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Anaida y Turupén

El contralmirante y escritor José Ramón Yepes, tuvo una obra cargada del nativismo regional. Este zuliano describió en su novela, Anaida, parte de como eran las tribus guajiras que convergían alrededor del lago de Coquivacoa. La hermosa novela de Yepes nos traslada a tiempos de antaño y nos describe aquellas culturas de las que poco se conoce hoy día. A la orilla del Coquivacoa A la orilla del gran lago de Coquivacoa, conocido como «de Maracaibo», habitaban varias tribus entre las cuales estaban, según nos cuenta Yepes, los poraucas zaparas y los poraucas aliles. Los primeros, se decían hijos del caimán, bendecidos por el manto de Amariba o el Genio bueno; mientras los segundos provenían de una petición que hizo Iboroco, un demonio que luego de despedazar a una garza y sacar todas sus plumas, pidió a Yarfá, el genio malo, espíritu maligno de la noche, que diera vida al más valiente nativo, llamado Alile, cuyo nombre quedó para su tribu. La tribu Zapara y la tribu Alile fueron rivales durante mucho tiempo y aunque tuvieron momentos de calma, todo cambiaría, cuando Aruao y Turupén se enfrentaran a muerte tras el grito de guerra. Anaida, la virgen. Al morir Naguala, dejó como hija a Anaida, la mujer más hermosa conocida a las orillas del lago. Así como bella, su vida era una tragedia, pues había tenido que ver morir padres y hermano, siendo su dolor una grieta que dividía su alma. Itota, sabia matrona capaz de ver lo que muchos hombres no alcanzan, había ofrecido al Alile Aruao, a Anaida como mujer, pero Turupén desconocedor de aquello, no dio descanso hasta cautivar a aquella fascinante mujer que sus ojos y pensamiento no abandonaban. Con el tiempo el amor se dio entre Anaida y Turupén, quienes decidieron unirse, lo que se transformó en una festividad única y caraterística de los poraucas. La venganza de Aruao Al enterarse Aruao, un ardor se produjo en su alma, iracundo, gritó y maldijo, hasta que decidido retó a Turupén a un combate a muerte. Toda la región tembló ante aquella proclama, y el astuto hijo de Iboroco no mediaría recurso para vengarse de Anaida y Turupen. Planificó aquel combate, el cual Turupén aceptó, y viajó hasta que el can negro, una culebra, le causó una herida. Al entender el riesgo de avanzar decidió esperar y llamar la atención de Turupén para que fuese hasta donde estaba él. Chaima, otro de los aliles, secuestró a Anaida y la llevó consigo hasta encontrarse con Aruao. El hábil nativo escuchó a los lejos, a través de la tierra, el avance de Turupén, así como el de Chaima, y por breve instante pensó que venían dos contra él, hasta que al llegar el alile, entendió de quien se trataba. Turupén, advertido por Itota, cambio su ruta para sorprender a Aruao, y al llegar no pudo menos que enfrentar a los dos aliles. Derrotó a Chaima y confrontó a su retador. La batalla fue larga y dura, pero al final, protegido por Amariba, Turupén vence a su rival y cae en los brazos de su amada. Así, los zaparas cantaron felices la victoria de Turupén quien pudo ganarse por el cortejo y por la fuerza, el amor de Anaida, la virgen. Manuel de Braganza Fuente Anaida, José Ramón Yepes

José Ramón Yepes el Cisne del Lago

«Sereno paisaje zuliano, con su cielo de porcelana y su lago sin brumas» Del mar a las letras El 9 de diciembre de 1822, nace José Ramón Yepes, en Maracaibo, quien sería años después, uno de los hombres de letras de nuestra Venezuela. Aunque de niño estudió en el colegio de don Feliciano Montenegro y Colón, donde tuvo una fuerte formación ciudadana y de cultura literaria, es curioso que al crecer no se iría por la rama de humanidades sino que realizó, a partir del año 1837, estudios de matemáticas en su ciudad natal. El 1 de diciembre de 1840 ingresó a la Marina embarcándose en la goleta de guerra «28 de Diciembre» e iniciaría sus estudios en la Escuela Naval de Maracaibo, hasta alcanzar el grado máximo de contralmirante. En 1864, el Mariscal Falcón lo ascendería a general de brigada. Su tiempo y su experiencia lo llevaron a llevar acabo acciones de guerra siendo jefe de escuadra. Llegó a batallar contra José Tadeo Monagas y a vivir en el exilio. Entre sus intervenciones militares destacadas estuvieron: El combate naval del puerto de Capana (1848). Participación como comandante de la goleta Intrépida en el paso de la Barra de Maracaibo. Comandante del bergantín Presidente y del vapor de guerra General Jackson. Comandante del apostadero. Capitán del puerto de Maracaibo en tres ocasiones (1850, 1858 y 1873). Director de marina en el Ministerio de Guerra y Marina (1874 y 1877), ocupando la cartera como ministro de Guerra y Marina, por 21 meses, en ausencia del titular, el general José Gregorio Varela. En su tiempo de ocio, entre mar y cielo, pudo dedicarse a los estudios humanísticos, adentrándose en el mundo de los grafemas. Dos historias de una tragedia No solo fue un militar de gran trayectoria, también tuvo actividad política, como diputado del Congreso Nacional y Senador, Ministro de Guerra y Marina, hasta encargado del Ministerio de Relaciones Exteriores. Sin embargo, hubo un rasgo que lo distinguió y fue su preocupación por la educación, elemento común en muchos venezolanos que han querido algo trascendental para Venezuela. En el año 1878 se retira de la vida pública y funda un Instituto de Enseñanza en Maracaibo, su ciudad natal. Fue director del instituto hasta la trágica noche del 22 de agosto de 1881, donde aún no se sabe cómo llegaría ahogarse aquel que más de una vez navegó sobre las aguas. La primera historia nos la cuenta Felipe Tejera, y dice que el contralmirante, mientras trabajaba en una poesía para el centenario de don Andrés Bello, decidió interrumpir su tarea para despejar la mente paseando por la orilla del Coquivacoa o lago de Maracaibo. Distraído, no divisó que había llegado al final del muelle y cayó, recibiendo un duro golpe que le impediría evitar ahogarse. Otra historia, dice que aquel 22 de agosto, Yepes naufragó de una barca en el lago y en aquel terrible accidente, coincidiendo con el destino narrado por Tejera, se ahogó. En 1949 su cuerpo fue trasladadado al Panteón Nacional.  En su honor fueron realizados dos bustos en la ciudad de Maracaibo, uno en la plaza homónima y otro en el Parque de La Marina. Yepes y su obra póstuma  Fue luego de su muerte, que el marino renació en la poesía, cuando, de forma póstuma, fueron publicadas todas sus obras. Entre los títulos que nos legó están: Poesías completas, Novelas y estudios literarios, Parnaso venezolano y Selección de poemas y leyendas de la Universidad del Zulia. Su prosa era romántica y nativista, inspirada, en gran parte, en su tierra zuliana. Fue conocido por algunos como el «Cisne del lago» y utilizaba en sus escritos el seudónimo de «Guairaratín». Se dice que al morir un cisne levantó en vuelo sobre las aguas del magno Coquivacoa, que según, «era su alma que voló en forma de cisne hacia el cielo». M. de Braganza Fuentes Enciclopedia de Venezuela, Tomo VII, Leyendas, tradiciones y costumbrismos.