopista eran tres horas, era un cambio muy grande. La velocidad que conocíamos era el tren desde Carabobo hasta Miranda, por que esta, ahora, era indudablemente otra Caracas, la Caracas del Humboldt, la del teleférico; o la Caracas de cómo se llama, la de allá en Roca Tarpeya
—¿El Helicoide?
El Helicoide, la primera idea de gran centro comercial y administrativo. Es que eran palabras gruesas en aquel entonces, años 50, eran palabras grandes. Podemos ir a muchas derivaciones de como la idea de ciudad crece, como centro administrativo, como centro de los beneficiarios y los beneficiados. Pero Caracas experimenta la máxima concentración de población. No inventa, él la consigue e intenta modificar la estructura poblacional que se ha formado y por ello los bloques del 23 de enero. Porque su idea era combatir el rancho.
—¿Pero hubo persecuciones? En la entrevista que usted le hace, él se defiende diciendo que solo iba dirigida a un grupo, un sector político que traficaba con armas y generaba violencia. ¿Qué puede decir usted de eso?
—Hay un término que define todo esto: selectivo. La persecución perezjimenista era selectiva, ahí no se reprimía ni se perseguía a quien no estaba metido en política.
Si tú te metías en política sabías el peligro en que te metías, porque lo que llamábamos «los soplones» eran muchos y el control político era fuerte, era férreo; pero tú no te dabas cuenta hasta que no empezabas en una entidad política, entonces uno que comenzó, por ejemplo en mi caso, en la juventud comunista en la época de los 50, en el 54; entonces uno se daba cuenta lo que era aquello y los maestros del partido lo instruían a uno en que se estaba metiendo, los peligros que significaban, como había que cuidarse; ya uno no era uno más de la gente que no se mete, ya uno estaba metido, poquito o menos metido, en algo estabas metido ya.
De modo que la persecución era selectiva, no se tocaba al que no andaba metido en nada.
—Entonces ¿la represión no fue cómo la cuentan?
—Ahí está clarito. Yo lo atacaba, lo atacaba y lo atacaba, y el viejo cada vez que podía me golpeaba. “¿Cuál represión profesor? Represión hay en esta democracia, nosotros éramos unos niños de pecho, cuénteme”. Hubo muchos momento en que se habló de la represión múltiple que había causado el perezjimenismo, por ejemplo, La Masacre de Turén, la masacre era una de las maquinas de acusación, porque ese lugar concentro muchos opositores que se juntaron a un movimiento cívico militar, y bueno, allá se mandó un cuerpo represivo y cuando bajaban de la montaña, mataron a miles y miles; La Masacre de Turén, La Masacre de Turén.
—¿En que año fue esa Masacre?
—Si mal no recuerdo, fue en el 54. Yo escribí en el Nacional, creo que un par de reportajes, a propósito de una investigación que hice en el lugar; porque yo me alejé, yo me fui, lamentablemente sin cámara, puro grabador, porque en aquella época una cámara era un artículo de mucho lujo, una filmadora quiero decir, cámara fotográfica si teníamos.
Me voy a investigar la masacre de Turén—golpea el escritorio—a reconstruir La Masacre de Turén. Mi sorpresa, lo que tenía en la cabeza y lo que había leído en testimonios como José Agustín Catalá, era que habían centenares de muertos, y yo dije que iba a buscar ese cementerio, pues.
Busqué a todos los sobrevivientes y los entrevisté, encontrando —Agustín levanta la mano formando la seña del número cuatro— cuatro muertos. No quiere decir que eso no sea una masacre, eso fue una masacre, pero son cuatro muertos no cuatro mil ni cuatro cientos ni cuarenta.
Después que yo publiqué esos trabajos en El Nacional, aquí no volvió a hablarse de La Masacre de Turén; cuatro hombres se mataban, aquí, en la época de los sesenta en cualquier momento. Es más cuando yo hablé con Pérez Jiménez, el se reía cuando yo le hablaba de la masacre y cada vez que yo le hablaba de algún muerto, el echaba la otra versión, él y Pedro Estrada.
—¿Ya en los 50 habían ranchos? Las famosas chozas a las que él se refiere en “Habló el General”
—No había planificación, ni entidades que aplicaran legislación. Se actuaba por la libre y cuando se da cuenta la junta de Gobierno, ya tiene la ciudad llena de ranchos y cuando llega Pérez Jiménez, ya tiene la ciudad llena de ranchos. Bueno, mira, comienza la lucha contra el rancho y comienza a instalar los conocidos bloques, pues su idea era acabar con el rancho, ese era su propósito y el periodo de Gobierno del 58 al 63 tenía eso como principal propósito, la extinción del rancho como forma de vida.
En el período llamado democrático el éxodo aumentó, se multiplicó de una forma descontrolada y en el día de hoy, se podría decir que, casi, es irreversible en el corto y mediano plazo. Tendría que ser en el muy largo plazo, al punto de que el rancho ya es una entidad con todos los servicios, algo inamovible. Alguien me decía, de obras arquitectónicas, que ojalá haya un deslave como el de La Guaira—golpea el escritorio—.
—En otra entrevista que realizamos, me hablaron de las obras de la democracia, donde hubo intento de realizar políticas de recuperación de estos espacios. ¿Qué ocurrió en la democracia?
—Hubo intentos de regreso, ideas de Carlos Andrés Pérez uno, de regresar a la gente a su espacio de origen, pero hay gente que estaba arraigada y volver a su espacio de origen era como un imposible. Como idea era plausible, no era real, no era viable, por el problema de gente ya afianzada a un espacio. Gente que ya echó raíces. El hombre siembra su espacio, echa su raíz y cómo toma qué le digan que tienes que mudarte de aquí, después que tienes un espacio vivido.
—Ahora los barrios rodean la ciudad y el arraigo es mayor. La violencia sigue aumentando y el riesgo está latente.
—Hubo el momento en el cual, hubo un espacio exclusivo de los mantuanos, pero llega un momento en que llega la convivencia en el mismo espacio, la pobreza va rodeando la ciudad, va penetrando la riqueza, si vas para el Country club, verás la riqueza, pero están rodeados y con el tiempo puede haber una penetración; de modo que el espacio, aquel, que fue exclusivo, pasó a ser un espacio de convivencia. Así tu ves, las urbanizaciones que tienen inscritos en su seno, su barrio, San Bernardino.
—Y Altamira.
—Aquí está tu límite y aquí está el mío, vamos convivir en sana paz, hasta ahora, han tenido instantes de paz pero ya comienza a perderse el equilibrio, ese equilibrio puede romperse y si se rompe van a aumentar los escenarios de violencia. Eso es lo que está pasando hoy en Caracas.
Pedro Estrada me dijo muchas veces, en aquel libro, Pedro Estrada Habló, me decía que los cerros van a bajar, en 1982. Es la primera vez que se hablaba que los cerros bajarían y los cerros bajaron en el 89. Esos cerros, esa pobreza, en un momento determinado puede aumentar su capacidad de violencia y puede convertir este espacio, en otro tiempo, en un lugar de vida muy alterada.
—En caso de bajar los cerros ellos ni siquiera van a diferenciar quien está de un lado y quien de otro.
—Pero la fuerza represiva el 23 de febrero tenía claridad de que tenían que detener esa violencia que había bajado y que se había levantado. De allí que se haya producido de una intensidad y profundidad. El llamado Caracazo, eso era algo que mucha gente no se podía esperar, se había anunciado, pero no suponíamos la dimensión. No suponíamos nosotros que íbamos estar en un momento dado en la fosa común de la peste y sintiendo que pisábamos sobre muertos. Los camiones de muertos estaban a flor de tierra, haciendo un trabajo de ocultación de los muertos.
—Ahora tenemos que después de los cuarenta años, estos últimos quince solo han prolongado una curva exponencial negativa y empeorándola a una línea en picada. Así como se advirtió el Caracazo, también se advirtió el deslave y nada se hizo para evitarlo.
—Ese es el momento en que coincide con el referéndum aprobatorio de la constitución, el régimen no podía parar porque perdía toda su convocatoria. Después de sus elecciones es que comienza a ocuparse.
—¿Cómo se ve contrastada la Caracas de la democracia y el período actual con la década del 48 al 58?
—Mira, si uno tiene en cuenta el período de construcción perezjimenista y lo contrasta con el democrático, ve que este modelo no es la continuación planificada para mejorar aquello. Te recuerdo, la ciudad perezjimenista siguió vigente. Ahora, cuando vemos el curso de los 40 años, no hay una modificación sustancial del problema habitacional, las medidas son muy débiles. La ciudad experimenta cambios, cambios en el aspecto urbano, en el aspecto de su construcción.
En el período democrático no se extingue el proyecto perezjimenista, la gente se quedó pensando en el proyecto de Pérez Jiménez y aquí con este período se quiso seguir el proyecto implantado por Pérez Jiménez. Cuando llega este Gobierno en el 99, se habla de la inclusión y cuando se habla de inclusión se debe atacar el problema básico de la inclusión que es la carencia habitacional.
Ellos le han puesto acento a la carencia habitacional y según piensan, lo están venciendo. Lo que están haciendo, nada más alejado de la verdad, lo que están haciendo, en el caso de Caracas, es dejar todo más conflictivo, más caótico más crimen; cuando tu ves las fiestas que tienen en la Torre de David, que no deberías perder la vista en tu trabajo, es un espectáculo. Ahí está concentrada la síntesis de todo un caos. La Torre de David es eso, una gran acusación.
¿Qué puede salir de allí? ¿De todo este caos? ¿Qué pueden celebrar? Ya Caracas no es solamente entidad de la riqueza, de la “mantuanidad”; es también centro poblacional del proceso revolucionario y que en Caracas están los revolucionarios dispuestos a defender el Socialismo. Vean ustedes la intención política de este proyecto urbano. No es simplemente vamos a resolver los problemas de los venezolanos, vamos resolver el problema habitacional cuando se pueda, cuando se pueda pero con un sentido político, militante y de defensa, con un sentido revolucionario. Es la política de la tarifa y cada quien que reciba su casa digna, está en deuda con su revolución, la cual deberá defender a toda vida.
Todos esto es parte de la deformación que estás viendo en el presente. Está creciendo la población comprada para un proyecto, y en consecuencia, van aumentando las posibilidades reales de violencia. Con esta política, creando un ejército en la ciudad “Gloria al Bravo pueblo que el yugo lanzó, seguid el ejemplo que Caracas dio”, es decir, Caracas lo dispone y lo decide todo. Tienen que concentrar gente en Caracas dispuesta a la mayor violencia para defender la revolución, de modo que, muy bien, cualquier monstruosidad de construcción vale, no importa la anarquía, lo que importa es concentrar la población en Caracas.
Yo no he vuelto a escuchar que se hable de hacer algo para sacar gente de la ciudad, como en tiempos de Diego Arria, sobre crear condiciones para sacar gente de la ciudad, no. Es más, hay polos de atracción, Ciudad Caribia es un polo de atracción.
Otro problema es pensar es hasta donde esa gente va a responder. Las posibilidades de que aumente el potencial violento son muchísimas.
—Algunos intentan comparar a Pérez Jiménez con el Gobierno del 99.
—La gente habla de comparaciones y a veces no saben lo que están diciendo. Comparar es ver como un Gobierno determinado intentó resolver un problema. Pérez Jiménez intentó resolver el problema habitacional con viviendas múltiples. Esta idea no era original de Pérez Jiménez, ya en época de Gómez estaban los barrios obreros, una política de cemento ya antes iniciada.
¿Qué pasa con la actualidad? Sobre todo desde la Venezuela Saudita de Carlos Andrés Pérez en adelante, es una Venezuela que nadie pensó. Gente de petróleo jamás iba a pensar que un barril iba a llegar a 100 dólares. El Doctor Maldonado, un hombre de petróleo, me decía cuando Caldera, que el precio del petróleo era un buen precio; estaba a siete dólares. Llegamos a cien y tenemos una Venezuela endeudada en más de doscientos cincuenta mil millones de dólares, esto sin contar la deuda China. Esto quiere decir que en el plano de comparación de la Venezuela de Pérez Jiménez, prácticamente sin deuda y ahora somos el país más endeudado de América, de mayor precariedad en forma de vida, con mayor inflación y con mayor devaluación continua.
Una comparación es casi irrealizable porque no hay punto de comparación, Pérez Jiménez llegó hasta donde pudo. El me decía “Profesor usted me puede decir que yo robé, pero ahí hay una obra tangible, búsqueme la obra de la democracia que usted defiende”, y cuando voy a buscar la obra de la democracia que yo defiendo, me encuentro con que no tengo una Ciudad Universitaria, tengo unas aldeas universitarias y hay una diferencia bastante grande. Pérez Jiménez me dejó una Ciudad Universitaria y la democracia me dejó unas aldeas universitarias.
—¿Cómo ve el futuro de la ciudad?
Veo que el llamado caos urbano va a crecer de forma vertiginosa y vamos a una realidad insufrible. Ya el día de hoy, Caracas, es una de las ciudades más inseguras del mundo. Aquí comienza la noticia cuando lo atracaron y lo mataron, hay noticias que duran horas, porque el próximo asalto, atraco y muerto será más espectacular.
No hay posibilidades en el corto y en el mediano plazo de reducir esto. Con un poder político que busca darle poder al pueblo y cuando hablan de pueblo se refieren a aquellos que se adscriben al proceso de manera ciega, atendiendo a lineamientos políticos. Una ciudad guiada o limitada por una política que tiene como ley fundamental, el fanatismo, donde todos los elementos deben estar dirigidos a un mando poder, llamado revolucionario, esto está en el centro de esta ciudad. Todos estos elementos tienden a convertirse en un caos mayor.
—¿Qué se puede hacer para que esto cambie?
—La única manera de hacer por la ciudad, es hacer algo por la política. Solo un cambio político podría incidir en el establecimiento de otras políticas urbanas. De otras formas de darle vida a este espacio llamado Caracas. Hablamos de una transformación, una transformación que tiene que ver con lo político, lo económico, lo social; tiene que ver con todos los órdenes. Pero esto es lo ideal, lo envidiable, que uno pudiera hacer vivo un recuerdo; vivo recuerdo de la ciudad de aquel tiempo cuando mataron a Lola y esa fue una noticia que conmovió a toda Caracas porque un policía había matado a su mujer por razones pasionales. Esto fue una noticia de una ciudad donde no mataban a nadie, pero ni en esta ni en ninguna otra ciudad hay un tiempo de Lola, ese tiempo se acabó.
Hoy es el tiempo de las miles de Lolas. Esta ciudad es, lamentablemente, de y para el miedo, de y para el temor, de y para la angustia, de y para la muerte, la ciudad tomada por el asesinato. Esto es, hoy, la bella Caracas que vio Billo’s, que cantó Mario Suárez, esa Caracas quedó en el pasado.
Hay nostalgia de quienes tenemos en esta ciudad, tenemos 6 décadas, yo nací aquí, hay nostalgia porque uno vio la Caracas donde uno podía ir por ahí en la calle. Hoy todos andamos acompañados por el temor, la angustia, la sosobra y por supuesto esta es por consecuencias donde menos se puede vivir y más rápido se puede morir. La cantidad de gente enferma en Caracas de este 25 de julio de 2014, es muy grande. Una gente que contrae una enfermedad y en quince días, ya está en la guairita.
La entrevista fue realizada y grabada el 25 de Julio de 2014 y transcrita el 17 de junio de 2015. por Germán Jiménez y Manuel Rángel. Agustín Blanco Muñoz, quien de entrada parecía alguien difícil de acceder, habló con mucha libertad, emocionándose en muchos momentos. Incluso después de terminar, siguió contándonos muchas anécdotas sobre sus libros y experiencias.